En un rincón del Centro Cívico Santiago Escartín, se tejen mucho más que hilos. El Aula de Tapices de Arcadia es un espacio donde cada puntada ayuda a sanar, a compartir y a construir nuevas relaciones. Este taller, concebido como una actividad artística y emocional dentro del Programa de Familias de Arcadia, se ha convertido en un refugio terapéutico abierto a toda la ciudadanía: un lugar donde el tejido es excusa para el diálogo, el aprendizaje y el acompañamiento.
Desde el pasado 13 de febrero, el taller se celebra en este nuevo emplazamiento de forma temporal hasta el 13 de mayo. Todos los jueves, de 9:30 a 11:30 horas, cualquier persona interesada, pertenezca o no a la entidad, puede participar en la elaboración de tapices individuales o colectivos, siempre guiada por familiares voluntarias y personal de apoyo.
El Aula de Tapices fue una de las primeras actividades impulsadas por Arcadia para acompañar emocionalmente a las familias de sus usuarios. Lo que comenzó como un espacio de respiro ha evolucionado en una propuesta que, por el momento, ha incorporado a dos vecinas del barrio del Perpetuo Socorro, pero se espera que el número siga aumentando, explica Pilar Alagón, educadora del Programa de Atención Familiar de Arcadia. “La idea es mantener este espacio para que toda la ciudadanía pueda disfrutar de esta técnica”.

Así, a día de hoy, una decena de familiares, usuarios y dos personas externas participan activamente. La propuesta ha demostrado que el arte textil puede ser también una herramienta de cohesión social y de cuidado emocional. “Hemos creado un ambiente familiar, de respiro, que funciona como un instrumento rehabilitador”, añade la educadora.
Inma Ubieto, madre de un usuario de Arcadia, recuerda que el Aula de Tapices nació para cubrir una necesidad concreta entre las familias de la entidad. Explica que fue pensado especialmente para las madres, como un espacio donde poder hacer algo propio, compartir tiempo y conocerse, ya que al principio apenas sabían quién era quién. Subraya que el taller le parece una iniciativa genial, ya que, en su opinión, las personas necesitan ocuparse, no pasar el día centradas en los problemas.
Para Ana María Pérez, usuaria del centro y vecina de Alcalá de Gurrea, el taller también representa una vía de cuidado emocional. Comenta que comenzó a asistir como una forma de terapia y que la actividad le proporciona calma, además de ayudarle a convivir con otras personas que atraviesan dificultades similares. Reconoce que al principio no sabía nada sobre tapices, pero en estos dos años ha aprendido mucho. Describe cada sesión como un momento de desconexión y concentración en el que todo lo demás se desvanece.
Además del valor humano, el Aula cuenta con un componente simbólico importante: los materiales utilizados proceden del taller de la galerista María Jesús Buil, quien falleció en un accidente en 2018. Fue ella quien donó sus marcos, lanzaderas y lanas, y desde entonces, el grupo continúa trabajando con ese legado, que Pilar Alagón dice que aprovechan siempre “con respeto y gratitud”.
Mientras las familias sigan implicadas y entusiasmadas, el taller seguirá funcionando. Porque en este espacio, entre hilos y colores, se construyen redes de apoyo y bienestar.