¿Somos racistas?

Amnistía Internacional
15 de Abril de 2024
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Durante el mes de marzo Naciones Unidas nos propuso dos fechas para tomar conciencia de un problema que dista mucho de estar resuelto: el 15 de marzo se celebró el Día Internacional de la lucha contra la islamofobia y el día 21, el Día Internacional de la eliminación de la discriminación racial.

Por desgracia, estos días siguen siendo necesarios. En nuestro país nos encontramos demasiado a menudo con manifestaciones políticas que incitan al odio y que establecen una falsa correlación entre personas migrantes y delincuencia, inseguridad o acaparamiento de las ayudas sociales. Esas declaraciones se sustentan en el convencimiento de que la población las va a dar por buenas, porque, aunque no queramos reconocerlo, nuestras sociedades siguen siendo racistas. El racismo está fuertemente instalado en nuestra realidad cotidiana, es un mal sistémico que se apoya en estereotipos difícilmente demostrables, pero que a la larga resultan poderosos. Por ejemplo, la percepción de una excesiva presencia de migrantes en España: Según el Eurobarómetro, el 20 % de los españoles cree que la población migrante representa una cuarta parte de la población, cuando en realidad la cifra está por debajo del 10 %.

Cuando hablamos de racismo nos tenemos que fijar en las personas racializadas, es decir, etiquetadas por unas características físicas, idiomáticas, que son minoría en un entorno determinado, y que son víctimas frecuentes de comportamientos racistas. ¿Quiénes son esas personas racializadas en España? Las asiáticas, las subsaharianas, las latinas, las magrebíes y las gitanas. Algunos de estos colectivos sufren además agresiones o discriminaciones vinculadas a sus situaciones de pobreza o a sus condiciones de extranjeros. Por desgracia, la agorafobia y la xenofobia también se incluyen entre los males de nuestra sociedad.

La mayoría de las manifestaciones del racismo no son delictivas, no son violentas, sino que se esconden en comportamientos cotidianos que no suelen detectarse como racistas. Se trata del microrracismo que acompaña a decisiones como no alquilar un piso a una persona extranjera, a prejuzgar las intenciones de una persona a la que consideramos diferente, a considerar que la población inmigrante solo puede desarrollar trabajos no cualificados, o a hacer comentarios despectivos sobre aspecto, cultura o creencias distintas a las nuestras. Esto quiere decir que podemos ser racistas sin tener conciencia de ello, y que es muy difícil luchar contra algo que no se percibe con facilidad, pero que está asentado en nuestras cabezas y en nuestro entorno. Por ejemplo, España, junto con Alemania y Suecia, encabeza la lista de los países con niveles más altos de controles de identidad social. Una persona negra en España tiene 42 veces más posibilidades de ser parada por la policía que una persona blanca.

Una muestra más de que el racismo sigue vigente en nuestro país es que el año pasado se registraron en España más de 750 denuncias por delitos de odio relacionados con el racismo y la xenofobia. Este dato triplica las denuncias de hace diez años. Y eso que el Ministerio del Interior reconoce que solo denuncian el 10 % de las personas víctimas de actos racistas.

Y una última evidencia del racismo latente es la proliferación de manifestaciones abiertamente racistas por parte de personas que hasta ahora negaban serlo. Con la aparición y crecimiento de partidos políticos que incluyen en su ideario proclamas contra la inmigración, las personas se sienten más libres para hacer público un racismo que nunca habían abandonado, pero que ocultaban por ajustarse a la corrección política.

Puesto que asumimos que el racismo es algo estructural, que está presente en nuestra vida cotidiana, Amnistía Internacional propone una postura activa, antirracista. Es necesario educar a las personas para detectar conductas racistas propias y ajenas, para denunciar, para afear comportamientos y declaraciones que incitan al odio y la discriminación, ya sean hechas por personas anónimas o por representantes políticos. Solo luchando contra el racismo podremos dejar de ser racistas.

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