Con motivo del Día Mundial de la Persona Refugiada, decenas de personas se han reunido este viernes en la Plaza de Navarra de Huesca, en un acto lleno de simbolismo y compromiso social. Organizado por las entidades Apip-Acam, Cepaim y Cruz Roja, el evento ha congregado a ciudadanía, autoridades y colectivos en defensa de los derechos humanos para visibilizar la realidad de quienes han tenido que dejar sus hogares por necesidad.
Ery Praderas, de Apip-Acam, ha leído un manifiesto que ha dado voz y vida a las historias que encierra la palabra refugio. En él, se ha destacado que estas personas "no son solo cifras, sino sueños, miradas llenas de fortaleza y seres humanos con una historia propia".
Tras la lectura, los asistentes han guardado un minuto de silencio, durante el cual han formado una cadena humana alrededor de la fuente central.
El acto ha contado con la presencia del subdelegado del Gobierno, Carlos Campo, y la secretaria general, Amparo Roig, para reafirmar el compromiso de la institución con la acogida y la integración. Campo ha destacado que en la provincia existen dos centros dedicados a la atención de personas refugiadas, desde donde se trabaja para brindarles una vida digna.
También ha mencionado la colaboración con empresarios locales para facilitar la contratación y favorecer su integración laboral. En este contexto, ha subrayado la importancia de recordar que cualquier persona podría encontrarse en esta situación y ha recordado que, no hace tanto, muchos españoles fueron refugiados en países vecinos.

Además, ha dedicado también el minuto de silencio a las víctimas de conflictos armados en todo el mundo, entre los que ha citado expresamente las tragedias de Ucrania, Gaza, Irán e Israel. Campo ha manifestado su preocupación y la necesidad de tomar conciencia.
Malle, un refugiado procedente de Mali, llegó a España hace casi nueve meses, huyendo de la guerra que afecta su país, especialmente la capital. Actualmente reside en Huesca, donde ha encontrado apoyo para integrarse. Malle ha valorado positivamente la acogida en la ciudad, señalando que la vida aquí le resulta relativamente fácil gracias a la ayuda para acceder a cursos y formación.
Aunque aún no ha conseguido empleo -en Mali era comerciante-, lo está buscando activamente y aspira a trabajar como fontanero, si bien está abierto a cualquier oportunidad que le permita salir adelante.

EL MEMORÁNDUM
En el manifiesto que se ha leído con motivo del Día Mundial de la Persona Refugiada, se ha rendido homenaje a una palabra que encierra miles de historias de valentía: refugio.
En él, se alzan las voces para dar visibilidad y reconocimiento a aquellos que, obligados a huir, han dejado atrás su tierra, sus hogares y sus seres queridos... no por elección, sino por necesidad. Porque cuando la vida está en juego, cualquier camino, por incierto que sea, se convierte en una promesa de esperanza.
El manifiesto recuerda que las personas refugiadas no son solo cifras o titulares, sino que son rostros, sueños y miradas llenas de fortaleza. Son madres que comienzan de nuevo, jóvenes que aún creen en un futuro y abuelos que preservan la memoria de sus comunidades. Son la resiliencia en su forma más auténtica. Y aunque el camino hacia un nuevo hogar nunca es sencillo, plagado de fronteras, idiomas, silencios y trámites, también está repleto de solidaridad.
Se afirma que la acogida es un acto de humanidad, pero también de justicia. Acoger es reconocerse en el otro, porque nadie elige dónde nace, pero todos merecen vivir con dignidad.
Desde Fundación Apip-Acam, Cruz Roja y Cepaim, trabajan para construir puentes, acompañar y escuchar, conscientes de que cada gesto cuenta y cada historia tiene su importancia.

El manifiesto no solo recuerda a quienes buscan refugio, sino que celebra su valentía. Porque cada paso que dan hacia una nueva vida es un acto de esperanza, y en esa esperanza nos encontramos.
También se aprovecha este momento para recordar a todas las víctimas de los conflictos, a todas aquellas voces que se han apagado por las injusticias buscando un halo de esperanza, y se guarda un minuto de silencio.
Finalmente, se pide no olvidar que todos podríamos ser refugiados, recordando que incluso algunos de nuestros antepasados ya lo fueron, y se invita a ser refugio para quien le toca vivirlo en este momento.
El manifiesto concluye con la afirmación de que el mundo es más humano cuando es más justo.