La Castañera luce ya en el barrio del Perpetuo Socorro, un símbolo del esfuerzo colectivo y la identidad multicultural del barrio

Las mujeres del taller Tejiendo Encuentros han unido fuerzas para crear esta pieza, con la aportación de la Serrería Arcadia

20 de Diciembre de 2024
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La Castañera luce ya en el barrio del Perpetuo Socorro

El taller Tejiendo Encuentros de la Asociación de Vecinos del Barrio del Perpetuo Socorro reúne cada semana a un grupo de mujeres que, entre charlas y risas, crean auténticas maravillas con lanas e hilos de colores. Cada una aporta su trabajo, su habilidad particular, y juntas encuentran la fuerza para llevar a cabo cualquier proyecto que se propongan. No les importa cuánto tiempo haya que dedicar, lo relevante es la unión que existe entre ellas. Aunque diferentes entre sí, como las múltiples culturas que enriquecen este barrio, su compromiso colectivo las hace imparables.

Su más reciente creación, La Castañera, comenzó siendo el proyecto de una pancarta para la manifestación del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer y fueron muchas las mujeres que se involucraron en esta iniciativa, algunas de otras zonas de la ciudad. Ahora, ha evolucionado hasta convertirse en una estructura tejida que hoy adorna con orgullo la Plaza de las Culturas, gracias al armazón confeccionado por la Serrería Arcadia. Esta obra no solo embellece el espacio público, sino que simboliza el esfuerzo colectivo, la diversidad y la fortaleza del barrio.

Presentación de la Castañera del barrio del Perpetuo Socorro. Foto Carlos Neofato
Mujeres del taller Tejiendo Encuentros del barrio del Perpetuo Socorro. Foto Carlos Neofato

El acto de inauguración de La Castañera se ha celebrado este viernes en dos actos, llevados a cabo por la mañana y por la tarde. En ellos ha intervenido la presidenta de la Asociación de Vecinos, Puri Broto, que ha explicado el sentido de esta pieza, que no se limita a una práctica creativa y que aporta a las celebraciones de invierno una nueva posibilidad. María Otín, precisamente, ha sido la encargada de detallar el origen y el significado de la castaña en nuestra cultura.

El evento vespertino ha continuado con la actuación del Coro Popular de la Universidad Ciudadana, dirigido por Isabel Arilla, que ha interpretado un repertorio compuesto por Zamba de mi esperanza, No se va la paloma, Dona Nobis, Brindis y Aqueras montañas.

María Porta, una de las participantes del taller, ha descrito el proceso creativo con entusiasmo: "Queríamos hacer algo diferente para Navidad, no un árbol como en todos lados. Este proyecto nos ha permitido reír, charlar y, sobre todo, trabajar juntas". 

El taller, que se reúne cada jueves de 16:30 a 18:30, ha sido un espacio de encuentro intergeneracional y multicultural, donde las mujeres han encontrado una manera de compartir experiencias y cultivar amistades mientras elaboran diversas piezas textiles.

Puri Broto ha resumido el espíritu del proyecto con estas palabras: "Una hebra no hace nada sola, pero juntas hemos creado algo que representa quiénes somos: una comunidad diversa y unida. La Castañera es un símbolo de nuestro barrio, de nuestra cultura y de los encuentros que necesitamos en estos tiempos".

María Otín. Foto Carlos Neofato
María Otín. Foto Carlos Neofato

UN SÍMBOLO ANCESTRAL

La castaña, ese fruto humilde que se convierte en protagonista del otoño, lleva consigo una historia que atraviesa siglos y culturas. En las regiones montañosas, donde el frío limita los cultivos, fue durante mucho tiempo un pilar fundamental en la dieta. Como ha explicado María Otín, su resistencia, tanto en el árbol como en el fruto, y su capacidad de conservación la transformaron en un recurso imprescindible para pasar los duros inviernos. No era solo alimento, era símbolo de sustento y supervivencia, una herencia directa del “árbol del pan”.

