Antonio Naval

Una peculiar exposición de Niños Jesús

24 de Enero de 2023
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En este momento en la ciudad hay varias exposiciones. Es un lujo y ofrece un pretexto para justificar una salida y un paseo. Esto es Huesca. Las hay ciertamente excepcionales como la de objetos musicales y Niños Jesús. Esta, en el Museo Diocesano. Es  laudatoria la  iniciativa sobre este tema que  habla de un pasado que también es nuestro. La lástima es que no se haya motivado mucha más reflexión ante  este conjunto escultórico  y a esta exposición. Falta clarividencia y capacidad en los supremos del ramo, para darse cuenta de la oportunidad y apoyar con medios, naturalmente también pecuniarios, oportunidades como ésta.

La exposición exhibe una buena selección  de tallas, en todos los casos desconocidas. No son las únicas y pudieron ser algunas más. Casi todos los Niños Jesús proceden de conventos de clausura de la ciudad. Pero su presencia en el Salón suscita numerosos interrogantes que ni se ha ayudado a plantear  ni mucho menos han sido contestados.  Por no aprovechar  oportunidades como esta, otros pueden llegar  para hacer ver sesgadamente  lo que, a simple vista,  parece que son evidencias. Para el no entendido puede parecerle que es preferentemente  una exposición de muñecos-niñas. Todas las tallas son Niños Jesús. A simple vista sus vestidos son trabajos artesanales de tanto o más valor que algunas  tallas. Incluso los entendidos en textiles  hacen ver que algunos de ellos son piezas muy selectas y costosas. La cantidad y calidad de bordados debe ser relevante, la sobrecarga ornamental,  sería agobiante para un bebé. Incluso tienen sus melenitas postizas, rubias o morenas, con cabellos alisados o con ricitos. Hay alguno cuya peluca fue hecha con la melena de su propietaria. El summum de la ambigüedad y sobrecarga es un Niño  Jesús peregrino. El que no sepa de qué va el tema tendrá que hacer un acto de fe o levantarle las faldas. El atuendo de los vestidos incluye enaguas y  culotes. Ninguno de ellos está vestido con calzones, y estos se han usado en todas las épocas.  Escultóricamente  alguno de ellos sin duda fue hecho por maestros de primera calidad. El conjunto de esculturas son niños-niños, porque a diferencia de la pintura italiana, en la española los niños Jesús no pocas veces  parecen hombrecitos. A su vez, a lo largo de la historia el niño preferentemente fue vestido como un hombrecito hasta que apareció la pingüe industria de la moda infantil. Basta con ver las fotografías antiguas.

Estos Niños de la exposición en no pocos casos eran el regalo que hacían a las novicias cuando entraban en un convento, o que estaba permitido hacer a una monja en cualquier momento de su enclaustramiento. Las religiosas que entraban en clausura no entraban  con ningún objeto por personal y querido que fuera. El Niño Jesús era un pretexto y  motivo de entretenimiento muy sentido, sin duda alguna con sobrecarga inducida de espiritualidad al borde del misticismo. Por eso no hay convento de cualquier parte  donde no haya algún Niño Jesús como los expuestos. Son percepciones y vivencias, proyecciones y carencias,  las que hay detrás de estas esculturas  que hoy están superadas en las clausuras actuales, pero que conllevan un contexto que, como tantas cosas en el devenir de la Iglesia institucional, si no se leen adecuadamente, llegarán otros y lo interpretarán malintencionadamente.

La exposición en sus textos y cartelería no está a la altura del contenido. Algún pretendido 'sabelotodo del stablisment' censuró algunos textos en la pretensión  de querer  hacer catequesis con lo que no es más que  espiritualismo de encubrimiento. Son indicios  de pacatería sustentada en  posos de iletralidad. España es el país donde más conventos de clausura hay. Quiero recordar que alrededor de setecientos, pero en este  país, según las mismas fuentes solventes de la Iglesia, se está cerrando un convento de clausura por mes. Es un modo de vida difícil de comprender, por su peculiar forma de entender y haber entendido la vida,  sobre todo si no se explica adecuadamente. Me quedé tan atónito como desconcertado  cuando vi que las Clarisas de Ciudadela habían construido una piscina, no era una balsa,  en la huerta, en la creencia  de que eso iba a hacer más atractiva la entrada de chicas en el convento. No supe qué comentar. Estas monjas, no obstante, inusitadamente habían  aceptado como novicia a una minusválida ciega, con la limitación y  atadura continuada que eso suponía para toda la comunidad. Admirable. Queda lejos, pero en el historial de este convento está el haber sabido resurgir después de que en el siglo XVI una invasión de los turcos se las llevó a todas y las vendió como esclavas. También deja a uno sin palabras.

El clero, supuestamente más sesudo, el responsable del colectivo, no sobreabunda en sindéresis, y sigue pensando que todo pasará y volverán aquellos tiempos, sin sentirse conscientes de su pertinaz desconcierto en estos. La cotidianeidad exige  asumir la cruda realidad, y sacar consecuencias para ir por otros caminos

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