"Quien vive temeroso jamás será libre" Horacio (65-27 a.C)
Terminaba su artículo Miguel Ángel Otín en el Diario de Huesca con una poderosa pregunta que estoy segura muchos nos hacemos y que en mí provocó, como hemos hecho en otras ocasiones juntos, continuarla. Nos preguntaba a los lectores sobre el "miedo", esa emoción tan poderosa que paraliza o motiva en función de su intensidad o circunstancias.
Y llegó el pasado lunes de nuevo en el gran apagón que sufrimos en España, resucitando de nuevo un sentimiento que forma parte de nuestra Historia reciente, generando esa incertidumbre y despertando esa ansiedad latente a la que ya estamos acostumbrados lamentablemente. Paralizados por las circunstancias, por la situación, vulnerables y dependientes de algo que hemos dado por hecho como dado, pero que es capaz de paralizar a todo un país; y, a partir de ese momento, la incertidumbre obligada ante la falta del dato, de la explicación objetiva, de la información necesaria que los adultos racionales necesitamos para poner en marcha las estrategias de afrontamiento de las que cada uno dispone ante las situaciones estresantes, ante el temido miedo en las circunstancias adversas; para unos, será mirarlo de frente, para otros mirar hacia otro lado como si la amenaza en sí misma desapareciera por ignorarla.
Los sesgos cognitivos aparecen en cada uno de nosotros justificando también lo injustificable. Y se pone en funcionamiento otro miedo, más poderoso todavía por su capacidad de provocar consecuencias mayores, en cascada, en efecto dominó, contagioso y por tanto letal; el miedo colectivo. Y es que las emociones individuales juegan un fascinante rol en las interacciones sociales, en lo social y por tanto en la Sociedad en su conjunto.
Decía el poeta Horacio "Quien vive temeroso jamás será libre" y no estaba falto de razón. El miedo alberga inquietudes y la supervivencia en la base; es lo que nos salva de las situaciones peligrosas, es el que activa las defensas que tenemos disponibles y nos hace huir o nos paraliza. El miedo es necesario, pero el miedo sostenido es peligroso, es alienante y anulador de la razón; el miedo racional nos salva y mantiene; el fóbico irracional sin sentido nos limita.
Según el CIS aproximadamente el 16% de los españoles sufrió de ataques de pánico o ansiedad durante la pandemia y todos los estudios y datos oficiales y científicos han revelado un aumento significativo de los trastornos de ansiedad. Según datos del Ministerio de Sanidad aproximadamente el 10% de los españoles padece algún tipo de ansiedad clínicamente significativa, dato que se ha duplicado desde 2016 en los menores de 25 años y que los factores desencadenantes más relevantes tienen que ver con las preocupaciones económicas, el estrés laboral y la perspectiva de futuro.
En 2023 se se registraron alrededor de seis millones de casos de trastornos de ansiedad en nuestro país y en 2021, un promedio de 110 españoles por cada 1.000 habitantes consumió al menos una dosis de benzodiacepinas al día, lo que posiciona a España como el país con mayor consumo de ansiolíticos, sedantes e hipnóticos a nivel mundial según la ONU.
Sabemos que la ansiedad prolongada puede desencadenar depresión, ataques de pánico y deterioro cognitivo, sobre todo problemas de atención, concentración, memoria y procesos en la toma de decisiones, sin olvidar las posibles consecuencias físicas de enfermedades cardiovasculares y digestivas entre otras. A las físicas y psicológicas añadimos otro tipo de consecuencias, meno observables, o al menos, menos medidas por la cantidad de variables que entran en juego: las sociales.
En el individuo esa ansiedad crónica deriva en un mayor aislamiento, irritabilidad y dificultad en la gestión emocional y en consecuencia, mayor conflicto interpersonal. Pensemos por un momento en el efecto multiplicador que ello tiene como grupo, cuando ello se da no sólo en las personas y en sus circunstancias, sino como sociedad, en ese miedo colectivo que he referenciado anteriormente. El resultado es anulación de la persona racional, el contagio emocional y la polarización de las respuestas, porque al igual que el miedo colectivo puede unir en la colaboración, divide en igual o mayor proporción.
El miedo, ese factor psicológico racional, lógico y útil pero irracional y limitante cuando se convierte en fobia y que por poderoso ha sido bandera, instrumento y medio en las guerras para anular al adversario, puede ser en en manos del poder político y mediático un arma de construcción o destrucción. Viene a mi mente el antropólogo Marvin Harris, cuando nos recuerda los tres ingredientes básicos para gestar las bases de la manipulación, por ser parte de la conciencia cotidiana: Ignorancia, miedo y conflicto; elementos que, regados con incertidumbre y un toque de crispación, generan ese estado colectivo de sentido, de finalidad social, de identidad.
Y de ese modo, el miedo, ese generador del trastorno cuando es continuado en el tiempo, se puede convertir en esa estrategia de control, de influencia, de condicionamiento individual y social que justifique comportamientos y acciones que en otros momentos y contextos serían totalmente injustificables. Recordando la cita de Horacio, recuperar nuestra libertad es liberarnos del temor y la única forma de sentirnos libres en nuestras acciones y nuestros pensamientos es desde el Conocimiento.
Cuando el miedo no sirve a su función principal de supervivencia, cuando es fóbico, irracional por propia definición, ya no responde a su razón de ser y existir . Cuando el miedo lleva a la limitación en la autonomía y la capacidad de decisión de las personas, cuando anula y justifica, reduce razón y aumenta crispación, es el momento de dar paso a la razón, el pensamiento, el conocimiento y la comunicación. Contra el virus crónico del miedo como modo de "estar", la vacuna y el antídoto de la información veraz, el pensamiento crítico y la educación como elementos de desbloqueo de aquello que nos aterra en nuestra celda de miedos, en lugar del ansiolítico que adormece conciencias y aletarga voluntades.
Como señala una cita de Giorgio Nardone, "El miedo mirado a la cara se convierte en valor y coraje; mientras que el evitado se convierte siempre en pánico"