Antonio Morlanes

Todos responsables

Presidente de ARAGONEX
05 de Mayo de 2023
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Si partimos del hecho cierto de que cada persona es un individuo irrepetible y que tiene sus propias características que permite definirlo como único, quizás entonces empecemos a darnos cuenta de que el respeto por los demás es el fundamento sobre el que se basa la convivencia y, por derivación, la conjugación justa de intereses colectivos.

Pues esto, que parece tan sencillo, tiene las complicaciones que produce el intento de equilibrio, ya que el sentido de lo justo es tan subjetivo que lo condiciona todo. ¿Cómo se define la medida que se debe utilizar para los esfuerzos de cada cual? Puede que no sea al cien por cien la respuesta exacta, pero me atrevería a decir que no hay otra medida mejor que la cimentada en la voluntad libre de los ciudadanos para elegir el modelo sobre el que desean vivir y, por supuesto,  en un sistema de Estado basado en el Derecho.

El nihilismo nos traslada la creencia de que nada tiene valor absoluto y que no hay nada que sea la nada. Esto nos lleva a que no hay valores supremos pues conduce al autoritarismo de unos pocos; sólo nos sirve la voluntad de las mayorías, sabiendo que éstas no son permanentes. Por tanto, la convivencia siempre estará determinada por las normas de las mayorías con respeto a las minorías conformando el conjunto total. En definitiva, estos valores supremos tienen como objetivo la eliminación del libre pensamiento. No hay caminos alternativos y,  en buena medida, significa el aprovechamiento de aquellos que desean encontrar todo hecho y no implicarse , por tanto el resultado es lo más cercano a vivir en la nada. Mi reiterada petición de que, en base al respeto a las ideas, hagamos el esfuerzo de integrar y complementar intereses, nos conducirá a una mejor y más justa sociedad.

Si no hacemos todo lo posible por entendernos en grupos como ciudades o países, la cuestión se deriva en algo tan deprimente como la imposibilidad de que los seres humanos nos comprendamos al margen de territorios hechos con fronteras artificiales que nunca han servido para nada positivo, a excepción del beneficio de unos pocos.

Lo importante es que aprendamos a no trasladar responsabilidades a terceros. Si estamos compartiendo un modelo de vida, que este se configure con la participación de todos. No podemos pretender que la clase política pertenezca a otra especie al margen de la nuestra, y que esto nos dé pie a que podamos adjudicarles todo lo negativo que nos sucede. Es un grave error que nos conduce a situaciones, como poco, de tensión entre todos los que integramos la sociedad. Es innegable que nunca existe el modelo perfecto que da conformidad a todos, por tanto, seamos generosos en la forma de vida, aceptemos que el egoísmo no conduce a lugares de paz entre los ciudadanos y que si nos esforzamos en una fórmula, en la que nadie quede marginado, habremos conseguido el objetivo de vivir.

Todos nos equivocamos y acertamos. Nada es, en absoluto, ni bueno ni malo y por tanto es conveniente escuchar las posturas del resto, no en vano se derivan del intelecto. Los políticos, en general, no hacen otra cosa que ser los portavoces de lo que demandamos los ciudadanos,  en ocasiones es aceptable y aplicable y en otras se debe desechar,  pero no por eso se debe marcar como incapaz de continuar participando.

Así que, preocupémonos más por la globalidad humana y no perdamos el horizonte de nuestra propia ruta, estamos en situación temporal y no debemos actuar como dueños de lo que no nos pertenece. Con esto me estoy refiriendo a la Naturaleza. Es nuestro cobijo, es como el amigo que nos abre la puerta de su casa, por supuesto también la del frigorífico, y sólo nos limita a que cuando salgamos la dejemos bien, es decir, limpia y arreglada, porque después vendrán otros amigos que la ocuparán y la condición continuará siendo la misma.

Todos somos responsables de que todos tengamos derechos y libertades, pero habremos fracasado con que uno sólo quede fuera, pues nadie nos garantiza lo que puede sucedernos en ese periodo, corto o largo, que tenemos de vida.

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