Cada tres días, aproximadamente, se produce un suicidio en Aragón, esto es, alrededor de 120 personas fallecen al año de esta manera. Afecta especialmente a los mayores de 70 años y es la primera causa de muerte entre los jóvenes de entre 18 y 35 años.
Para mejorar el abordaje de esta problemática, que provoca 5.000 llamadas anuales al Teléfono de la Esperanza en nuestra Comunidad, el psiquiatra y jefe de Psiquiatría del Hospital San Jorge de Huesca, Carmelo Pelegrín, considera, entre otras medidas, que hay que fomentar la formación de los distintos profesionales que atienden a estos pacientes. Porque, en materia de prevención, se puede hacer más.
Por ello, y ante la falta todavía de un Plan Nacional, el Gobierno aragonés inició en el año 2020 el desarrollo de la Estrategia de prevención del suicidio en la Comunidad, para disminuir las tentativas y la mortalidad. Este proyecto contempla la educación y la promoción de la salud mental y para la prevención de la conducta suicida y, asimismo, consta de una línea de prevención y otra de intervención.
Carmelo Pelegrín indica que se van a incrementar los recursos para salud mental infantojuvenil y en Huesca se van a llevar a cabo dos cursos de formación, destinados a profesionales, organizados respectivamente por el Colegio de Enfermería y por el Centro de Rehabilitación Psicosocial Santo Cristo de los Milagros.
Pelegrín estima, asimismo, que "nos encontramos con problemas como abuso de drogas en etapas muy precoces de la vida y esto nos puede llevar a producr daños irreversibles en el cerebro, la ausencia de una adecuada formación de la personalidad y sentimientos de vacio crónico con riesgo de autolisis a medio plazo; es una tarea de todos prevenir estar conductas ayudando a las familias con niños y adoelscentes en riesgo fomentando una educación en valores y habitos de vida saludables para evitar se forme una personalidad vulnerable con ausencia de un proyecto vital"
El jefe de Psiquiatría apunta que, entre los padres, profesores y toda la sociedad, habría que tratar de recuperar una serie de valores, “que muchos jóvenes tienen”, recalca, pero que habría que generalizar “para evitar que los más vulnerables entren en un vacío crónico de falta de proyecto vital”.
Incide también en el hecho de que este tipo de muertes, generalmente inesperadas y en personas con tantos años de vida por delante, “provocan especial sufrimiento, porque el duelo es más complicado”, y considera que representan “el fracaso” del papel de los profesionales.
Pero al grupo de edad que más afecta el suicidio es al de los mayores de 70 años, que en un 30 por ciento viven solos. A ello deben sumar, con frecuencia, enfermedades y dolores crónicos, y suele producirse lo que se denomina "suicidio por balance", según explica el doctor Pelegrín. "Están hastiados de vivir: han vivido lo suficiente o tienen una visión de fracaso de su vida, y crean una depresión existencial", comenta.
Aragón, por su población envejecida y el aislamiento de algunos núcleos, arroja cifras bastante negativas en este aspecto, junto a comunidades como Asturias y Galicia.
FACTORES DE RIESGO
Más del 90 % de los suicidios se asocian a trastornos mentales de todo tipo, como depresión, psicosis, trastornos de personalidad, consumo de tóxicos, TOC, TCA, demencias, enfermedades somáticas o dolor crónico, entre otros.
Distintos factores pueden predisponer a una persona a cometer un suicidio, como acontecimientos traumáticos en la infancia, una sobreprotección que le lleve a cultivar una baja resiliencia, enfermedades mentales y físicas, dolor, acontecimientos adversos, alta sensibilidad al estrés psicosocial, impulsividad, pesimismo, desesperanza, problemas financieros o familiares, abuso de drogas, pérdida de un proyecto vital y la soledad.
Además, el suicidio es una conducta de origen multifactorial con un papel importante tambien de la carga genética.
