Me produce un profundo pesar el enorme sufrimiento que habrán contribuido a crear los diputados socialistas que finalmente voten la indecente, injusta e inmoral ley de amnistía, rechazada por todas las instituciones del estado, excepto las ocupadas por su propia cuadrilla. Y por cualquier persona con un poco de decencia y principios morales. Será (o tal vez ya ha sido) una acción criminal.
Pero ese sentimiento se ve ampliamente superado por la enorme lástima que me dan los pobres diputados, privados de toda dignidad a causa de sus innobles y traicioneros actos. Actos, en plural, porque tendremos a la par una ley de amnistía y una investidura, ambas sustentadas en el engaño y la traición.
No me puedo imaginar el sufrimiento de ser conscientes de que han faltado a la confianza de sus votantes, a los que han tenido que engañar, para hacer lo contrario de lo que les prometían. Lo amargas que les habrán resultado sus palabras al tragárselas.
No puedo ponerme en la piel de quienes hayan salido a la calle (si es que se han atrevido) y visto -desde la lejanía, claro- el clamor de cientos, miles de sus ciudadanos, pidiéndoles que no falten a sus promesas electorales, que no sean cómplices de privarles de sus derechos y libertades. Ni de acabar con la igualdad de todos los españoles. Ni de alentar la ruptura de la convivencia. Más aún cuando a quienes han vendido son a aquellos con los que comparten ciudades, pueblos y provincias.
Los mismos pelos de punta que se nos ponían en medio de las manifestaciones, unidos en convivencia, se les habrán erizado a sus traicioneras señorías, en su soledad.
No puedo imaginar cómo se les habrá caído la cara de vergüenza viendo cómo sus vecinos, aquellos que confiaron en ellos, luchan por impedir la consumación de su traición.
Se me saltan las lágrimas al pensar en cómo podrán salir a la calle, cruzarse con sus vecinos, compartir espacios, sabiendo que no son dignos de su respeto y sí merecedores de su desconfianza. Imagino la tristeza de tener que quedarse encerrados en sus cuevas para no enfrentarse a sus miradas. Lloro por ellos.
Pero mayor será el gozo cuando algún arrepentido vea la luz, honre su palabra, respete a sus votantes y escuche la voz de su conciencia. Y vote NO.