La madrugada del 5 de noviembre de 2000 amaneció con una tristeza desoladora para quienes éramos una familia de más de cincuenta trabajadores en un periódico que caminaba a hombros de gigantes, como la metáfora relatada por Bernardo de Chartres. Eran tres, José Manuel Porquet, Antonio Angulo y Luis Gómez. Regían Diario del Altoaragón con sentido y con sensibilidad, con inteligencia y sin tribulaciones, en tiempos dorados de beneficios en los que se permitían renunciar a las tentaciones de asaltar las arcas institucionales. Incluso las rechazaban, me consta. No querían artificios.
Aunque su marcha era la crónica de una muerte anunciada, el dolor se apoderó hoy hace 25 años de todos. Habíamos compartido doce felices años con importantes hitos, el último el traslado a la Ronda Estación tras dejar la Calle La Palma que albergó el diario provincial 68 años. Eran, como decía él, los últimos minutos de la prórroga, la que disfrutó con su amor por la vida desde que cinco años antes le detectaran un cáncer. No le amedrentó la enfermedad, probablemente porque la acompañó con más firmeza que resignación. Lejos de conceptos lastimeros, resultaba absolutamente admirable verle cincelar su Tragaluz cada día a una mano, la del brazo que le quedó en plenitud tras la operación.
Había nacido José Manuel 50 años antes, onomástica del 9 de septiembre, en Huesca, aunque si algo le definía era la identidad monzonera y la silueta del Castillo templario presente cada día de su vida.
Porquet Gombau cursó Derecho en la Universidad Central de Barcelona y Periodismo en la Escuela de la ciudad condal. Su primer destino fue la función pública en el Ayuntamiento de Barcelona, pero el servicio militar le atrajo a Huesca en 1972... y de Huesca no se movería. Su periplo profesional en la capital oscense se abrió en la asesoría de José María Morlán, pero fue apenas un soplo porque recibió el encargo de dirigir la página de Huesca de Heraldo de Aragón. Muy pronto destacó su pluma de seda y su guante de hierro para denunciar las injusticias y las irregularidades. Ya en el rotativo regional, abrió su sección gastronómica bajo el seudónimo de Barón de Regrustrán que le acompañó siempre y ha trascendido con un premio en la Escuela de Hostelería San Lorenzo dentro de las Semanas Gastronómicas.
1989 marcó un hito en su trayectoria al ser contratado como director general de Publicaciones y Ediciones del Alto Aragón (Peasa). Luego sería también presidente. Allí abrió su "El Tragaluz", su columna diaria en la contraportada que iluminaba a los lectores con su rotundidad en la crítica y su sutileza en una armonía que hubiera encantado al ora iracundo, ora amable Joaquín Costa. Lo suyo era el periodismo, y aún recuerdo el momento en el que devolvía a Luis Gómez toda la documentación entregada en el Curso de Alta Dirección de Empresas de la CAI que había comenzado antes: "Luis, esto no es lo mío".
Es lo que tienen los grandes periodistas. Cuanto más disfrutaba José Manuel, más aprendían y gozaban sus lectores. Si El Tragaluz fue tal ejemplo que Julio Alvira recogió una selección de los más brillantes o significativos en un libro de la Asociación de Periodistas, las crónicas sociales bajo el seudónimo de Carolina Urdués constataban una mordacidad digna de aquellos tiempos de curiosidad sanísima, hoy perdida en la profesión excepto para hacer lo que Javier Lambán denominaba "antropología modernista y superficial", nada que ver con el sagrado oficio. Carolina convertía San Lorenzo en una fiesta del ingenio.
José Manuel, como Antonio y Luis, era un jefe "potenciador". No sólo delegaban esa formidable trinidad, sino que inspiraban la iniciativa. Así emergieron en esos tiempos los suplementos económico, educativo, cultural y social, favorecidos por unos resultados que nunca volverán y que obedecían, además de la constante adaptación a los tiempos, a un aspecto filosófico que nos unía a todos: mirar a la cara al lector y comprometer con él el mejor periodismo.
