El barrio de San Martín presenta a sus mairalesas y vuelve a marcar la diferencia con el primer mainate infantil

María José y Jorge Guiral Sanvicente, que han actuado como mantenedores, han evocado muchos recuerdos del barrio

Myriam Martínez y Mercedes Manterola
09 de Noviembre de 2024
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Mairalesas y mainate del barrio de San Martín 2024

El barrio de Santo Domingo y San Martín se ha vestido de gala para celebrar este sábado uno de los momentos más esperados de sus fiestas: la presentación de las mairalesas y el mainate, figuras que representarán todo el año a esta zona de la ciudad.

Las fiestas han arrancado por la mañana con el lanzamiento del tradicional cohete y ya por la tarde, a pesar de que el derbi entre la SD Huesca y el Real Zaragoza en El Alcoraz, que ha terminado en empate a uno, ha reducido un poco la afluencia, el Palacio de Congresos ha acogido a un nutrido público, entre el que se encontraban las concejalas de Fiestas, Nuria Mur, la de Servicios Sociales, Marta Escartín, y los ediles socialistas Fernando Sarasa y Fernando García.

El periodista Javier Cao, vecino de la zona, ha sido el encargado de conducir el acto. La música y los bailes del grupo Elenco Aragonés -que conmemora este año tres décadas sobre el escenario- han evocado las raíces aragonesas, como lo han hecho las voces de Javier Badules, dos veces galardonado con el Premio Extraordinario del Pilar, junto a las de Mercedes Budiós y Marta Torralba.

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Con el ambiente cargado de emoción, las mairalesas y el mainate del año pasado han acompañado a sus sucesores hasta el escenario, donde han recibido con orgullo la banda distintiva y un ramo de flores, símbolos de su nuevo rol. Este año, tomando el relevo de Lucas Martínez, se ha nombrado a otro mainate -en esta ocasión infantil-, un papel que encarna Marco Satué. A él le acompañarán como mairalesas infantiles Irina Romero y Carolina Sanz. En cuanto a las representantes mayores, este año el barrio se enorgullece de contar con Lucía Ponsa, Ahinara Palacios, Jara López y Dessiré Villavicencio.

LA HUERTA BARBERETA

Los mantenedores de las fiestas, María José y Jorge Guiral Sanvicente, miembros de la cuarta generación de una familia de hortelanos de huerta Barbareta, han evocado muchos momentos personales en el barrio, que seguro a la mayoría les han parecido propios.

“Somos la imagen y la voz de nuestros padres, Ana y Pepe, y de nuestro hermano Lorenzo”, ha dicho María José al inicio de su intervención, indicando que ellos se encontraban entre el público.

Jorge y María José Guiral Sanvicente.
Jorge y María José Guiral Sanvicente.

María José ha destacado con emoción la historia de la familia en el barrio: “La huerta Barbereta, el origen de todo”. Empezaron en la década de los 50 en la calle Lanuza, número 75, en el cobajo de la calle San Martín, o como la llamaba su abuela, la calle del dólar. Allí estaba la inicial huerta Barbereta, donde sus abuelos Pepe y María, los hortelanos, producían y vendían verduras en el mercado de abastos. “Este modelo de negocio, hoy tan valorado como producto de proximidad, era el sustento de la mayoría de las familias de Huesca”, ha recalcado.

Según el relato de los hermanos, su padre siguió el camino de sus abuelos y "cultivó un amor incondicional por la huerta”, junto con sus hermanas Lourdes y Pili. Y, aunque nacidos en el barrio de San Lorenzo, vivieron sus primeras experiencias en este querido Barrio de San Martín.

A lo largo de su intervención, los hermanos Guiral han evocado los recuerdos de su padre, junto a sus amigos de la infancia, con quienes compartía tardes interminables en las calles del barrio. “Forjaron grandes amistades en este barrio”, y han recordado rincones que ahora contemplan con añoranza.

La calle Lanuza, en aquellos años, era el principal acceso de las huertas al mercado, con un constante ir y venir de carros repletos de verduras frescas para abastecer a toda la ciudad. Además, han rememorado la Feria del Tocino, en la Plaza del Justicia, un evento mensual que marcaba el calendario del barrio.

En noviembre, antes de las heladas, los hortelanos del barrio disfrutaban de una temporada más tranquila, ya que ni se sembraba ni se cosechaba. “Era tiempo para celebrar a San Martín”, cuenta María José, y los jóvenes se encargaban de adornar las calles con crisantemos y esparragueras de sus huertos. Durante tres días, se honraba al santo con cabezudos, rondas, y un gran cartel que lucía “Viva San Martín” en el Coso.

