Antonio Naval

Prospectiva creyente

22 de Mayo de 2025
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La procesión malagueña de la Dolorosa en Roma, una prospectiva creyente
La procesión malagueña de la Dolorosa en Roma, una prospectiva creyente

Millones de creyentes han respirado con satisfacción con la aparición del Papa León. No es para menos dada la compleja realidad de los habitantes de nuestro planeta. Los líderes seductores son una carencia generalizada y, guste o no guste, un Papa constituye una referencia de probada eficiencia, por encima y al margen de preferencias creyentes. Otra cosa será que el aumento global de católicos esté relacionado con el papado. Para el catolicismo este aumento es una falacia. A pesar de ello el cristianismo es de las religiones más coherentes, si no es la que más.

Ese aumento de inscritos no es consecuencia del atractivo del Catolicismo, hay que verlo en la necesidad vital generalizada de tener que creer en algo. La religiosidad como necesidad vital, al igual que el comer y respirar, es tan antigua como el ser humano.  Desde siempre ha sido necesario enfrentarse a la inseguridad, a la incertidumbre, al  miedo, inherentes a la condición de seres que, porque piensan, no tienen respuesta todas las preguntas. En ese ofrecer contestaciones el cristianismo ocupa o ha ocupado una posición con más garantías, a partir  de la filosofía vital, del modo de vivir entusiasmante, propuesto por el profeta Jesús de Nazaret. Otra cosa es que desde pronto, aparecieron quienes, con ganas de ayudar o aprovecharse,  se autoadjudicaron  hegemonía  para definir  lo que había que pensar y asumieron el papel tutorial para concretar lo que había que practicar. Reclamaron autoridad para definir lo que era recto y  lo que no era. La supremacía de la institución eclesiástica perfilada con el paso de los siglos ha rozado  el abuso.

A Dios gracias, últimamente han surgido en el catolicismo  dos líderes supremos, Francisco y León, con otra percepción de la realidad y  un nuevo impulso para ofrecer otras seguridades al  colectivo de seres humanos. La religiosidad, incluso dentro del Catolicismo,  sea la pietista, la ritualista, la de  mera performance, puesta en escena, fueron superadas, según se pretendió, con la que fue nueva revisión vital y creyente propuesta por el Vaticano II, pero están reapareciendo, o han permanecido,  como necesidad.

En la línea  en que se movió el Papa Francisco, el Papa León tendrá que dejar donde están los dogmas porque son intocables, tendrá que seguir actualizando  los hábitos  y costumbres porque son revisables  pero con  otros referentes, a veces al margen de una moral religiosa, en la medida que esta fue  preconcebida. Necesariamente deberá asumir que las demandas formuladas o latentes también son otras. Tendrá que aceptar  que los creyentes ya no necesitan de forma preferencial intermediarios para relacionarse con el absolutamente Otro,  como fue en un principio del cristianismo, modificándose después; que la vida, el único valor absoluto tangible, tiene que recuperar su bondad y razón de ser al margen de otras vidas virtuales.

Como síntoma de lo que es y ya no es sirve de test la vigencia, o no, de los siete sacramentos establecidos por el Concilio de Trento. Son más de cincuenta años los que se lleva edulcorando el problema: la realidad es que más que  crisis de vocaciones, la crisis es del modelo  clerical vigente. El Papa León ya les ha dicho a los cardenales que hay que revivir el Vaticano II. La novedad sociológica es que  frente a la creencia vital y consistente que propugnó este concilio,  lo que está reviviendo  como más práctica es una piedad facilona que solucione necesidades o caprichos, unos ritos que sin duda  pueden llegar a ser insuperablemente espectaculares como lo celebrado estos días en  la Plaza de San Pedro, y un tipo de  perfomance como es exhibir el Cachorro y la Dolorosa malagueña junto al Coliseo, con motivaciones espurias, objetivos interesados, y costes desmesurados.

Frente a estos hechos religiosos, explicados en la sociología, el mal se sigue manifestando en la insolidaridad, la ignorancia programada o no evitada, y la ambición. Ejercitar la tortura sicológica, hambre, usar al ser vivo como moneda para exigir, para privar de recursos que deberían estar mejor repartidos acumulándolos  hasta el sinsentido y la locura, es una realidad de nuestro tiempo. Todo ello está en la táctica considerada legítima que proclama que el fin justifica los medios.  Hoy se ha generalizado  una autoconcesión de licencia para matar, que se traduce en la perversa política  a anular pueblos enteros, mediante la guerra o la simple explotación. El mismo derecho se invoca  desde banales  ideologías, inconsistentes por antinaturales, para formular y conceder  practicas asesinas  a quienes  están llamadas a generar vidas.

La devoción y respeto a  la naturaleza, de la que se presume hasta el paroxismo, se matiza con pretendidos derechos a modificar la  bipolarización vital, macho y hembra, de los seres humanos. La naturaleza de la que de hecho somos seres inseparables ha sido caprichosamente reinterpretada para dar cabida a mentes limitadas arropadas por ideologías, solo ideologías, falaces e incluso antinaturales  aunque se presenten como progreso.

El nuevo líder de Roma ya ha sido claro pero tendrá que  persistir hasta la denuncia contundente en lo que es una petición universal, cual es la demanda de paz, frente a cualquier ambición; lo mismo en la demanda del equilibrio  en el reparto justo de los recursos naturales,  en  recuperar el sentido común proscrito  por las ideologías estúpidas, presentadas como avances, y en contra de la práctica a disponer de forma antojadiza  de la propia  Naturaleza. En ella  somos,  estamos y existimos, trascendiéndose a sí misma, como a su manera lo expresó el Apostol de los gentiles, es decir nosotros (Hch.  17, 28).

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