No se limitó José Manuel al efímero devenir del diario que en una jornada ya es viejo. Si ya anteriormente había firmado con don Antonio Beltrán Martínez -otro sabio polígrafo que tal...- el gran volumen "La cocina aragonesa", la divulgación gastronómica llevó su sello en "La cocina del Alto Aragón" y "La cocina de las amas y los amos de casa". Fue un gastrónomo ejerciente, que vivió la primera etapa de las deconstrucciones y otras evoluciones pero que disfrutaba superlativamente con los morros o los callos que pedía específicamente a Mariano Navas, superada ya la fiebre de la experimentación. Un comensal que quería convertir cada mesa que compartía con un acontecimiento medido en pequeños o grandes detalles, como las rarezas deliciosas en vinos que le ofrecía Lorenzo Acín. Aún recuerdo aquella comida con los tres citados en la que, cuando Urbano García anunció que nos tenía preparado un Gran Reserva de Pesquera, me espetó: "Javier, apunta esta fecha porque hoy tenemos aquí un festival".
En otro plano, el del séptimo arte, escribió dos libros, uno centrado en la personalidad de Paco Rabal, que le impresionó profundamente. Con Pepe Escriche y su equipo (Domingo Malo fundamentalmente), eran un tándem imbatible en aquel Festival de Cine de Huesca que crecía briosamente.
Fue igualmente azote de empresarios taurinos, Justo Ojeda lo sufrió, en su papel de crítico taurino avezado y de juicio implacable, lo que transparentaba a los ojos de los buenos aficionados algunos trampantojos sobre el ruedo en el coso oscense.
En su vocación polifacética, era consejero del Instituto de Estudios Altoaragoneses, pero también desprendía pasión por el deporte, que practicaba en el caso del fútbol-sala con abarcables habilidades, esto es, escasas. Sin embargo, su capacidad de ver el fútbol o el baloncesto eran prodigiosas, y en la contemplación activa era seguidor del Espanyol, de la Sociedad Deportiva Huesca (aquella General en la que con Gofi, Paco Barreña, Jorge Naya y José Luis Martín-Retortillo se convertían en azotes de los linieres cuando la cursilería no los homogeneizaba con el nombre de jueces de línea) o del Club Baloncesto Peñas, rebautizado como Huesca la Magia.
José Manuel Porquet, que heredó esta pulsión de su padre, fue uno de los fundadores de la Unión General de Trabajadores en Huesca y afiliado del Partido Socialista Obrero Español. También en este ámbito fue reflexivamente crítico con los que fueron "suyos" y extraordinariamente con los que nunca apreció como "los otros". En su papel periodístico, siempre buscó la distancia.
El 6 de noviembre de 2000, su periódico le rindió un homenaje con la información y dos firmas, la primera la de Luis Gómez Zapata bajo el título de "Un gran hombre". "Estoy procurando desechar todo atisbo de amargura de la que él, con su inagotable agudeza, sería el primero en burlarse, sugiriendo, quizás, que no perdiera el tiempo en cosas que no merecen la pena y que mejor haría en marcharme con algún buen amigo a saborear una copa de buen vino, como tantas veces hicimos juntos". "Hombre de vasta cultura, vivió, hasta el final, como quiso vivir, conocedor de multitud de frases y citas célebres a las que recurría con envidiable soltura. Despidámoslo con una de Esopo: "Mejor es morir de una vez que vivir siempre temiendo por la vida"".
La otra pluma fue la de este escribano: "Por más que intente emular el espíritu de José Manuel, siempre encarando el horizonte con la mayor amplitud y alegría, no puedo evitar caer en el egoísmo de pensar quién me dirá si la estocada fue "bajonazo infame". Quién me resaltará que ese vino constituye un hito en la historia de un cateador. Quién me despejará las dudas e incógnitas. Quién me mostrará que el neoliberalismo y la ciudad-Estado zaragozana no son buenos. Quién me reprenderá cuando doy importancia a cuestiones sin sentido. Periodista y licenciado en Derecho, pero, además, sobresaliente cum laude en el magisterio de la vida: hasta siempre".
Hoy, veinticinco años después, es de justicia sumarse al recuerdo que más próximos que nadie tienen su mujer, María Elena Pardina, y sus hijos Gabriel y Manuel. Al ser patrimonio oscense, la remembranza entra en el baúl de todos los oscenses de esta provincia que tanto amó y que también describió. Gracias por tanto, José Manuel.