A finales de octubre, cuando la naturaleza marca el fin de las cosechas y el inicio de días más cortos, la castaña madura y llega a los hogares como un reflejo de ese cambio de ciclo. Los antiguos consideraban esta etapa como un “tiempo de oscuridad”, en el que la vida se replegaba hacia lo esencial. La castaña, con su energía y durabilidad, no solo proveía sustento físico, sino que también se incorporaba a los rituales que conectaban a las comunidades con sus ancestros y sus creencias.

Fue durante la época romana cuando el castaño se expandió desde Asia Menor a toda Europa, consolidándose como un árbol de gran importancia económica y simbólica. En estas fechas, los romanos celebraban la Fiesta de la Cosecha, un evento que coincidía con el final del trabajo agrícola. En torno al fuego, compartían alimentos como las castañas, honrando a Pomona, la diosa de los árboles frutales, y fortaleciendo la tradición de reunirse para celebrar la abundancia y la conexión con la naturaleza.

La Castañera, nuevo símbolo del barrio del Perpetuo Socorro. Foto Carlos Neofato
La Castañera, nuevo símbolo del barrio del Perpetuo Socorro. Foto Carlos Neofato

En paralelo, los pueblos celtas celebraban Samhain, un ritual que marcaba el fin del verano y en el que la castaña también tenía un papel relevante. Los celtas creían que durante esta noche la línea entre el mundo de los vivos y el de los muertos se desdibujaba, permitiendo que los espíritus cruzaran entre ambos. Mientras los espíritus benevolentes eran bienvenidos, los malignos inspiraban miedo. Por eso, se disfrazaban grotescamente, con la esperanza de engañar a estos últimos y protegerse de su influencia. La castaña, como ofrenda a los espíritus y alimento para los vivos, adquirió un papel ceremonial, ligada al simbolismo de protección y prosperidad.

Con el tiempo, estas tradiciones paganas fueron asimiladas por las celebraciones religiosas. La vigilia de Todos los Santos, entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre, heredó algunas de estas costumbres. En esta noche, las campanas de las iglesias resonaban sin descanso para recordar a los fieles la importancia de orar por las almas de los difuntos. Los campaneros, que pasaban largas horas de esfuerzo en pleno frío, se alimentaban con castañas asadas, un manjar que les daba la energía necesaria para cumplir con su tarea.

Presentación de la Castañera del barrio del Perpetuo Socorro. Foto Carlos Neofato (10)
Coro Popular de la Universidad Ciudadana. Foto Carlos Neofato 
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Mientras tanto, en los hogares, las familias se reunían en torno al fuego. Compartían castañas, rezaban el Rosario y, según la tradición, iluminaban el camino para las almas que visitaban a sus seres queridos. Este acto de compartir, tan propio de la castaña, reforzaba la conexión entre vivos y muertos, alimentando no solo el cuerpo, sino también el espíritu.

A finales del siglo XVIII, la castaña trascendió su papel ritual para convertirse en un producto comercial. Así surgió la figura de la castañera, que con su falda amplia, chaqueta gruesa y un pañuelo en la cabeza, ofrecía castañas asadas en las calles. Este personaje emblemático llevó la tradición del hogar al espacio público, arraigándose en el paisaje cultural de regiones como Cataluña, Galicia, el norte de Portugal y Extremadura.

En la noche de Todos los Santos, los niños guardaban castañas en los rincones de la casa y, al día siguiente, encontraban dulces dejados por las almas que habían visitado el hogar. Esta tradición, en lugares como Cataluña, evolucionó hacia el consumo de dulces como los panellets, vinculando lo ancestral con lo contemporáneo. "Aunque Halloween ha ganado popularidad en estas fechas, nuestras tradiciones mantienen viva la esencia de compartir y recordar", ha recalcado María Otín.

Alrededor de una castaña asada hay más que calor y alimento: hay historia, espiritualidad y un legado que atraviesa generaciones. Este fruto humilde sigue siendo un testimonio vivo de cómo los antiguos celebraban la vida, honraban a sus muertos y reforzaban los lazos entre los vecinos. 

El tejido que hoy viste la Plaza de las Culturas no solo es un adorno, sino también un testimonio de las historias, las manos y las voces que construyen día a día la identidad del Perpetuo Socorro.

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