Cierre del Kiosco Gofi, donde Adolfo, Carlos y Aniceto convirtieron la venta de prensa y golosinas en un espacio de afabilidad

Treinta años de un auténtico centro social con sello de San Martín y diarias charradas con amigos para arreglar el mundo

30 de Junio de 2024
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El kiosco Gofi ha echado la persiana
El kiosco Gofi ha echado la persiana

El Kiosco Gofi ha bajado la persiana y no se volverá a levantar. Al menos, con el espíritu que ha impregnado cada día desde hace treinta años en los que, más allá de un punto de venta de prensa, papelería y golosinas, ha sido un verdadero centro social en el que se han congregado en diferentes horas amigos, vecinos y cualquier oscense que deseara admirar al gran Adolfo Lacasa y departir con él y con su hermano Carlos.

Que la familia Lacasa es singular e irrepetible no lo duda nadie. Que lo suyo es la afabilidad y la voluntad de acoger lo acreditan los años de servicio en el Bar El Pasaje, en la Travesía del Espino, que para quien no lo conozca une la calle Sancho Ramírez y la Plaza del Justicia. Inconcebibles, en estos tiempos, vía tan estrecha y negocio tan incierto. Pero, con sus padres, Adolfo y Carlos rigieron con mano de seda el establecimiento durante años, hasta que el mayor de los hermanos decidió que su vocación era otra.

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Allí, por los estertores de los ochenta, Adolfo ya se entregaba a su gran pasión, las viñetas, el humor concebido para el cómic pero, sobre todo, para la prensa. Comenzó bajo la dirección de Antonio Angulo sus colaboraciones con Diario del Altoaragón. Utilizó el acrónimo que, con su sarcasmo amable, le iba a identificar para la eternidad: Gofi. Lo desvelaba en una tertulia, la del Botijo, que estableció Nacho Gracia en Antena 3 Radio, con Isabel Leguina y este escribano como contertulios. Surgió uno de los primeros días de debate. Obedecía a Gran Oscense Fama Internacional. Gofi.

En la radio, Adolfo recorría los caminos infinitos de las ondas con humor, ingenio y grandes dosis de humanidad. Era más de sacar punta talentosa en blanco que de cebarse en negro porque, igual que Sara Montiel disimulaba su edad debajo de un velo, él prefería tamizar la dureza de la actualidad con una ocurrencia que indujera a la sonrisa o a la carcajada. Era disruptivo, que se dice ahora, sin límites. Lo que viene a llamarse un liberal, que no necesariamente ha de casarse con otras siglas que no sean las de GOFI.

Identificativo del kiosco Gofi
Identificativo del kiosco Gofi

El caso es que Adolfo y Carlos abrieron el Kiosko Gofi y la gran estrella de su expresión gráfica, cómo no, había de ser Aniceto, el personaje magistral de sabiduría popular que lo mismo opinaba de la Sociedad Deportiva Huesca que del pantano de Montearagón, que de San Lorenzo, que de carnaval, la peatonalización, las piscinas, los Reyes Magos, la lentitud en la ejecución de las carreteras o cualesquiera temas inundaran los medios informativos. Siempre sin acidulante, con el equilibrio en su mordacidad, que en contadísimas ocasiones se vio comprometida -ya en la última etapa- por los avisos de cierta autocensura salvada al final por mejor criterio. Y es que también de sus trazos se ha nutrido un pique simpático entre la capital histórica y la administrativa de Aragón, algo que, sin sentido del humor, está abierto a interpretaciones extemporáneas y estrambóticas.

Entre charrada y charrada con los Lobera, Naya y compañía, Carlos se entregaba al servicio de entrega de diarios a domicilio y otras facetas de la distribución, y Gofi atendía la tienda y, en los ratos libres, echaba a volar su interpretación. Ha tenido tiempo también para dar rienda suelta a su vocación participativa. Formó parte de la comisión de fiestas en tiempos de Luis Acín como concejal del Ayuntamiento de José Antonio Llanas, ha sido un activo básico en la del Barrio de San Martín y fue uno de los grandes artífices de la movida de La Generación del 57 cumple 57, cuya programación sociocultural admiró a la ciudad. ¡Otro gallo cantaría a Huesca si los quintos de cada año siguieran con el ejemplo! Aquella acción profundizó en la amistad entre todos ellos y en la admiración por la generosidad de Gofi.

El humor de Adolfo hay que entenderlo, aprenderlo y consolidarlo. Cada trazo, cada letra, tiene su sentido y su significado, y no sirve una visión y una lectura simplista. En un pequeño rectángulo, hay mucha filosofía de vida. Tanta, que el gran Antonio Fraguas "Forges" manifestó en cierta cuestión a este cronista su admiración por Gofi, tanto por su genialidad como por el hecho de circunscribir su sello viñetista a una comunidad de ciudadanos tan pequeña como la oscense. Fue el flechazo de Basilio -el personaje forgiano- y Aniceto, el hombre del pueblo llano e inteligente. Aunque ha sido profeta en su tierra, el asombro se ha multiplicado por milmillones entre los de fuera de nuestras fronteras, como lo acreditan las risas que siempre escuché a mi suegra cuando lo recibía y lo disfrutaba.

Las circunstancias de la coyuntura adversa a la venta de prensa y la edad han motivado que el Kiosco Gofi se jubile, aunque a Gofi aún le queda mucha cuerda y su hermano Carlos, quién sabe, podrá entregarse a su pasión del balonmano, del Bada Huesca. Ambos seguirán sufriendo con el Huesca y animando a la ciudad con su bonhomía, con su carácter alegre y su espíritu fato, pero que muy fato, de ese que llama al cohete, cohete, y a San Lorenzo en singular, porque, de lo contrario, nos saldrá un chupinazo de dirección descontrolada. Y no estamos ya para cambiar la integridad de nuestra fiesta, Adolfo. A gozar de la jubilación, amigo.

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