Crímenes en los Cosos, ejecuciones públicas y cartas misteriosas: Óscar Sipán desvela desde Huesca la crónica negra más insólita

Asesinatos sin resolver, duelos a muerte y secretos del pasado salen a la luz en sus sesiones en la Fuente del Ibón

06 de Agosto de 2025
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Crímenes en los Cosos, ejecuciones públicas y cartas misteriosas: Óscar Sipán desvela desde Huesca la crónica negra más insólita
Crímenes en los Cosos, ejecuciones públicas y cartas misteriosas: Óscar Sipán desvela desde Huesca la crónica negra más insólita

El escritor y editor Óscar Sipán continúa desgranando los misterios más oscuros de la crónica negra en la serie “Crímenes en la Fuente del Ibón”, que inició el 24 de julio, y que este jueves celebrará su tercera sesión, a las 22:00. En el segundo encuentro, que congregó a un numeroso público, Sipán compartió un relato tan escalofriante como fascinante: el del “vampiro de Tarbes”.

Con su estilo característico, Sipán reflexionó sobre su trayectoria como narrador de crímenes y su inesperado paso por la política local. “Pasé de contar crímenes... a casar gente. ¿No crees que es un poco raro?”, comentó con ironía, rememorando su etapa como concejal en 2019. Su primer acto oficial, confesó entre risas, fue una boda civil.

Durante el evento, el escritor relató cómo un jurista habitual de la localidad de Tarbes —invitado en ese primer acto oficial— le hizo notar la escasa violencia histórica en el pueblo. Fue esa conversación la que, en parte, sembró la semilla de esta serie de sesiones, que combinan investigación histórica y relato oral.

Porque, como en otras muchas ciudades, en la localidad gala también se habían producido sucesos truculentos. Así que, después de bucear en los archivos, Sipán dio con un crimen que estremeció a Europa en los años 30: el caso del “vampiro de Tarbes”, ocurrido en 1931. Un ayudante de enterrador en uno de sus cementerios más importante, fue acusado de asesinar a varias niñas. 

El criminal se llamaba Raul Habas, y fue juzgado en 1932 por el asesinato de la niña española Asunción Osorno. “Lo condenaron a muerte, pero luego le cambiaron la pena por trabajos forzados en la Guayana Francesa”, explicó. Un crimen que trascendió las fronteras y llegó incluso a la literatura: “Aparece como personaje secundario en la novela Papillón, que tiene varias adaptaciones al cine”, señala Sipán.

A través de estos relatos, el autor cuestiona una creencia habitual: “Es muy normal que la gente diga: ‘En mi pueblo nunca ha pasado nada’.

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Otra imagen de la segunda sesión de los  “Crímenes en la Fuente del Ibón”.

CEMENTERIOS

A partir de ahí, Sipán compartió otro hallazgo con el público: una tumba en Tardienta, fechada en 1899, cuya inscripción decía: “Murió de mano airada”.

“Esa expresión indica que fue asesinado o que se suicidó, pero en la provincia de Huesca, casi siempre son asesinatos. En los suicidios no se escribe”, comentó. Esta frase no solo aparece en lápidas, sino también “en cerámica, sobre la puerta de algunas casas”.

Según explica, se trata de una práctica común en muchas localidades de España, no solo en Aragón, y permite a los investigadores y curiosos rastrear episodios de violencia del pasado que no siempre fueron recogidos en documentos oficiales.

Relató también el caso de un hombre enterrado vivo en Tardienta en 1885, una noticia que tuvo eco nacional. De allí, saltó al cementerio de Barbastro, donde “la gente se suicidaba dentro del cementerio para no molestar”, y compartió también episodios de infanticidios ocurridos en Benasque. Todo ello le sirvió para trazar un hilo narrativo sólido que unía la muerte, los ritos funerarios y los secretos del pasado.

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Tumba hallada en Tardienta.

ENVENENAMIENTOS

La sesión continuó con casos de envenenamiento, uno de los crímenes más comunes del periodo que investiga. Sipán efectuó un alegato. “Los medios siempre hablan de mujeres envenenadoras, inteligentes pero manipuladoras, cuando en realidad los hombres envenenaban más, muchísimo más”, afirma Sipán. 

Uno de los crímenes más sonados fue el de Josefa Gómez, ocurrido en Murcia en 1893, conocido como "El caso de la pensión La Perla".

“La mujer mató al hombre con estricnina en el café con ron. La criada, que tenía 13 años, también bebió del café y murió”, explicó. Josefa Gómez fue ejecutada en Navarrete del Río. “En los medios se habla de 12.000 personas, pero en realidad fueron 30.000 las que contemplaron su ejecución”, relata.

También mencionó a Pilar Prades, la última mujer ejecutada por garrote vil en España, en 1959. “Era valenciana y mató a su patrona con arsénico. El matarratas es arsénico -precisa-, y de esos hay varios casos”, añadió.

Un suceso muy llamativo ocurrió en Albelda, en 1927. Una familia que había salido a ver una boda regresó a casa y encontró la comida envenenada. “Alguien les echó matarratas en el puchero”, contó Sipán.

El resultado fue trágico: murieron la madre y una niña de cuatro años. La investigación apuntó a un familiar: Tomás Bitrián Artasona, hijo y hermano de las víctimas, quien había comprado el veneno en una farmacia de Tamarite, el único establecimiento que lo había vendido esa semana. “Eso fue lo que le inculpó”, señaló Sipán. El motivo del crimen, se sospecha, estaba relacionado con disputas por herencias. Tomás fue condenado a 20 años y un día de cárcel.

“Fue un caso que movió mucho, se juzgó en Huesca”, explicó Sipán, quien aprovechó para contextualizar por qué ciertos crímenes se volvieron tan populares en esa época.

El cambio clave fue jurídico. “Hubo una reforma en la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 1882. Los juicios, que hasta entonces eran a puerta cerrada y por escrito, pasaron a ser orales y públicos”, recuerda. Este giro legal permitió a la sociedad asistir a los procesos judiciales y a la prensa cubrirlos con mayor libertad. Los medios de comunicación aprovecharon ese nuevo espacio.

En esa nueva etapa emergió una figura singular: la del reporter. “Era un periodista de nuevo cuño, dedicado a cubrir crímenes y estafas. Antes no existía”, afirma Sipán, señalando que Benito Pérez Galdós ya menciona esta figura en 1895, en su novela Nazarín.

A lo largo de la sesión, insistió en que la mayoría de los delitos -el 90 %- no los cometen perfiles psicopáticos, sino personas comunes. 

ROSA MORANCHO

Desde los envenenadores, el relato dio paso a un caso especialmente cercano para el escritor: Rosa Morancho, protagonista de dos casos de envenenamiento ocurridos en La Puebla de Roda en 1954. “Es un personaje femenino que me gusta mucho y sobre el que he investigado bastante”, explica.

La figura de Morancho, olvidada durante décadas, ha cobrado recientemente una inesperada relevancia internacional. “Ahora mismo hay una película en Netflix, que está hecha en parte con la vida de esta mujer de Huesca. Imagínate, Netflix es la puerta del mundo: más de 300 millones de suscriptores”, apunta.

El filme, de producción irlandesa, se titula El prodigio (The Wonder), y cuenta con tres ganadores y nominados al Oscar entre su reparto y equipo. “No es una película menor”, subraya.

Conectó la historia de Rosa Morancho con un fenómeno poco conocido pero de gran alcance internacional: las ayunadoras. Eran niñas, la mayoría preadolescentes, que dejaban de comer y se convertían en figuras santas o milagrosas. “Dio la vuelta al mundo. Hay casos que se descubrieron como falsos, pero otros son muy extraños, y entre ellos aparece Rosa Morancho”, detalla.

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Uno de los documentos analizados por Óscar Sipán.

Se sitúa su nacimiento en La Puebla de Roda, aunque también se especula con que pudo ocurrir en un despoblado cercano, Rin de la Carrasca. No se conserva la partida de nacimiento, así que se duda si nació en 1839 o en 1840”.

La obsesión por reconstruir la historia de Rosa Morancho ha acompañado a Óscar Sipán durante años. “Encontré su lápida, la había buscado durante mucho tiempo. Hacíamos excursiones familiares para ver si encontrábamos a Rosa Morancho”, confiesa. Su hija mayor incluso la dibujaba. “Descubrí que estaba en Luzás escuchando un podcast en catalán que se oía fatal", añade.

En ese pequeño pueblo de la comarca de Ribagorza, los vecinos la recuerdan con otro nombre: “La Santeta de Benabarre”.

Y sin embargo, Rosa Morancho fue mucho más que un personaje local. Su fama traspasó fronteras. “Esta mujer dio la vuelta al mundo. Yo he comprado periódicos antiguos y, por ejemplo, tengo uno de Río de Janeiro donde la ponen en portada en esa época”, indica.

La repercusión de Rosa fue extraordinaria: apareció en medios de Italia, Francia, Inglaterra, Países Bajos, Brasil y España, pero su fama también despertó tensiones. “Cuando la Iglesia empezó a notar que podía ser un problema para ellos, porque tenía un tío que se estaba aprovechando económicamente de toda la gente que pasaba a verla, la envenenaron”, reveló.

