Canadá: el origen

Relatos de un viajero empedernido: el precursor de una vida de país en país

Marco Pascual
Viajero
04 de Septiembre de 2022
Guardar
Verano en Montreal, Canadá. El origen de infinidad de viajes.
Verano en Montreal, Canadá. El origen de infinidad de viajes.

Treinta de julio de 1982, viernes, vuelo a Montreal.

Me había despedido del trabajo, quería romper con la monotonía y buscar nuevas experiencias.  El viaje era sin billete de vuelta, por tiempo indefinido, de modo que previamente solicité en la embajada de Canadá permiso de residencia y de trabajo. Después de rellenar formularuos y una entrevista personal, me lo concedieron. El primer objetivo era cruzar el país de Montreal a Vacouver y realizar trabajos temporales para financiar mi estancia en el país, a la vez que perfeccionaba mi inglés.

Naturalmente mi madre se oponía a que hiciera ese viaje sin fecha de retorno, presintiendo que  para ella podía significar la pérdida de un hijo.  Al no conseguir que renunciara a mi idea, se encargó de buscarme algún contacto allí por si necesitaba ayuda. Por un lado llamó a Francia y consiguió el teléfono del hermano  de Louis, un francés casado con una prima de ella, el cual vivía en Montreal, por otro el teléfono de María Luisa, alguien le dijo que conocía a una chica que tenía una hermana en Montreal y mi madre contactó con ella, quien amablemente le dio la dirección y el teléfono.

En el aeropuerto tomé un bus para ir Montreal. Al llegar tuve la inesperada sorpresa de encontrarme con una ciudad en huelga general, todo estaba cerrado.  Me lo explicó el guarda de seguridad que había en la estación central de autobuses, nada funcionaba, la ciudad estaba desierta, los hoteles también se encontraban cerrados.  Me quedé sin saber qué hacer. Lo único disponible era un servicio mínimo de taxis.  No era lo previsto, pero no me quedó más remedio que recurrir al teléfono de Maria Luisa que me había conseguido mi madre.

El teléfono tampoco funcionaba, el guarda se acercó a ver.  Después de verlo me dijo que no era bueno, le faltaba un número.  La única opción era coger un taxi y llegar hasta su domicilio.  Salí a la calle Saint Catherine, en el centro de la ciudad, todo a mi alrededor estaba paralizado, la ciudad  se encontraba vacía, parecía una ciudad fantasma. Resultaba extraño y desolador.  Después de esperar un rato apareció un taxi y lo paré. Le mostré la dirección y afirmó con su cabeza, por suerte estaba a sólo tres calles de allí. Me subí al taxi y partimos, enseguida llegamos a la calle Saint Denis, pero después nunca llegábamos y el taxímetro subía y subía, hasta llegar a los 50 dólares.  El problema fue que se encontraba como a diez kilómetros una vez que giramos para tomar la calle.

La siguiente decepción fue que no estaban en casa, suerte que el taxista me dijo que iba a esperar, pues si no estaban y tenía que regresar al centro no iba a encontrar ningín transporte. Como estaba indeciso, el taxista me dijo que me acompañaba para preguntar a los vecinos. La casa era un dúplex y subimos a la segunda planta, abrieron dos chicas que vivían allí y ellas me informaron de que María Luisa y su familia se encontraban de vacaciones en Estados Unidos  y no regresaban hasta el domingo.  Mala suerte.  Me resigné, no quedaba otro remedio que buscar alojamiento , pero, ¿dónde?.

Las chicas, que estarían en los treinta y pocos años, seguramente al ver que llegaba de España debieron pensar que debía ser algún familiar y me ofrecieron quedarme en su casa hasta que María Luisa regresara de sus vacaciones.  Me quedé dudando, pero el taxista, que debía ser una buena persona, en lugar de llevarme de vuelta al centro y sacarse otros 50 dólares, me dijo, "no lo dudes, quédate aqui hasta que vengan".

Centro de Montreal
Centro de Montreal

Las chicas sólo hablaban francés y yo sólo inglés. Por gestos me enseñaron la habitación donde quedarme y luego intentamos conversar, pero resultaba dificil entendernos. Llamaron al hermano de una de ellas pensando que él nos podría traducir, pero cuando llegó él no hablaba inglés, sino italiano.  Pese a nuestros esfuerzos seguimos sin entendernos.  Una de las chicas me preguntó si no tenía algún otro contacto en Montreal, entonces recordé al hermano del tío francés. Les di el teléfono y ellas se encargaron de llamar para comprobar si podía hablar con él.

Para mi sorpresa, Christian, el hermano del tío francés, no sólo hablaba inglés, sino también español.  Al saber que era su hermano quien me había dado su teléfono y que me encontraba en una casa con dos personas a las que no conocía de nada, de inmediato me pidió la dirección de donde estaba para ir a buscarme y llevarme a su casa.  Media hora más tarde, sobre las diez de la noche, apareció allí.

