Con motivo de los devastadores terremotos ocurridos en Turquía y Siria el pasado 6 de febrero, el quinto más mortal del siglo XXI, un equipo de bomberos del Ayuntamiento de Zaragoza, integrado por un jefe de expedición, un jefe de intervención, tres guías caninos junto a sus perros de rescate y dos sanitarias, se desplazaron hasta allí para realizar labores de intervención inmediata en la búsqueda y rescate de supervivientes. Sus nombres son, respectivamente, Enrique Mur, Alejandro Loire, Enrique Berjes, Pablo Monsalve, Emilio Ramón, Marta Gasca y Leticia Villuendas.
Son los héroes sin capa que, de vez en cuando, aparecen sentados en una silla próxima a la nuestra, sin estridencias. Su experiencia puede ser muy inspiradora para otras personas y este viernes se la van a contar a los oscenses, en el Centro Ibercaja Palacio Villahermosa, a partir de las 19:00.
Todo sucedió con bastante celeridad. El mismo día del seísmo, al equipo de Bomberos del Ayuntamiento de Zaragoza se le planteó si estaría dispuesto a participar en una expedición al país devastado y pronto llegó también el visto bueno del alcalde. “Te pilla todo de improviso -explica Emilio Ramón-. Estamos preparados para salir en el entorno de la Comunidad Autónoma, hemos realizado muchos servicios por el municipio de Zaragoza, estuvimos también buscando a un señor mexicano hace tres años en Boltaña, pero nunca se había enviado a nadie a una emergencia internacional”, explica Emilio Ramón.
Emilio indica que enseguida pensó que debía acudir. “Llevo en los bomberos desde 2003 y al final estás entrenando para esto, para ayudar. Pero tenía que consultar con la familia. En casa tuve todo el apoyo del mundo, Lo comprendieron, y eso que mi hija, que estudia enfermería en Huesca, se enteró el mismo día que tenía que irme para allá".
A las 8:00 del día 7, martes, partieron hacia Barajas y allí tomaron un vuelo rumbo a este cataclismo. "Llega un momento en que no te crees que estés volando a Turquía. Sabes que vas a encontrar mucha devastación, Que había ocurrido algo tremendo, pero una cosa es lo que ves en la tele y otra lo que hay ahí".
En Estambul, una ONG para desastres y catástrofes del país se encargaba de organizar el corredor humanitario para ayuda de primera intervención. El primer terremoto fue de una intensidad del 7,7, a las 4:00 o 5:00, y a las 13:00, se registró otro de 7,5. En ese intervalo, se contabilizaron más de 200 réplicas, algunas de 6,6.
"Hay que pensar que el primer terremoto les cogió a todos durmiendo -observa Emilio Ramón-. Decían que se habían producido pocos terremotos tan grandes y con tantos efectos. Los turcos nos contaban que salieron de casa después del primer terremoto y en la calle, todo se movía. Tenían que alejarse el de los edificios porque algunos se caían".
RESCATAR PERSONAS VIVAS
El objetivo del equipo de Zaragoza era rescatar personas vivas. Las expectativas eran buenas, porque no había pasado demasiado tiempo desde el primer terremoto. De Estambul volaron al aeropuerto de Gaziamtep, al sureste de Turquía y a 150 km de la frontera con Siria. Las pistas del aeropuerto no se había visto afectadas. El total del territorio afectado por el seísmo es algo más grande que media España.
Les asignaron para trabajar la ciudad de Adiyaman, de 300.000 habitantes. Allí fueron acompañados de un intérprete, Mehmet, que les facilitó el trabajo y la estancia. "Fue como un Ángel para nosotros, nos lo gestionó todo. Por eso recibió el Casco de Oro que conceden los Bomberos del Ayuntamiento de Zaragoza el día de su patrono, San Juan de Dios".
Alcanzar este punto fue una odisea, porque las vías de comunicación estaban muy dañadas y había que dar muchos rodeos. Más de tres horas en autobús de línea.
Llegaron el miércoles 8, a las 6:00. Llevaban un equipo ligero para hacer butrones en forjados de edificaciones, dos perros especializados en buscar personas vivas y un tercero para localizar víctimas. "Nuestro primer objetivo era salvar supervivientes", insiste.
Se bajaron del autocar en una avenida principal donde no había luz, pero cuando amaneció las imágenes eran sobrecogedoras, de esas que "no se olvidan".
Montaron dos tiendas de campaña y dispusieron el material, mientras en la inaccesible urbe se sucedían las réplicas sísmicas.
Los habitantes de Adiyaman se habían alojado a las afueras, en otro campamento, y recibían ayuda internacional.
El frío era severo, cuatro grados bajo cero por la noche y el mercurio no superaba los siete durante el día. Las hogueras procuraban un poco de luz y algo de calor. “La gente venía desesperada a pedirnos que buscáramos a sus seres queridos en los edificios derrumbados y el jefe de expedición tuvo que hacer la dura labor de ‘filtro’ para decidir dónde se acudía y dónde no, y nuestro guía Mehmet se lo traducía”.
La operación de búsqueda estaba perfectamente sistematizada. Un perro se introducía entre los escombros, en medio de estructuras hostiles y objetos cortantes, y cuando terminaba su trabajo, entraba el segundo para darle un descanso y confirmar que no se le había pasado nada por alto.
“Todas las familias creían escuchar voces de niños en los edificios, se agarraban a lo que fuera, no perdían la esperanza, pero nuestros perros, que están muy bien entrenados, no detectaban nada. Nos insistían incluso para regresar a zonas donde ya habíamos mirado, pero siempre nos lo decían desde el respeto, sin levantar la voz”, rememora Emilio.
Para los guías caninos, que habían viajado a Turquía con muchas esperanzas, esa falta de resultados fue realmente frustrante. “Era desolador decirles que los perros no habían encontrado señales de vida y veías sus ojos llenos de dolor y desesperación”, añade.
A las 13:30, los bomberos voluntarios turcos les llamaron, porque un perro había detectado vida en un edificio de cuatro plantas. Un hombre había sobrevivido, pero faltaban la esposa y dos hijos, y podía ser uno de ellos.
Por fin, el ingente esfuerzo de los Bomberos de Zaragoza tuvo premio. A los requerimientos de los rescatadores, se escuchó la voz de Zarife, una mujer de 63 años que había quedado atrapada bajo un muro de escombros. “Fue una suerte muy grande, la alegría más grande del mundo -afirma Emilio-, porque era muy difícil encontrar a alguien vivo. En ese momento, sientes que ha merecido la pena ir hasta allí. Te llevas la pena y el dolor de la gente, pero también su amabilidad, esa combinación tan extraña”.
El jueves día 9, los equipos de primera intervención comenzaron a retirarse de la zona y el equipo de Bomberos de Zaragoza inició su largo viaje de regreso a casa.
En Zaragoza les recibieron “como héroes”, aunque Emilio Ramón no se siente así. “Cualquiera del parque hubiera ido, porque todos tenemos las mismas ganas, ilusión y condiciones”, y asegura que, aunque parece un tópico, la experiencia le ha servido para “valorar” más todo lo que tiene. “Después de ver toda la gente que ha muerto y otra durmiendo en colchones en la calle, piensas en la gran suerte que tienes y vienes con esa idea en la cabeza”, concluye.