La depresión es un estado de ánimo que se caracteriza por una serie de síntomas, entre los que destacan la tristeza profunda y la pérdida del interés. “Entre el 14 % y el 50 % de los pacientes que padecen esta patología psiquiátrica realizan algún intento de suicidio y entre el 60-70 % de las víctimas de suicidio presentaban una depresión significativa en el momento de su muerte”, explica Carmelo Pelegrín.
El trastorno bipolar es un factor de alto riesgo, sobre todo en personas que se encuentran en una fase precoz de la enfermedad, que han sufrido una pérdida reciente, tras un alta hospitalaria, de mediana edad o edad avanzada o que se encuentran al inicio o final de un episodio.
El riesgo de suicidio a lo largo de la vida de personas con trastorno bipolar es del 15 al 20 %, especialmente en la fase depresiva se asocia a una profunda melancolia y con mucha frecuencia ideación autolitica.
En personas con esquizofrenia, la ruptura del proyecto vital suele ser un desencadenante. Por ello, el 71 por ciento de los suicidios se producen en los tres primeros años de la enfermedad, mientras que las tentativas se sitúan entre un 20 y un 40 %.
Los pacientes con esquizofrenia que presentan mayor riesgo de cometer un acto suicida son los que están deprimidos, que suelen utilizar métodos más letales y planificados, y los que presentan sintomatología positiva, como alucinaciones auditivas o conductas impulsivas.
Con frecuencia, afecta a jóvenes varones que puede acumular algunos de estos rasgos: alto nivel educativo, que ha sufrido una pérdida reciente, que lo ha intentado antes, que consume tóxicos, es consciente de su enfermedad, presenta paranoia, cursa agresividad y teme su “desintegración mental”.
El suicidio en los casos de Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC) es infrecuente, pero difícil de prevenir, y en los Trastornos de Conducta Alimentaria suele producirse entre los 14 y 18 años, en los casos de anorexia, y en torno a los 20, en los de bulimia, pero no son habituales.
Carmelo Pelegrín insiste que son preocupantes también los casos de suicidios en personas que consumen de manera crónica alcohol y drogas. El proceso que siguen les conduce hacia un déficit de autoconciencia, con un deterioro de las relaciones interpersonales y una disminución del juicio y de la conducta moral, de muy difícil retorno. Estos son los casos que están aumentando los casos de suicidio en personas jovenes.
SEÑALES DE ALARMA
Hay algunas señales que pueden ponernos en alerta y a las que deberíamos estar atentos. Carmelo Pelegrín se refiere a “conductas sospechosas”, como actuar con sigilo, antojos repentinos que el paciente quiere realizar, o injustificadas visitas a la droguería o a la farmacia.
El lenguaje también es importante, expresiones semejantes a “ya no puedo más”, “no hay solución” o “no encuentro ninguna salida” también deberían ponernos en guardia.
Igualmente, habrá que recelar si advertimos despedidas extrañas, como “siempre os querré”, o nos encomiendan misiones del tipo “cuidad de mis cosas”.
¿CÓMO AYUDAR?
Cualquier persona que muestre le menor signo de alarma debe ponerse en manos de un especialista cuanto antes, el profesional en salud mental le indicará que su estado de ánimo mejorará gradualmente, nunca de forma inmediata, y le proporcionará el tratamiento más adecuado.
A partir de ahí, hay que procurar que la persona se sienta acompañada y escuchada, aconsejarle que no tome decisiones importantes, ayudarle a fijarse metas realistas y valorar sus mejoras.
Si plantea síntomas psicóticos, no hay que contradecir sus delirios ni tampoco “darles toda la razón”, es preferible hablar sobre cómo les hacen sentir esas ideas, preguntarles sobre cómo se les puede ayudar y mostrar empatía.
Pensar que el suicidio no se puede prevenir y que no hay mucho que hacer al respecto es uno de los mitos que hay que desterrar cuanto antes. Hay numerosas intervenciones que pueden ser eficaces para actuar en los diversos contextos en los que se producen.