Me despedí de mis dos amables anfitrionas por unas horas y subí al coche de Christian, a quien lo acompañaba su esposa y su hija Helene.  Como hablamos en español, Christian pensó que tal vez no hablaba otro idioma y se trajo con él a Helene, que además de francés e inglés hablaba algo de español, por lo que en la casi media hora que tardamos en llegar a su casa pude disfrutar de la compañía en el asiento trasero de la hija más guapa de la familia.

Al llegar,  a eso de las diez y media de la noche, me quedé sorprendido con lo que ví nada más entrar en la casa.  Christian tenía nueve hijos, de los cuales seis eran chicas, y se encontraban todos expectantes alrededor de la mesa de la cocina esperando al desconocido chico español que acababa de llegar a Canadá.

Fue una reunión emocionante, los más mayores eran plurilingües, por lo que no tuvimos problemas en entendernos. Estuvimos hablando hasta la una de la mañana, después me prepararon un sofá cama y dormí en el salón.

Al día siguiente Christian se encargó de organizarlo todo, asignándole a Helene el "trabajo" de llevarme a Montreal, ellos vivían en Terrebonne, una urbanización en las afueras, para que conociera la ciudad, dándole incluso dinero para comer y otros gastos.

Invierno en Montreal
Invierno en Montreal

El sábado fue un día fantástico, conocí Montreal y conocí a Helene, un año menor que yo. No puedo decir qué es lo que me gustó más.

El domingo se repitió el programa, Christian le volvió a pedir a su hija que me llevara de nuevo a la ciudad para seguir conociéndola, ambos estábamos encantados. Fue una llegada a Canadá que ni en mis mejores sueños podía haber imaginado.  Ese mismo día iniciamos una relación sentimental.

La mañana del lunes, mientras desayunábamos, ocurrió algo inesperado.  Sonó el teléfono y Christian se dirigió a mi diciéndome:  Marco, es para ti. Pensé que estaba de broma, tenía mucho sentido del humor, pero si, la llamada era para mí.  No podía creerlo, emocionado con Helene ni siquiera había llamado a casa para decir que había llegado bien, nadie sabía que estaba allí.  Me equivocaba.

Al responder, mi interlocutora era una mujer que hablaba español y me preguntaba si era Marco, de Huesca. Yo seguía completamente desconcertado.  Respondí que si, entonces me dijo: ¡Yo soy María Luisa!.

Me había olvidado de ella, de hecho me había olvidado de todo.  Le pregunté cómo es que sabía el teléfono de Christian y que yo estaba allí.  Era muy fácil, al llegar de vacaciones sus dos vecinas le comunicaron mi llegada  de España, y como tenían el número de Christian se lo dieron.

Después de explicarle quién era y cómo había conseguido su número, me dijo: bueno, pues recoje tus cosas y vente para casa.  Intenté decirle que no se preocupara, que estaba bien allí, pero no aceptó la respuesta.  Insistió en que debía ir a su casa y quedarme allí con ellos, no me dejaba otra opción.  En aquel momento yo estaba viviendo una experiencia maravillosa, me había enamorado de Helene nada más conocerla, vivía en su casa, su padre y su familia en general eran muy abiertos y encantadores, todo era perfecto.  Al final, ante la vehemencia de María Luisa, no pude negarme a aceptar su invitación.  Tanta suerte me estaba estropeando el fantástico plan de vivir pegado a Helene.

Al llegar a casa de Maria Luisa, ella, su esposo Adolfo y sus hijos Adolfo y Elena, me recibieron con los brazos abiertos y la misma expectación que encontré al llegar a la casa de Christian. Después de conocerlos, en seguida me di cuenta de que fue lo mejor que podía pasarme. Me ofrecieron su casa para todo el tiempo que necesitara, su casa y todo el calor quer pudiera hacerme falta alejado de mi familia.  Fue realmente emocionande la experiencia de vivir con ellos, sin tener por eso que renunciar a ver a Helene, de hecho muchos dias por la noche en la vuelta a casa la acompañaba para que no fuera sola y después me quedaba a dormir allí.

Después del primer mes busqué un apartamento y me fui a vivir alli, pese a que María Luisa insistía que podía seguir en su casa todo el tiempo que quisiera.  Durante los dos años que estuve en Montreal mantuvimos un contacto constante, aún hoy lo mantenemos, fueron mi apoyo en todo, fueron no solo mis mejores amigos en Canadá, sino mi familia.

Mi viaje a Canadá fue el origen de todos los viajes que vendrían después durante más de treinta años, el precursor de todas mis andanzas y aventuras.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante