La situación de la dictadura venezolana es lamentable y grave. Alterar descaradamente el resultado de unas elecciones y negarse a la alternancia del poder, una de las notas más definitorias e importantes de las verdaderas democracias, resulta un atentado a la lógica, a la razón, a la inteligencia y desde luego a la democracia y a la libertad.
Maduro se ha proclamado presidente, sin aceptar las actas ni el resultado electoral. Sorprende que el gobierno de España no ha reconocido al triunfador electoral, mostrando la sospecha de tener que ocultar y callar muchas trapacerías, que arrancan ya de la época de Rodriguez Zapatero, cuya política repugnante tantas complicaciones ha aportado a la vida política española.
Era entonces ministro de Defensa Bono y embajador Morodo, quien ha resultado hace poco convicto de delito en relación con el dinero obtenido en Venezuela. Petróleo mediante, dinero fácil gracias al poder, los “ejes de su carreta bien engrasados”, como dice la canción sudamericana. Y Zapatero con sus numerosos viajes a Venezuela mucho tendrá que contar, y mucho más tendrá que callar, aunque todavía se le da mucho jabón y masaje en su partido y sus medios.
Persiguieron a María Corina Machado que era y es la líder de la oposición y la alternativa política. Tuvieron que buscar al señor Edmundo González Urrutia que ganó por amplia mayoría, y al que le montaron un lamentable chantaje en la embajada española para que tuviera que abandonar el país.
Maduro sigue aferrado a su dictadura, la que muchas voces claman de narcodictadura, con los altos mandos militares engrasados, con el lema mafioso de “plata o plomo”, haciendo prácticamente difícil la lucha contra la corrupción y por la limpieza política.
Hay que destacar, o no olvidar, la enorme represión, los desaparecidos y los enviados a presidio, aparte de los más de siete millones largos de emigrados huyendo del matonismo agresivo al modo cubano con que se conducen los gobernantes venezolanos. Gobernantes en ambos lugares, Cuba y Venezuela, que han conseguido enriquecerse a la par que ha aumentado la miseria y la escasez en amplias capas de sus poblaciones y la ausencia de libertades y de pluralismo.
González Urrutia ha sido reconocido como presidente ganador de las elecciones por una muy importante lista de Estados, no así por España, siempre excesivamente templada, especialmente desde la visita sorpresiva de la número dos de la dictadura venezolana, Delfi Rodríguez, y sus bolsas misteriosas, recibida de forma “pintoresca” en Barajas por Ábalos, cuando éste era el segundo en la jerarquía política socialista y gubernamental, y que con su falordia dio muchas y diferentes versiones. Ese dechado de virtudes políticas que ahora parla cándidamente de sus valores y virtudes cuando el hedor de la corrupción política invade toda España y sus instituciones principales.
Resulta sorprendente el silencio de las izquierdas españolas, que tanta teoría suelen alegar de democracia cuando interesa, tan pagada de sí misma, y que, salvo muy aisladas y contadas personas, no ha abierto el pico ante el desafuero de Maduro. Tanto desde el gobierno, que en este caso más bien parece de Zapatero, como de sus acompañantes socios, no han criticado el largo pucherazo de la dictadura chavista.
Silencio en los apoyos del gobierno excepto el PNV, que suele jugar siempre con varias cartas y conveniencias desde la ambigüedad. No es de extrañar en el caso de Podemos-Sumar que siempre se mantienen en sus posiciones provenezolanas de Maduro. Pecado original será.
España parece ir a una deriva autocrática populista, que se caracteriza por la obsesión por la detentación del poder a cualquier precio, la demonización de cualquier forma de oposición, y se limita la alternancia en el poder en el tiempo, con olvido de las formas clásicas de hacer política mediante acuerdos, diálogos y programas, y de respeto y atención a las minorías, a las normas, a la autonomía de las instituciones, a los usos políticos democráticos y a la oposición.
Detentación del poder reduciendo todos los controles institucionales, alterando la legislación por criterios de coyuntura, como ejemplo la propuesta de reforma legal de los procedimientos judiciales iniciados desde investigaciones de prensa, (lo que llaman despectivamente “recortes de prensa”) en directa y clara sintonía con los casos familiares de Sánchez, que ya tildan de “ley Begoña”.
La lucha por la democracia en Venezuela continuará necesariamente, en la medida que Maduro no puede seguir liderando un régimen que está plagado de corrupción y represión, aunque será muy difícil que haya una involución desde el propio régimen vigente, máxime cuando los intereses económicos existentes, con el petróleo por medio y la fuerza del narcotráfico son muy grandes y complejos, y las prácticas mercantiles de la alta política internacional dan para mucha tela que sospechar, digo que cortar.