Pilar Lachén

Redes y Rosas

29 de Julio de 2022
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Durante un tiempo me gustaban las redes sociales: conocí gente, aprendí recetas de cocina, trucos para la casa, maquillaje, etc. Es un mundo en el que puedes salir licenciado en todo y analfabeto cum laude. Con el paso de los meses, comencé a cansarme de aquello que, los conocidos algoritmos de internet, me mostraban. Cada vez era un repaso a lo que se lleva de moda, tendencias en restaurantes a cientos o miles de kilómetros de aquí, vacaciones de ensueño que no me podré permitir en la vida y así, como dicen en la película: “Hasta el infinito y más allá”.

Así que un día decidí volver a ser yo. Fuera esos mundos creados en la imaginación de alguien que, parece ser, nunca tiene problemas y siempre está feliz; fuera esas comidas que aparentan ser apetitosas pero no llenarían mi estómago; fuera esos tutoriales de todo y para todo que no sirven de nada y para nada.

Cancelé mis cuentas. Dejé de escribir comentarios. Me dediqué a vivir la vida real, esa que está en la calle, en la que las gentes son auténticas (la mayoría), en la que soy yo con mis defectos y mis virtudes, sin filtros, sin postureo. Porque eso es la vida, nos pese lo que nos pese. Y sí, muchas veces es un camino de espinas en el que, de vez en cuando, aparece una rosa. Y esa es la que merece la pena: la rosa de la familia, de los amigos, de estar en casa o salir a dar un paseo.

Mis rosas tienen nombre, son de carne y hueso y, ante todo, son como son, y por eso las amo. No se esconden tras perfiles anónimos, ni buscan mostrar su lado bueno a todas horas; tienen defectos y los adoro por ello. Mis rosas son las calles de Huesca en las que siempre encuentro a alguien a quien saludar y coger un capazo; son esas calles que viven a su ritmo, que ya van cambiando los colores al blanco y verde; son esas calles en las que viví mi niñez, mi adolescencia y, ahora, la madurez.

He cambiado las redes de felicidad por rosas y espinas de realidad y estoy satisfecha con el cambio. Puedo ser feliz y vulnerable, puedo hablar y callar, puedo gritar o mantenerme en silencio. Pero lo hago cuando yo quiera, hablo de lo que yo quiera y expreso lo que quiera. Esa es mi vida fuera de las redes: un chute de realidad como una bocanada de aire fresco que me devolvió a mi esencia, a mis inquietudes, a mis risas y llantos. Me devolvió a mí.

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