Gala de presentación de las mairalesas.
Gala de presentación de las mairalesas.

En esos años, las fiestas del barrio vivían un auge. “Las vespas fueron el boom”, ha comentado Jorge. La calle Lanuza, con su concesionario de motos, decidió reemplazar las calesas tradicionales por esta nueva marca para acompañar a las mozas del barrio. La comisión de jóvenes llegó a un acuerdo con el concesionario, probablemente en el Bar Torres de la calle Heredia, centro de operaciones de la fiesta.

El baile, con entrada, ayudaba a costear las actividades, y cada casa de hortelanos donaba verduras a la iglesia, que luego repartía entre los necesitados. La creciente popularidad de las fiestas obligó a alquilar un entoldado tipo carpa de circo para albergar a los vecinos, aunque la experiencia dejó “una gran derrama en las cuentas”.

Fue en este ambiente donde Pepe Barbereta conoció a Ana, quien dejó su trabajo en la escuela para unirse a la huerta y formar una familia. Son más de 50 años de amor, compartiendo vida en la calle Lanuza y adaptándose a una ciudad en crecimiento, con la desaparición del mercado de abastos y la construcción de edificios modernos.

La calle Lanuza era el centro de su infancia, sin apenas coches y con los vecinos siempre atentos. “Nuestra calle era nuestra familia”, ha recordado María José, rememorando las tardes entre corrales, solares abandonados y partidos de fútbol interminables. Las casas estaban siempre llenas de vida, y cualquier acontecimiento importante se discutía desde los balcones, “esas sí que eran cámaras de vigilancia”.

Entre los recuerdos, cuenta María José, estaban las visitas a la peluquería Barraca, de donde los hermanos siempre salían con el mismo corte; las bocinas del repartidor de leche y pan, y el inconfundible olor de la Tintorería Polo, que hoy le evoca recuerdos tan vívidos que al pasar aún se acerca a sus paredes.

“Esperábamos ansiosos las fiestas de San Martín”. María José ha relatado la emoción y el ajetreo de aquellos días en casa, un paréntesis alegre en el año escolar de los años 80. Bajo el liderazgo de Don Adolfo Lacasa y la Comisión, las fiestas se extendieron a nueve días, y se llenaron de eventos como migas, chocolatadas y patatas, con el Bar El Pasaje como centro de operaciones. 

Con orgullo, María José ha relatado su experiencia como “la primera mujer en el comité de organización” junto a otras como Maite y Sara. Los preparativos iniciaban en agosto, con reuniones semanales en la asociación de vecinos y locales de la zona. 

El mainate Lucas Martínez entrega un ramo de flores a una nueva mairalesa.
El mainate Lucas Martínez entrega un ramo de flores a una nueva mairalesa.

“El viernes se contaban las huchas”, un momento clave para la recaudación, con el dinero recolectado casa por casa. Más tarde, las orquestas y espectáculos se trasladaron a la Plaza de Toros y luego al Palacio de Congresos, donde años de esplendor llenaron la sala con actuaciones memorables como la Ronda de Boltaña, homenajes a Queen y a Enrique Urquijo, y eventos multitudinarios como el “San Martín del 11 del 11 del 11”.

Con nostalgia, María José recuerda otros momentos únicos: desde los mariachis y la “matacía del tocino”, hasta el futbolín humano que acabó en desafíos de piedra, papel o tijera y bingos hasta la madrugada. “Las rondas del jueves eran interminables”, y se cantaba por las calles en un ambiente inolvidable, mientras los cabezudos, el Payaso y la Abueleta—“testigos de más de 70 años de fiestas”—divertían a todos. Estas queridas figuras fueron restauradas por el doctor Moretti y siguen siendo la “joya” de las fiestas.

Con cariño, María José ha recordado a Carlos Luna, que este domingo recibirá un nuevo homenaje con el festival Luna Lunera, y ha destacado el esfuerzo de los vecinos y voluntarios que organizan la fiesta, superando el millar de raciones de migas y chocolate en cada reparto. “Es un ejemplo de cómo con unión y alegría todo es posible”

La ceremonia ha finalizado con más alegría jotera y una comisión de fiestas muy joven y entregada, satisfecho por el magnífico arranque de la programación.

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