La Iglesia de Santo Domingo ha sido el escenario de la celebración de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, fiesta de la Archicofradía de la Santísima Vera Cruz, con una Eucaristía a las 20 horas presidida por el obispo de Huesca, Julián Ruiz Martorell, en memoria de los cofrades fallecidos, a cuyo término se ha venerado la reliquia del Lignum Crucis, la madera de la cruz utilizada por los romanos para crucificar a Jesucristo.
El prelado ha afirmado en su homilía que "no exaltamos una cruz cualquiera o todas las cruces, sino la de Cristo, porque en ella se reveló el amor de Dios". El Padre dio al Hijo para salvarnos, ha agregado, en una expresión de "toda la omnipotencia mansa de la misericordia de Dios". "Donde los demás ven un patíbulo vemos un trono" en el que está Jesús glorificado "porque era el Hijo de Dios el estaba en la Cruz. Por eso el Padre exalta a Jesús", signo "del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros".
Con esta manifestación de amor, el Jesús elevado a la Cruz "nos apoya en nuestras cruces personales y nos invita a mirarle desde el Crucificado". Y con ello "transforma la muerte en vida, el odio en amor, la incredulidad en fe", a la vez que "mira al mundo con compasión y ternura". "La Cruz no es nada sin el crucificado", de ahí nuestra veneración a la entrega de Cristo por amor, "la expresión más elevada del amor".
En la ceremonia religiosa, han participado los miembros de la Archicofradía de la Vera Cruz encabezada por su prior, Fernando Altemir, que ha acompañado la conmemoración al órgano, y el mayordomo primero, José María Río.