La Santa Inquisición juzga a Carnabal y le advierte contra toda tentación de fugarse. Es Torla. Un Carnaval tenebroso, inquietante. Tras pretender asustar a niños y adultos, el Tenedor le ha apresado y conducido hasta el máximo tribunal. Con la autoridad manteniendo firme la soga, escucha cómo todos los caminos están vigilados: la ruata, el lavatuero, la vera y los mallos donde estará Baltasar, o en otro lugar donde Quinito estará con los lazos, o Alfredo, mientras Tita y los Villacampa están vigilantes.
Finalmente, le sentencia a muerte para que "no nos des mal", pero antes de ejecutarlo le da una opción: que rece el Credo. "Creo en Dios Padre". "Mecagüen tu padre". "Todo poderoso". "Debajo de la cama tienes un raboso". "Creador del cielo y de la tierra". "Tú tendrías que estar bajo tierra". Se rebela Carnabal ante las réplicas mordaces.
"Como el Credo no quieres rezar, con los pies por delante vas a bajar. Pueblo, ¿estáis de acuerdo?". Sí, "que lo maten, que lo maten...". El Tenedor apunta, dispara y el cornudo cae entre la ovación de la plaza.
El juez concluye. "Celebramos en el alma que a todos os haya gustado, que el tiempo de prepararlo buenas juergas ha costado. Os pedimos muy de veras un aplauso muy cordial".
Suena la música de Carnaval con un gentío en la plaza principal de la población sobrarbense y se desata la alegría en las carnestolendas. A Torla le gusta la representación, la belleza del significado y, finalmente, se entrega en comunión a una buena cena. Al final, el monstruo ha unido a todos en feliz convivencia.