No figura entre los "top influencers" de Youtube, Instagram ni Tiktok y no lo encontraríamos en el elenco de los más seguidos de hoy, y, sin embargo, San Úrbez ha dejado tal huella que, más de mil doscientos años después, es capaz de congregar a más de quinientas personas en la romería a su santuario en Nocito. Y todos con sentido de fe y de trascendencia que no entiende de estos tiempos vertiginosos. Ese ha sido el tenor de la homilía del obispo de Barbastro, monseñor Ángel Pérez Pueyo, acompañado del párroco Rafael Gállego y el prior de la Cofradía, Óscar Ballarín.
Ha sido una jornada muy especial porque en el altar ha quedado para la eternidad la ofrenda de Ignacio Almudévar, quien ha relatado el sentido de esta talla réplica de San Úrbez de Julio Luzán que es la moraleja de la lección de vida que se desprendió de su experiencia al borde de la muerte al principio de la pandemia. En San Úrbez, han estado presentes el presidente de la Diputación de Huesca, Isaac Claver, y el diputado Pepe Cebollero. Claver ha asegurado sentirse impresionado. “Es maravilloso ver cómo cientos de personas, venidas de tantos puntos de la provincia, se reúnen en torno a una tradición tan arraigada como esta. Jornadas como la de hoy nos recuerdan el valor y el orgullo que sentimos por nuestra tierra, por nuestras raíces y por mantener vivas nuestras costumbres”. La cofradía le ha obsequiado con una figura del santo en agradecimiento por su visita.
El rito popular arranca con la congregación de las 61 cruces procedentes de distintos puntos de Huesca. El santuario ha rebosado de presencia humana y de espiritualidad. Todo perfectamente preparado por ese sacerdote detallista y profundo que es Rafael Gállego. Y la homilía ha resultado, cuando menos, inédita, aunque conociendo al obispo Pérez Pueyo el sentido de la sorpresa da paso habitualmente al asombro.
SAN ÚRBEZ
No ha sido un sermón, sino una interlocución con el prior de la cofradía, a su vez gran animador de la comunidad, Óscar Ballarín. El obispo Ángel ha asumido que en Nocito se celebra la "memoria viva de un santo que no figura -al menos todavía- entre los top influencers de Youtube, Instagram o Tiktok. Si hiciéramos una lista con los 20 nombres más conocidos entre nuestros jóvenes —Ibai, AuronPlay, El Rubius, Rosalía, Messi, Shakira, Taylor Swift…— me temo que no encontraríamos a San Úrbez. Y sin embargo, aquí estamos, siglos después, reunidos en su nombre. ¿No es esto ya un milagro en sí mismo? ¿Querrá decirnos algo?"
Ya había conseguido el prelado que pastorea a su grey incluso con herramientas como Whatsapp extraer una sonrisa, que en la Iglesia de la alegría y de la esperanza es virtud. "San Úrbez no tiene canal de YouTube, ni sube vídeos bailando. No genera “tendencias”. Pero sí dejó una huella que ha durado más que cualquier “tendencia viral”. Una huella que pasa de generación en generación. Y entonces me pregunto —y me gustaría preguntártelo públicamente, como animador de la comunidad en el Sobrarbe y como Prior de la Cofradía de San Úrbez: Óscar, ¿qué crees que movió a nuestros abuelos, bisabuelos, tatarabuelos a elegir a San Úrbez como "su influencer" de entonces?"
Óscar Ballarín tiene tan bien aprendidos los rasgos de la historia que ha hecho una perfecta descripción de las virtudes y los valores del santo perfectamente extrapolables a nuestros tiempos. En el diálogo, se constata que más de 1200 años después San Urbez "sigue siendo una presencia viva. Porque eso es un santo: alguien que hace presente a Dios en medio de su pueblo".
Las palabras del prior han ayudado, según se desprende de las del obispo, "a descubrir que no necesitamos grandes campañas ni efectos especiales para ser sal y luz. Él nos enseña que una vida sencilla, ofrecida con amor a Dios y al prójimo, transforma el mundo. Que la santidad no es cosa de escapar del mundo, sino de sembrar esperanza dentro de él. Hoy, más que nunca, necesitamos “influencers del alma”, que no generen “contenido”, sino que generen vida auténtica. San Úrbez no subía vídeos… pero subía montañas. No publicaba historias, pero vivía una historia de fe, sacrificio y ternura con su gente. No tenía seguidores digitales… pero su vida sigue “siguiéndose” en Nocito, en Albella, en el Sobrepuerto, y en tantos corazones sencillos".
La reconfortante y -como diría la doctrina posmoderna- disruptiva homilía ha concluido con esta proclamación de Ángel Pérez Pueyo: "San Úrbez, que viviste en esta tierra y caminaste sus sendas, sigue acompañándonos desde el cielo, para que sepamos vivir con autenticidad nuestra fe, y que nuestra vida, como la tuya, hable de Dios incluso sin palabras".
EL RÍO DE LA VIDA
Ignacio Almudévar ha querido contextualizar su donación de la talla réplica de San Úrbez con un cuento. "Hace cinco años, el mundo se detuvo. Era marzo del año 2020 y las calles enmudecieron. Detrás de las ventanas, cada corazón latía con incertidumbre. Y entre todos ellos, el de Ignacio comenzó a latir más débilmente".
En medio de una emoción sobrecogedora, escuchaba el Santuario: "El virus lo arrastró sin compasión, como una corriente oscura que lo alejaba de la orilla de la vida. Cayó enfermo de gravedad. Tan grave, que un día —consciente de que quizá no habría un mañana— se dijo a sí mismo con la voz más firme que aún le quedaba:
—Ignacio, te quedan horas… pero muy pocas.
Y entonces ocurrió algo que no se puede explicar con palabras. Se abrió ante él un río inmenso, que no estaba hecho de agua sino de tiempo. Un río que nacía en la vida y desembocaba en el mar de la muerte. Era profundo, frío… y la corriente lo arrastraba.
Ignacio, en su alma, comenzó a nadar contracorriente. Cada brazada era un recuerdo. Cada patada, una promesa.
—¡Vamos, Ignacio, no pares! ¡No pares! —se repetía, como un rezo.
Y de hecho, rezaba. Padrenuestros uno tras otro, como quien lanza sogas hacia la orilla. En su corazón aparecía la imagen de San Úrbez, aquel santo de granito que un día colocaron en la cima de la Peña Guara. Allí estaba ahora, inexplicablemente, en el horizonte del río, firme, con su bastón de pastor y su mirada eterna.
San Úrbez bajó desde la montaña invisible, caminando sobre las aguas del río de la muerte, y alargó su mano. Ignacio la tomó, y al hacerlo, sintió que todo el calor de la vida volvía a su cuerpo.
No era su hora.
Volvió del hospital como quien vuelve de un lugar donde ya no hay calendarios. Supo entonces que algo había cambiado para siempre. Que había sido salvado por un motivo. Que debía vivir —no solo para él— sino para los demás. Y que una de sus visiones tenía que hacerse realidad.
"San Úrbez bajó desde la montaña invisible, caminando sobre las aguas del río de la muerte"
Cinco años después, ese sueño por fin se cumple: una réplica de San Úrbez, realizada con el arte generoso de su amigo Julio Luzán, se va a colocar en el retablo principal. Será bendecida por el obispo de Barbastro, don Ángel Pérez, y quedará allí para siempre, como símbolo de esa mano tendida que Ignacio sintió cuando nadaba entre la vida y la muerte.
Porque a veces, la fe no solo mueve montañas. También las baja del cielo para salvar una vida".
Entre la dificultad de contener las lágrimas, los presentes han prorrumpido en una ovación entrañable, al conocer al hombre "resucitado" a la vida, rescatado de las densas aguas que le arrastraban a la muerte. Un relato con mensaje que no ha cesado de contar a quienes le hemos querido escuchar porque representan una impresionante lección de humanidad, de fe, de esperanza y, en su materialización, de caridad.
Precisamente, al término de la misa se han repartido las caridades entre los asistentes, y posteriormente los romeros han disfrutado de una comida de hermandad en el entorno del santuario. El colofón de una Romería de una intensidad religiosa y humana invencible.