Hay algunas cuestiones que toman protagonismo en estas elecciones generales del 23 de julio y que a mí me llaman la atención poderosamente, porque quienes las ponen, como punto de inflexión del ejercicio de clarificación hacia el ciudadano, están confundiéndolo y me atrevería a decir que con toda la conciencia de lo que están haciendo.
En unas elecciones generales, y este plural es el correcto pues se hacen 52 elecciones, una por cada circunscripción, los ciudadanos/electores lo que hacemos es elegir a nuestros representantes al Congreso y al Senado y lo que no hacemos es elegir al Presidente del Gobierno. Las Cortes Generales, definidas en el artículo 66 de nuestra Constitución, la conforman nuestros representantes y en ellas se deposita el Poder Legislativo, y es el Congreso de los Diputados quien con la mayoría de sus votos, en unas ocasiones por mayoría absoluta y otras por mayoría simple, elegirá al Presidente del Gobierno. Reitero que son los diputados, en el ejercicio de su función, quienes elige al Presidente del Poder Ejecutivo, por tanto, no es lógico ni justo que se nos diga a los ciudadanos que somos nosotros quienes tenemos esa responsabilidad.
Pero el summum de todo esto es cuando se establece que el peso para poder ser elegido radica, en el solo acto de apoyo, a través del voto afirmativo o por voto abstención a un grupo parlamentario. Hagamos un ejercicio: El Partido popular propone al Partido Socialista Obrero Español que quien gane las elecciones contará, en el acto de investidura, con la abstención del que no ha ganado. Demos por aceptable esta situación y, por tanto, lo que se consigue es que al líder de uno de los dos partidos lo nombren presidente. Pero la pregunta a hacerse sería: ¿con qué apoyo gobernará ese presidente? Pues, en realidad, lo único que se ha conseguido es “hágame presidente que eso me satisface y me realiza”.
Tomemos como ejemplo la Comunidad de Extremadura en las últimas elecciones autonómicas. Pues bien, aunque el PP no ha ganado las elecciones, de acuerdo con la normativa que hemos definido anteriormente, ha acordado gobernar con VOX y no se ha tratado sólo de conseguir la presidencia del Ejecutivo Extremeño, sino que ha conseguido tener apoyos suficientes para la gobernabilidad y se critique, o no, la fórmula es legal y por tanto aceptada por todos.
Pero volvamos a la propuesta que hace el PP para elegir al presidente del Gobierno. No se dice, porque se sabe que es algo imposible, que esa abstención deberá ir unida a un pacto de gobernabilidad basado en acuerdos de ambos programas. Tampoco se dice que vayan a formar un gobierno entre ambos, porque eso todavía es más imposible. El PP nos ha anunciado, día tras día, que si llega al poder derogará el Sanchismo, que entiendo que no significa que vayan a fusilar al amanecer a Pedro Sánchez, sino que derogarán o transformarán las leyes aprobadas por el susodicho Sanchismo. Por tanto, imaginemos que gana el PP y el famoso pacto de: “el que gana tiene la abstención del que pierde”, ustedes creen que se podrá llevar a cabo: ¿alguien considera que el PSOE le va a apoyar para liquidar lo hecho durante cinco años? Y por contra ¿alguien considera que si gana el PSOE, el PP le va a apoyar para continuar desarrollando normas que ellos detestan?
Señores electores, cumplamos con nuestra función que no es otra que elegir a nuestros representantes al Congreso y al Senado, pero, eso sí, conforme a las propuestas del modelo de sociedad que nos plantean unos u otros. Esta y no otra es la razón por la que los ciudadanos votamos y al final consistirá en un gobierno de Partido Popular y VOX, o un gobierno de Partido Socialista Obrero Español y SUMAR. En definitiva, de lo que estamos hablando no es de otra cosa, ni más ni menos, que de nuestro modelo de convivencia, que lo hemos basado constitucionalmente en la democracia y reflexionemos que esta no se conjuga como un verbo de hágame presidente, hablamos de derechos y libertades que nos corresponde defender a todos los ciudadanos sin discriminación de ningún tipo.