Eduardo Pérez Barrau

Pocas alegrías demográficas en la provincia

09 de Febrero de 2023
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Un clásico de la información de principios de año son las noticias y reportajes que revelan los cambios demográficos que se han producido en nuestros pueblos y ciudades. Son artículos que informan de las nuevas cifras de población publicadas por los institutos estadísticos y que a efectos oficiales estarán vigentes durante el resto del año. Junto a estos datos se divulgan otros indicadores sobre el movimiento natural de la población, el número de hogares, los flujos migratorios, etcétera, que completan “la foto” de la realidad demográfica de todas las divisiones administrativas en que esta organizado un país, desde una pequeña pedanía del Pirineo, a una Comunidad Autónoma o al Estado en su conjunto.

Las cifras recientes publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) recogen un incremento del número de habitantes de la provincia de Huesca y confirman la tendencia al alza del censo de población iniciada hace ya algunos años. Buenas noticias para el Alto Aragón en un contexto de crisis demográfica que, recordemos, asola con especial incidencia y gravedad los territorios del interior de España, entre ellos nuestra provincia.

El dato correspondiente al año 2022 certifica un crecimiento del número de empadronados a nivel provincial mejor que el experimentado por las provincias de Zaragoza y de Teruel, incluida la capital, que ven reducidos sus residentes. Lo cierto es que este porcentaje positivo, por llamativo que sea, representa un contingente de nuevos pobladores más bien pequeño. Es el coste a pagar por ser una de las provincias menos pobladas de todo país y por disponer, desgraciadamente, de un parqué de viviendas escaso. Precisamente por estas limitaciones, estos cientos de nuevos oscenses tienen un valor enorme para el tejido social de la provincia porque con su decisión de establecer aquí su residencia confirman el atractivo que tienen nuestras comarcas y nuestra economía para sus vidas.

Esta imagen demográfica reflejada por los datos es, sin embargo, incompleta. La estadística nos ofrece la población total pero omite cómo se distribuye por el territorio. Para saberlo hay que descender a nivel local y comparar la serie temporal del padrón de cada localidad. Este ejercicio de recuento no está exento de problemas ya que, en la actualidad, es más fácil saber cuántos somos que saber dónde estamos. Esta aparente discrepancia en el número de residentes es consecuencia de un estilo de vida que favorece, o quizás impone, la movilidad personal como factor de crecimiento en la sociedad actual, bien sea por motivos laborales, de acceso a la vivienda o de desarrollo vital. Coincide este ir y venir de habitantes con una práctica muy extendida entre aquellas personas originarias del medio rural que consiste en residir una parte del año en una localidad diferente a la que se está empadronado. Esta costumbre maquilla los datos de estas localidades y sobreestima su población en los registros oficiales.

El análisis de la distribución geográfica de la población confirma un constante proceso de concentración de los habitantes en las cabeceras de comarca, sobre todo, en aquellas con una economía más diversificada y con una dotación de más servicios más amplia. Esta tendencia, de la participa los pueblos más cercanos a estas ciudades, acapara todo el incremento de población “real” anotado por las estadísticas. Esta dinámica poblacional, común con las grandes ciudades pero obviamente de escala mucho menor, deja un esquema de ganadores y perdedores a lo largo y ancho del territorio; unas localidades, las más grandes, que experimentan un cierto crecimiento de su población y otras, generalmente las más pequeñas y distantes de los núcleos urbanos, que se estacan o, directamente, pierden vecinos.

Todo lo descrito debe alejarnos de cualquier triunfalismo político sobre la evolución demográfica de la provincia. La despoblación y el envejecimiento siguen marcando la pauta en una gran mayoría de los pueblos y, a falta de una estrategia política acertada de repoblación y de una visión alternativa de las oportunidades del medio rural, no parece que esta situación tenga visos de revertirse en un futuro más o menos próximo. Destaca, por último, que la práctica totalidad del aumento de la población es imputable a la emigración del exterior, una característica que da cuenta del profundo cambio en la composición social que se está produciendo en la provincia y de cuya intensidad depende la vitalidad demográfica de la mayoría de nuestros pueblos y ciudades.

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