Correspondía el episodio del Evangelio de las Bodas de Caná, aquel que marcó un hito en la fe de los discípulos en Jesucristo tras esa conversión prodigiosa del agua en el mejor vino. Y cientos de feligreses en torno a la Virgen del Viñedo han vestido sus mejores galas, no necesariamente las más lujosas sino las más auténticas, para procurar el humano milagro de la fraternidad. A la hora convenida, se han juntado las cruces de Castilsabás, y de Santa Eulalia, y de Ayera y de Loporzano, de Sasa del Abadiado, de Chibluco, de Sipán y de Barluenga, de Almunia del Romeral, de San Julián de Banzo, de Bandaliés y de Loscertales. Y todo ha comenzado a fluir.
Estaban las eras en torno a la Ermita de la Virgen del Viñedo repletas de coches. En las aledañas al templo, toda la infraestructura para vivir una jornada memorable. Cada uno elige la disposición de su particular morada al aire libre para acabar la fiesta como corresponde, con alegría, con celebración porque hay que disfrutar de la compañía de los más próximos y de los congéneres del Abadiado. Buscando la puntualidad, las Cruces de cada pueblo han llegado juntos a la encrucijada en la que el obispo de Huesca, Julián Ruiz Martorell, ha iniciado las plegarias y deseado el mejor día. Tras el ritual con el deseo de la paz, el prelado ha pedido que "el Señor nos conceda un excelente día de convivencia y nos bendiga con la lluvia necesaria".
Ese anhelo es común y perentorio. Las cruces, seguidas por el jerarca y el párroco, Noel Ardón, han desfilado por esos caminos hasta el encuentro en una rebosante templo en el que han concurrido hermanos de los doce publos y de fuera para rendir homenaje a la Virgen del Viñedo. Como ha expuesto Ruiz Martorell parafraseando al Papa, para disfrutar "de la mística de vivir juntos".
Ha sostenido el obispo que la devoción a Virgen es una "extraordinaria expresión de la fe. Damos gracias porque nos hemos sentido acompañados en nuestro peregrinar caminante" y es la virgen la que ayuda a mantener la esperanza y la que ofrece su maternal intercesión, la Madre del silencio y de la escucha". Ruiz Martorell ha manifestado que hemos de dar las gracias por "experimentar su amor envolvente, incondicional... Y vivir el amor agradecido" para todos, especialmente los más vulnerables. "Cualquier gesto de amor genuino contiene un destello del amor infinito de Dios. Es un amor desbordante", una forma de ir "al encuentro de los preferidos de Dios, los más pobres"
Ha pedido a la Virgen del Viñedo mostrar el camino para encontrar "la fuerza de Dios", para "guiarnos hasta él, para enseñarnos a conocerlo y amarlo". "Cada vez que miramos a la Virgen recibimos una lección de ternura y cariño. La Virgen es una mujer de fe que vive en la fe, vive el amor, la entrega generosa. Su corazón está dispuesto a salir al encuentro de los demás". "No es lo mismo no haber conocido a Jesús que conocerle", ha añadido, no es igual sentirlo con el evangelio que con la razón.
Como es día gozoso, el Grupo de Jota Amigos de La Hoya ha puesto la música celestial desde el coro, y Roberto Ciria ha pronunciado con su portentosa voz una plegaria a la Virgen del Viñedo que a la vez ha encogido y ensanchado los corazones.
Día gozoso y, tras la homilía, ahí han partido los cruceros, el trío de pastores religiosos y los peregrinos para la procesión bajo un calor de justicia, cantando y orando, conscientes de su misión que no ha sido otra que culminar con una bendición episcopal para comenzar la otra parte del contrato: cumplir con la misión de la fraternidad, entre aromas de hoguera. Y en ello están este 1 de mayo de 2023, día de gozo, de fe y de gloria en el Viñedo.