alberto ayora

De los valores y virtudes del montañismo

Coronel del Ejército, escritor, conferenciante
19 de Julio de 2022
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El montañismo y el senderismo, en auge
El montañismo y el senderismo, en auge

Agradezco esta oportunidad que me brinda este nuevo medio que nace libre e independiente. La orogénesis es la formación o rejuvenecimiento de montañas y cordilleras. Seguro que “El Diario de Huesca” va a suponer una convergencia de fuerzas que van a modificar un panorama erosionado por la falta de un pensamiento crítico y enriquecedor.

Si Huesca es una tierra mágica, lo es por sus montañas y las experiencias vitales que brinda nuestro territorio. Estoy firmemente convencido que el deporte es una herramienta de transformación social, y que la montaña es una escuela de VIDA, que nos ayuda a crecer como personas. Huesca debería ser la universidad del medio natural.

Sin duda, el montañismo y los deportes de montaña están viviendo un periodo de popularización, transformación y evolución. Todo tiene sus ventajas e inconvenientes, pero nunca debemos olvidar la esencia de nuestros deportes, así como los valores personales y sociales que aportan.  La mala praxis deportiva y el convertir el deporte en una herramienta para otros fines no deportivos, donde sus valores quedan enterrados, es nuestra destrucción como sociedad. Mi alegato en defensa del montañismo es una razón de nuestro SER como humanidad.

Debemos evitar modelos deportivos focalizados íntegramente en la “cantidad” y no en la “calidad”. No se debe trabajar pensando únicamente en la competición, el éxito, la fama, las medallas, los premios, los ingresos económicos… donde no se valoran en su justa medida el esfuerzo, la entrega, la dedicación, las horas de sacrificios… Donde solo se aprecian el “deporte negocio” y el “deporte en base al resultado”. Ese “deporte” en el que el fin justifica los medios. Ese “deporte” del ego desmedido. El “deporte sucio” en el que todo vale. El modelo de deporte en que más tarde o más temprano aparecen la corrupción, el fraude, el doping, los engaños y las trampas

Cuando promovemos la práctica deportiva tenemos que pensar y apostar de verdad por el deporte como forma de vida. Por un modelo deportivo en el que prime su verdadero SENTIDO de trascendencia humana. El deporte como escuela de valores y virtudes, que nos ayudan a conocernos a uno mismo, a vivir la vida con autenticidad y a nuestra superación personal.

Los valores están orientados al crecimiento personal y en la montaña se exaltan. Valores sociales como el respeto, la amistad, la cooperación, el trabajo en equipo, la responsabilidad social, la justicia, o el compañerismo. O valores personales  como la autodisciplina, el autodominio, el autoconocimiento, la autorrealización, el espíritu de sacrificio…

Las virtudes son la dimensión práctica de los valores, que en la montaña se aprenden, pero no se enseñan. Se adquieren, como la experiencia en la vida, pero con una disposición que exige esfuerzo. Son virtudes de un buen montañero y deportista la lealtad, la sinceridad, la obediencia, el espíritu de renuncia, la fidelidad a los compromisos, la modestia, la generosidad... 

Para toda asociación o institución que quiera ser ejemplar en el medio natural, hay unos valores mínimos que debemos fomentar y defender, tales como la libertad, la igualdad y la solidaridad. Y hay unas virtudes mínimas que debemos esforzarnos en que los montañeros aprendan desde edades tempranas, tales como la humildad, la honestidad o la prudencia.

El montañismo tiene la potencialidad de cambiarnos profundamente para bien como personas, de fortalecer nuestra resiliencia, de estimular nuestras capacidades genéticas y nuestro carácter, de desarrollar nuestra inteligencia emocional y social, pero la simple práctica deportiva no genera automáticamente valores ni virtudes, sino que es necesario un marco adecuado, un sistema político que facilite la promoción y desarrollo de estos valores y virtudes. Y las asociaciones e instituciones tenemos que adaptarnos y promover este cambio.

El montañismo que anhelamos y necesitamos está dentro de nosotros mismos, en lo que de verdad somos… Siento que en muchas ocasiones gobiernos y administraciones hablan de promoción deportiva, olímpica… de desarrollo sostenible…, sin ser conscientes de lo que significa. Porque en primer lugar, nunca debemos olvidar que el olimpismo es una experiencia de vida y una actitud ante la vida, que intenta resaltar el poder transformador de la vida humana fundamentándose en los valores que se generan.

El verdadero objetivo del olimpismo, el fin último, no es ganar medallas y dinero, sino poner siempre el deporte al servicio del desarrollo ético y digno del hombre, con el fin de favorecer el establecimiento de una sociedad más justa, más pacífica y comprometida.

Tenemos un inapreciable tesoro, nuestros jóvenes. Creo que hay que promover la práctica de los deportes de montaña y escalada en la edad escolar, pero siempre enfocando el deporte con un fin educativo. Si se prima la aptitud sobre la actitud, la técnica sobre la predisposición… el deporte deja de ser educativo. Por ello el trabajo del guía, del maestro, del educador… debe ser buscar el autoconocimiento, potenciar el diálogo en la solución de conflictos, fomentar la participación de todas y todos, aprovechando el fracaso como elemento educativo, resaltando siempre el respeto y la aceptación de las diferencias individuales. Dando más valor a la persona a que al atleta. Viviendo con ellos el camino y no centrándose en el resultado.

Ese “arte de escalar cumbres y paredes”, esa forma de vida que es el alpinismo, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, debemos respetarlo profundamente, protegerlo y fomentarlo al máximo. Y este arte se practica en un santuario sagrado que es la MONTAÑA. Un espacio natural que nos ha regalado una forma de vida a todos los que llevamos años viviéndola y sintiéndola. Un medio ambiente frágil y bello, por el que nosotros debemos dar todo lo que sea necesario para su conservación, lo más inmaculada posible, para las generaciones venideras.

Y siento que en algunas cosas nos estamos equivocando, y que si no rectificamos a tiempo perderemos algo muy difícil de recuperar y luego nos lamentaremos. Que estamos en un momento de cambio. Que no vale hacer siempre lo mismo y acomodarse. Que ha llegado la hora de luchar y esforzarse al máximo por unos ideales, por escalar una montaña de valores y virtudes, donde la victoria no va a estar asegurada, donde no va a haber recompensas, pero donde seguro que se va a obtener una profunda satisfacción personal por el trabajo realizado, y el resultado de ser mejores personas.

Aprendemos a ser humanos incorporando valores a nuestra existencia. Pensar en los demás implica ser austero consigo mismo. En la montaña construida con valores no se vence, se convence.  Las personas cuando tienen ideales valiosos, convicciones morales, voluntad de desarrollar las posibilidades de su ser, tienden a unirse y cohesionarse como grupo, como EQUIPO.

Cuando no hay cohesión interna, ni ideales comunes, lo que tenemos es un montón amorfo de individuos, una masa, que siempre es fácilmente manipulable y manejable por los poderosos. Una masa que pierde su principal valor y razón de existir: la LIBERTAD.

Larga vida al “Diario de Huesca” y al periodismo libre e independiente.

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