Un Domingo de Ramos pletórico en la Huesca de palmas y olivo convertida en Jerusalén

Multitud de niñas y niños, de adultos y de mayores recorren la procesión tras la Burreta hasta desembocar en la Catedral, donde la liturgia recuerda la entrada de Jesús en los corazones alborozados de quienes le recibieron

24 de Marzo de 2024
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Mañana de Domingo de Ramos en Huesca convertido en Jerusalén
Mañana de Domingo de Ramos en Huesca convertido en Jerusalén

Desde minutos antes de las once de la mañana, una muchedumbre se agolpaba en la Plaza de San Pedro, el novedoso punto de partida de la Procesión de Domingo de Ramos, en la que junto a las palmas que tanta ilusión le hacen a los niños se veían ramas de olivos, para los feligreses símbolo del huerto de Getsemaní desde el que todo desembocaría en la Crucifixión de Jesucristo la noche del Jueves Santo.

Domingo Ramos, con el paso de la "Burreta", es la mañana en la que refulge la mirada de los niños, dotada de una luminosidad que no sólo es ingenuidad, sino capacidad de mirar hacia delante sin prejuicios, sabiendo que ahí está el Señor, aclamado como corresponde por el gentío de Jerusalén, la ciudad donde todo comenzó y que está en todas las ciudades del mundo. Palmas y laurel, ramas de olivo, rezos, marcha solemne como corresponde al Mesía que entra jubiloso para júbilo de todos. Mañana de estreno como es tradición, en la que incluso el atuendo de cada uno significa que inauguramos este periodo pascual.

De la Plaza de San Pedro, el itinerario se encamina hacia la Plaza López Allué y va trazando el camino del Señor hacia Ramiro el Monje, el Coso Bajo, el Alto, calle Moya, Sancho Abarca, Azara, Plaza Arista, Las Cortes y a desembocar en la Catedral, el templo de Jesús donde sólo caben las almas limpias de las personas con espíritu de niñez y madurez sensata y serena.

Por su interés, me atrevo a reproducir la parte del pregón pronunciada por el obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué, el pasado viernes referente al hecho histórico de la entrada de Jesús en Jerusalén para concebir el ambiente ciudadano y personal que tal jornada vivió el Señor:

"Así es Jesús, el hombre que entra en Jerusalén montado en una burreta. Estamos en las vísperas del Domingo de Ramos.

Ya se huele a palmas y a laurel, a ramas de olivo recién cortadas. Con ellas aclamaremos a Jesús diciendo: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!" (Mt 21,9). Y nos volveremos niños hebreos, para acompañar a Jesús hasta Jerusalén, como canta la liturgia del Domingo de Ramos:

Como Jerusalén con su traje festivo, vestida de palmeras, coronada de olivos, viene la cristiandad en son de romería a inaugurar tu Pascua con himnos de alegría.

La gente estaba emocionada, pero la tensión se palpaba y el cerco se estrechaba. A Él le latía más deprisa el corazón. A pesar de los gritos de triunfo, presentía que pocos días después sería elevado en una cruz. 

Estamos en el Domingo de Ramos. Jesús tenía que despedirse de su madre, de sus apóstoles, sin olvidar a Judas, que ya andaba negociando cuántas monedas le darían si lo entregaba. Quería despedirse también de las mujeres valientes que lo habían acompañado y de sus amigos de Betania: María, Marta y Lázaro. Todo lo fue haciendo con una tensión contenida y los días pasaron aprisa, hasta que llegó el Jueves Santo".
 

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