No suelo prestar demasiada atención a las disputas políticas, y menos públicamente, pero en el último pleno del ‘Estado de la Ciudad’ en el Ayuntamiento de Huesca me llamó la atención la falta de consenso en algo tan elemental como el cambio climático.
Porque una cosa es predicar y otra dar trigo, que decimos por aquí, cuando se rechaza invertir en la mejora de los patios de colegio para adecuarlos a las altas temperaturas y evitar que nuestro hijos cojan una insolación o se considera que los carriles bici son una mala iniciativa. (Por cierto, alguien sabe cuándo se podrán utilizar los modernísimos y tecnológicos aparcamientos de bicicletas repartidos por toda la ciudad, porque hay varios que ya están rotos y suponen un peligro para los ciudadanos).
Y me cuesta entender el abandono en el que está sumida la ‘Vía verde’ por la que caminamos cada día centenares de oscenses. Hasta hace dos semanas la maleza invadía los márgenes y amenazaba con ‘devorar’ a los paseantes dificultando el normal desenvolvimiento de las personas que recorren esos caminos.
Afortunadamente ya está resuelto ese pequeño problema, pero se mantiene la dificultad para poder encontrar los mojones que señalan los kilómetros recorrido (están escondidos entre altas hierbas y borrosos) y la señalización de los postes está tan desdibujada que es necesario recurrir a un experto en arqueología para adivinar qué pone en los letreros. Como tampoco estaría de más echar un repaso a los caminos de acceso a Huerrios, Alerre y cementerio de Huesca.
En un tramo posterior al puente de Huerrios se procedió hace un par de meses a la tala de árboles de las dos laderas, sin que hasta la fecha (casi han vuelto a crecer) se sepa el motivo o la intención de esa desaparición que nos ha privado de una sombra reparadora.
Tampoco está en muy buen estado la zona de descanso y no estaría de más colocar algún banco a lo largo del recorrido como ya ha reclamado alguna asociación. De esa manera podrían tomar el relevo de los cuatro bancos que desaparecieron en el tramo de la calle San Jorge antes del cruce con las antiguas vías del tren y que pasaron a mejor vida -junto con tres árboles-, cuando se inauguró la residencia de Vitalia, cuyos clientes sí que disfrutan de un parque privado en esa esquina.
Eso sí, también hay que hacer un llamamiento a los usuarios que pasean con sus mascotas y no recogen los excrementos porque deben pensar que todo el monte es orégano.
Huesca disfruta de unos magníficos alrededores en los que se puede pasear, caminar, correr, ir en bicicleta en contacto con la naturaleza (zona del río Isuela, caminos del Castillo de Montearagón, Valdabra….) y son muchas las personas que los utilizamos a diario. Es un privilegio que hay que potenciar, aunque tengamos que sufrir en muchas ocasiones el olor insoportable de las granjas de cerdos.