José Martín-Retortillo

Las paradojas de la ministra de Igualdad

13 de Diciembre de 2022
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Es paradójico que una ministra diga que los jueces deben formarse mucho más y que no saben de feminismo en sus actos profesionales que no son otra cosa que la aplicación de las leyes, tras una carrera y unas oposiciones complicadas. Que el reproche venga de una ministra, cuya preparación se ignora, es decir una política que para acceder a cualquier puesto de responsabilidad solo precisa contar con la confianza del que manda.

La ministra Montero sabe muy bien lo que hace acusando sin razón al PP de promover la cultura de la violación, por una campaña en Galicia advirtiendo a las chicas que no abandonen su vaso cuando estén de fiesta. O atacando a los jueces por aplicar su ley de “solo si es si” como deben hacer con cualquier ley en su trabajo. Sabe muy bien lo que hace por su intención de conseguir crispar y tensionar la vida política nacional, como forma de llamar la atención y movilizar a su propia parroquia de fieles. Así logra  ser el centro y el foco de atención, aunque sea para que hablen mal de ella, así consigue ocupar páginas y cientos de comentarios y alusiones, aunque sean negativas, a sus actuaciones y desafueros.

Añádase la ley del embudo que permite insultar al adversario, pero no admite iguales críticas de él, habida cuenta la finura de la piel que le envuelve, a un colectivo que introdujo en España los escraches, las injurias como forma de hacer política y demás lindezas, como el “jarabe democrático” que teorizó el padre de sus hijos. Ahora se inventan eso de la “violencia verbal”, que recuerda la lentitud de las mangas verdes, aquellos soldados que siempre llegaban tarde en las batallas decimonónicas cuando ya se había producido el combate.

Parece que resulta claro que la cultura de los usos políticos en España no es en estos momentos un dechado de urbanidad y educación, cuando además ha habido decisiones sumamente discutibles. Ahora las maneras políticas no son de lo más amable posible, pero la ausencia de diálogo, y de, precisamente, política, lleva a estas maneras indeseables y muy poco pedagógicas o edificantes.

No soy el único, entre la multitud, que piensa que esta señora ministra debería haber dimitido, o debería haber sido cesada. Pero parece que el presidente del gobierno es un semipresidente, en la medida que no toca para nada a los miembros del otro partido de su coalición, siendo lo primero y primordial el mantenimiento suyo en el poder, su presidencia, que se venderá en positivo como estabilidad y permanencia y como un arte del mantenimiento y equilibrio en el concierto de intereses que lo sustentan. Lo de mantenella y no enmendalla suele ser el criterio dominante. No obstante, ya anuncian a ministras como candidatas municipales y parece que habrá algún cambio en el gobierno, salvo que utilicen el Consejo de ministras para sus campañas partidarias.

Pero hay otra paradoja más en esta señora que nos ha descubierto otro feminismo, por elección a la carta y no por hecho natural, que tiene el arte de tildar de machista al que le chista, valga el ripio. Los efectos indeseables de su cacareada e ideológica ley del “solo si es si” son indicadores muy evidentes de muy mala calidad de las leyes recientes y en concreto, de ésta que publicitariamente parece suya y que tiene mal arreglo, por aquello de la irretroactividad de las leyes penales. El hecho, el dato como decía José María García, es que la mitad de un centenar de delincuentes contra la libertad sexual, sentenciados, han visto reducida su pena, y alguna decena ya está en libertad paseando por las calles.

A veces, eso de vestir un santo para desnudar a otro, o a varios, no resulta nada bien, pero criticarla es cosa de fachas y de machistas. Se gobierna como si no hubiera antecedentes, como si empezara la historia en blanco. Para ser juez hay que tener mucha preparación con una carrera y oposición no liviana, aparte de prácticas, con su consabido tiempo de estudio y aprendizaje, pero resulta que no están formados y que no saben de feminismo, cuando precisamente la mayoría son mujeres. Para ser ministro, o ministra, o ministre, no se exige nada, basta contar únicamente con la confianza suficiente de quien dirige el partido de la coalición, y en este caso, sus condiciones circunstanciales son harto conocidas, y no aparece muestra de preparación alguna, pero si hay parla suficientemente recargada de ideología de su comunismo y su neofeminismo que parece dispensar en exclusiva.

Y este reclamo publicitario a sus desmanes provocadores no son más que otro signo de que bien puede encabezar el poster de su grupo en las elecciones generales que llegarán en un año, habida cuenta que la izquierda del socialismo gusta de andar en desacuerdos y codazos, incluso ya entre las señoras de su grupo en el propio Consejo de ministros. Hay tufo de rancio comunismo, desde la soberbia posesión de la verdad, si a cualquier adversario se le prejuzga y excluye a priori, y se le trata de fascista, o de machista, sin atención ni escucha alguna al contenido de cualquiera de sus mensajes.

O sea, esa ley tiene errores gordos  -a la vista están los hechos-, y los que se pudieron evitar con anterioridad, pero su defensora dice que los jueces no están preparados. La ministra sigue en mantenella, el presidente está encantado y aparece como no corresponsable y la mantiene encantado en su sillón, tendrá razón. La oposición, la que promueve la violación, va de tímida y prudente, y el mundo televisivo y mediático atiende a quien pone el pienso o a lo que diga su pastor. No parecen buenos estos tiempos fríos y de virus pulmonares para la lírica, ni para mucho más. Es lo que hay, con la fatiga que da la política en España, vamos camino de nada, como cantaba Labordeta, con mucha anticipación.

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