Araceli Cavero

Sensibilidades

Jubilada
25 de Septiembre de 2022
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Hace bastantes días que me va por la cabeza comentar el revuelo que se produjo en una pizzería de Huesca porque para identificar las ocupantes de una mesa se hizo como “la de dos gitanas”.

Independientemente que me parezca un absurdo nominar así las mesas (sería más fácil y más aséptico numerarlas), no encuentro razón para que eso pueda ofender.

Estamos en una sociedad con una sensibilidad a flor de piel. No podemos llamar así a los negros, aunque lo sean; decimos personas de color; pero ¿de qué color? Todos tenemos un color, más claro o más oscuro. Otra cosa es que se diga con desprecio, entonces sí que es una ofensa. No podemos llamar gitanas aunque lo sean ¿porqué? ¿es que rechazan su etnia? Conste que tengo muy buenas amistades entre los gitanos y me siento muy satisfecha por ello.

Hace algún tiempo asistí, en el Salón Azul del Casino, a una conferencia impartida por una gitana sobre “La Historia de los Gitanos en Huesca”. Confieso que me quedé admirada de la rica historia de los gitanos oscenses y felicito, porque no lo hice entonces, a la gitana que la presentó.

Si a mí me llaman pueblerina, no me puedo enfadar porque soy de pueblo. Y no lo hago. Es más, lo considero un honor, por eso llevo una camiseta en la que reivindico mi origen.

Desgraciadamente supe que habían despedido del trabajo al autor de semejante fechoría.

Y yo me pregunto ¿No habría sido mejor que la empresa cambiara el modo de identificar las mesas? Ahí lo dejo

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