CRÍMENES EN EL COSO ALTO

Tras esta historia, Óscar Sipán dio paso a los crímenes del Coso Alto y el Coso Bajo.  El primero del Coso Alto que relató Óscar Sipán ocurrió en junio de 1891, muy cerca de la actual Plaza de la Constitución. Fue un enfrentamiento entre dos albañiles que iban armados. Ramón Sa perdió la vida y el agresor, Rafael Santa San Pietro, fue condenado a 12 años y un día de prisión.

“La pena la cumplió en Tarragona, y allí lo mataron por la espalda, supuestamente al intentar escapar”, explicó Sipán. La muerte del reo generó gran polémica en su momento.  “El juez instructor se había ido a cazar a Grañén y no volvió hasta el día siguiente. El cuerpo estuvo mucho tiempo en mitad del Coso”, destaca Sipán.

Al año siguiente, en 1892, se registró otro suceso que también generó gran impacto. Fue el caso de José Carcasona, dueño de una panadería en el Coso. “Su mujer trasladó el negocio al Coso Alto 37 después de su muerte”, explicó Sipán. La panadería contaba con varios trabajadores y un horno, y un día, cuando José bajaba con un candil, alguien le disparó a través de un ventanuco y “le voló la cabeza”.

El principal sospechoso fue José Balcells, quien fue detenido y juzgado. En este punto, Sipán aprovechó para detallar la historia de los serenos, una figura histórica que cumplía múltiples funciones en la ciudad: “Encendían los faroles, daban la hora, buscaban médicos o confesores, avisaban a los bomberos, tranquilizaban a los transeúntes en peleas y detenían a sospechosos”.

"La figura del sereno fue usada también en el franquismo como un instrumento de control social"

“La figura del sereno fue usada también durante el franquismo como un instrumento de control social y no desaparecieron hasta 1976”, añade.

“Llevaban abrigos grises, gorras de plato, un llavero con muchas llaves, un farol, un silbato y un chuzo, que es una especie de pincho de hierro que los caracterizaba”, describe.

Sipán relató un episodio especialmente dramático vinculado a la figura del sereno y conocido como el crimen de Puente de Vallecas. “Al volver de una boda, unos gitanos mataron a un sereno. Fue la gota que colmó el vaso, porque ya habían asesinado a varios”. Como medida, “se les prohibió salir más allá de las 22:00 horas durante dos años a todos los gitanos en España”.

Además, recordó un proyecto impulsado durante la dictadura franquista: “Franco llegó a plantearse crear una colonia penitenciaria en una isla para llevar a todos los gitanos de España allí”. 

Uno de los episodios más trágicos y enigmáticos de la ciudad ocurrió en  el Coso Alto 78 en 1987. Tres personas fallecieron en circunstancias poco claras: Joan Molina, de 25 años, junto a la pareja formada por María José Herrero, de 21 años, y Alfonso Aragón, de 26.

Óscar Sipán explica: "Joan Molina apareció en el vertedero de Fornillos dentro de un coche quemado, mientras que en su casa fueron encontrados los cuerpos sin vida de Alfonso y María José". Agrega que "se hallaron unas tijeras y un cuchillo, pero nunca se aclaró completamente qué ocurrió en aquel lugar".

El experto también destaca la existencia de "una carta enviada por el hermano de Alfonso", que añadió misterio al caso, que hasta hoy permanece sin resolverse.

CRÍMENES EN EL COSO BAJO

“En la Plaza de Santo Domingo, en 1865, un joven de 18 años fue asesinado de forma brutal; le volaron la cabeza y jamás se identificó al culpable”.

Sipán también aborda otro episodio ocurrido en 1906, protagonizado por los hermanos Antonio y Benito Sauqué. “Benito acuchilló mortalmente a un pariente de Loporzano, quien ejercía como pañero”, comenta, aunque reconoce que los detalles al respecto son escasos.

Uno de los crímenes más documentados, según Sipán, es el de Luis Gonzalo Baeta, un médico especialista en garganta, nariz y oído, que en junio de 1934 protagonizó un hecho impactante en el Coso Bajo, número 10-12. “Baeta tenía 30 años, estaba casado desde hacía ocho meses y su esposa, Emilia Monterde, estaba embarazada. Era una mujer muy conocida en Huesca”, relata.

El detonante fue un desencuentro con José Rodríguez Rodríguez, un cliente de León de 28 años, quien supuestamente no fue bien atendido por Baeta en su dolencia de oído. “El conflicto escaló hasta que Rodríguez no quiso pagar y le embargaron un reloj. La tensión creció y Baeta, en un arrebato, le disparó dos veces”, explica Sipán. 

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