Alicia Randet Coso, adiós con el corazón lleno a una vida de servicio en Barbastro

Tras 44 años de vida laboral, 17 de ellos en la Farmacia Lachén, comienza con muchos planes la etapa de la jubilación

15 de Enero de 2024
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Alicia Randet, rodeada de su compañeros de la Farmacia Lachén, el día de su jubilación.
Alicia Randet, rodeada de su compañeros de la Farmacia Lachén, el día de su jubilación.

Tras 44 años de actividad laboral y 17 dedicados al servicio de la salud y el bienestar de la comunidad barbastrense, Alicia Randet Coso ha comenzado una nueva e ilusionante etapa: la jubilación.

Ha sido la cara amable y la voz paciente que ha recibido a los clientes en la Farmacia Lachén de la ciudad del Vero y se ha ocupado de gestionar sus encargos y pedidos, entre otras funciones que siempre ha realizado con simpatía y profesionalidad.

Confiesa sentir emociones encontradas al dejar atrás una labor que ha amado y que le ha brindado gratificación personal. "Me ha gustado mucho mi trabajo, porque me encanta el contacto con la gente", asegura con entusiasmo, al tiempo que reconoce que "la edad no perdona".

Con una actitud resiliente y la sabiduría que le ha otorgado la experiencia, Alicia afronta ese cambio, a los 64 años, con determinación. "Intentaré irme adaptando poco a poco. Con las fiestas no te das cuenta, te parece que estás de vacaciones, pero ahora ya sí. De todas formas, me sigo despertando a las 7:15 con los ojos como un búho, es la costumbre".

Alicia Randet Coso, detrás del mostrador.
Alicia Randet Coso, detrás del mostrador.

Sus padres, como ella, nacieron en Barbastro. Su esposo, Jesús, falleció, pero tiene un hijo y una hija, Jesús y Patricia, además de tres nietos, Jimena, Sabina y Tristán, entre otra familia. Visualiza la nueva etapa como una oportunidad para acompañar y cuidar a su madre, que siempre le ha brindado un apoyo fundamental. "Me han ayudado mucho con mis hijos cuando eran pequeños y mientras yo trabajaba". Y se ocupa, con mucho gusto, de una tía que vive en una residencia.

Pero aún le van a quedar horas en el día para realizar muchas actividades más. Lo tiene clarísimo. "Hasta ahora no había podido estrenar la piscina cubierta de Barbastro, con las ganas que tenía de ir allí, con lo que me gusta el agua. Así que me voy a apuntar a natación. Y luego, leer -agrega-, otra cosa para la que no he tenido tiempo. Me apetece sentarme tranquila y estar un rato leyendo, dedicar todos los días una hora sólo para esto".

Pero, lo que más le gusta, es viajar. "Eso es la locura -admite-. En febrero ya tenemos un viaje programado, con mi hija y con mi nieta, y nos vamos a Laponia", desvela.

UN CIERRE LLENO DE EMOCIÓN

Se dice pronto, 44 años, que han pasado en un suspiro. Alicia comenzó a trabajar con 16, un verano, en los almacenes de coloniales Acín, hasta que cerró la empresa cuando ella había cumplido los 29. "Vendíamos de todo, desde comestibles y electrodomésticos, hasta calzado, o chocolate", rememora. 

Permaneció algún tiempo dedicándose a sus hijos pequeños y su siguiente destino laboral fue el Hospital, donde atendía el teléfono, entre otras labores.

Pero estaba apuntada en una bolsa de trabajo y le llamaron para ejercer de ordenanza en el Instituto Hermanos Argensola y allí pasó alrededor de ocho años y fue muy feliz. "Lloré cuando me fui, porque tenía muy buena relación con los críos y me vinieron todos a despedir".

Antes de recalar en su último empleo, permaneció seis meses en un estanco de la calle Saint Gaudens, para ayudar a unos amigos. Siempre entregada y dispuesta a todo.

Alicia está recogiendo todo el cariño que ha dado ella a lo largo de sus muchos años laborales.
Alicia está recogiendo todo el cariño que ha dado ella a lo largo de sus muchos años laborales.

LA FARMACIA LACHÉN

Su padre y el abuelo del farmacéutico Edgar Abarca -copropietario con su tío Joaquín de la Farmacia Lachén- trabajaron muchos años juntos en este establecimiento. "Se querían como hermanos y siempre nos hemos llevado también fenomenal con el tío de Edgar, Joaquín, el otro farmacéutico, y quien me fue a buscar. Con su hija, además, somos amigas de toda la vida", explica.

De esta experiencia laboral, se queda con lo feliz que ha sido. "Siempre he ido contenta a trabajar, nunca me ha dado pereza ni me ha costado, incluso ni durante los momentos tan duros de la pandemia", asegura.

Recuerda de aquellos difíciles días, que estaban desbordados, que cada jornada atendían de 400 a 500 personas y sin mascarillas. Después, llegaron estas protecciones y la clientela también se habituó a hacer la cola en la calle. "Era terrible, porque al principio no había de nada. Fue duro por la incomodidad y la situación de todo el mundo,  daba mucha pena saber que uno de tus clientes estaba en el hospital y el otro había fallecido porque a la gente le coges un cariño tremendo", señala.

El afecto que está recibiendo ahora, precisamente, es lo que más valor tiene para ella. "Casi no puedes andar por la calle, porque todos te felicitan. Me quedo con eso, con pensar que la gente me quiere de verdad, eso es una pasada. No me lo imaginaba yo, la verdad -prosigue con sencillez-. Creo que reconocen la actitud que he tenido. Yo siempre procuro tener mucha paciencia y cuando he tenido problemas, la enfermedad de mi marido, he procurado que en el trabajo nadie me lo notara lo más mínimo, ¿sabes?, estar alegre y animada, nadie tiene por qué pagar que yo tenga días malos".

Lo único que pide ahora es que le respete la salud para poder viajar y cuidar a los que antes cuidaron de ella. Esas son sus prioridades.

El último día de trabajo en la Farmacia Lachén fue el 30 de diciembre, un broche de oro a estos últimos 17 años en la botica, que vivió con mucha emoción y flores, regalos, la mesa llena de globos y acariciada por el afecto de sus jefes y compañeros.  Por si fuera poco,  al cierre acudieron sus nietos a buscarle, con panderetas y más flores. 

Alicia Randet Coso se lleva el cariño y el reconocimiento de aquellos que tuvieron el privilegio de encontrarla en su camino y se abre ahora a experiencias y placeres postergados.

 

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