08 de Diciembre de 2022
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La sintonía refuerza la identidad. Ayer  la Ciudad se superó en la celebración del Tota Pulchra.  La  orquesta, completa, y el coro, abundante,  formados para el acto, demostraron sus posibilidades. El director estuvo a la altura, y la soprano espléndida, por sentida. La melodía del  Gaudeamus como preludio fue un acierto que recordó los antecedentes de la celebración. El Tota Pulchra sumió a los presentes, fieles o no, hasta abstraerlos. La atmosfera se palpaba. La Salve hubiera sido de circunstancias e incluso más fácil, con otra  de las bellas composiciones exclusivas del Archivo se la Catedral. La melodía del Tota Pulchra es también un bien patrimonial.

El claustro del Ramón y Cajal aumentó considerablemente su participación incluyendo a profesores jubilados. Felicitaciones. El Ayuntamiento también lo hizo, con diferentes colores,  sin  anacrónicas reticencias. Adelante. Paradójicamente la tercera de los corporaciones, el Cabildo, en su ámbito, apareció residual. Falta clarividencia y voluntad. El público y los fieles fueron los que con su presencia proporcionaron una singular atmósfera. Su  concentración  hizo del silencio una ambientación  sugestiva que se palpaba, no hubo ni siquiera un carraspeo. Esta es  la evidencia: no es imprescindible contarse entre los fieles activos, desde el respeto del saber estar  se crea identidad. Es otra forma de solidaridad. El Tota Pulchra es ya uno de los actos y una de las melodías  que definen las peculiaridades de esta ciudad, que sin ser fanática sabe convivir, y sin refugiarse en la nostalgia de las antiguallas sabe ser distinta.

Faltó el anacrónico  son de los timbales, que solo sirve  para anunciar que el acto va a comenzar, pero que definen un preludio. Hay empanadas mentales que,  frente a la imprescindible diferenciación entre lo laico y lo religioso, ocultan la imposibilidad congénita de quien es incapaz de digerir. En los  profesores eché en falta la loba u hopalanda, que algún año han solucionado con una toga al uso. La elegancia no es esnobismo. Gusta ver que la gente sabe aparecer según las circunstancias. Ayer hasta el sonido de campanas estuvo envuelto por la niebla de casi todos los años.

También con actos como estos, aparentemente superados, contrarrestamos esa atolondrada modernidad en que hay de deshacerse de supuestos lastres para seguir adelante. Deshacer, deshacemos, pero necesitamos de símbolos y mitos, de relatos y recuerdos, que es mejor no desentrañar más de la cuenta, no para engañarnos sino porque los necesitamos. Solo se puede avanzar si no se pierde la senda. El encanto de soñar no se está sustituyendo con los avatares digitalizados. Si borramos los recuerdos y las experiencias porque son fruto del pasado,  la ansiedad generalizada necesita de sucedáneos. Cuando creemos que el pasado es una carga se inventa el vintage. Las alternativas, necesarias, suelen  ser precarias, porque, queramos o no, lo añejo tiene gancho.

Somos una sociedad que en la secularización ha encontrado una forma de ser más adecuada, pero no se da adecuación haciendo borrón y cuenta nueva. La religiosidad es solo una opción, pero el fanatismo una triste realidad en nuestra historia que necesita estar, si no es a favor, en contra. Hay que verlo y neutralizarlo.

Celebraciones como el Tota Pulchra tienen lugar hoy en esta ciudad, porque esta ciudad sabe estar, para seguir adelante.

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