El Ebro y Lorenzo Lascorz: el periodismo aragonés de proximidad llega a su desembocadura

El último número cierra casi dos décadas de periodismo de territorio con una mirada propia

30 de Agosto de 2025
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Lorenzo Lascorz, con el último número de Ebro. Foto Myriam Martínez
Lorenzo Lascorz, con el último número de Ebro. Foto Myriam Martínez

El 28 de julio de 2025 salió a la calle el último número de la revista El Ebro Económico, dirigida durante diecisiete años por Lorenzo Lascorz, figura discreta pero esencial para entender el periodismo de proximidad en Aragón. El cierre no llega con estridencias, sino con la serenidad de quien sabe que ha cumplido un ciclo.

Se jubiló con 65 años, pero continuó con este proyecto. Ahora, sin aspavientos, pero con convencimiento, proclama: "Ya vale".

El periodismo llegó tras una primera etapa en la banca y con colaboraciones asiduas en Andalán, Ribagorzano y Zimbel, entre otras publicaciones, que le fueron metiendo el gusanillo de la información escrita.

Poco después, Vicente Sánchez le propuso llevar la gerencia de El Día en Huesca (1988-1993). “Ahí me enganché. Me había gustado mucho lo que hacía, pero, a partir de entonces, ya no hubo marcha atrás”.

Cuando cerró este periódico, a principios de los años 90, Lorenzo Lascorz puso en marcha Siete de Aragón. Más adelante, Vicente Sánchez le insistió para que retomase El Ebro Económico, que había comenzado a publicarse de manera esporádica.

Registró el nombre y comenzó a publicar, pero el verdadero relanzamiento llegó en 2008, con un plan muy claro: cuatro números al año, ligados al pulso de toda la cuenca del Ebro y a las ferias de turismo que marcaban su calendario editorial: Fitur en Madrid, Expovacaciones en Bilbao, Intur en Valladolid, además de un número especial en agosto, que abarcaba las fiestas de San Lorenzo de Huesca y el Festival del Vino del Somontano.

“Siempre con la idea de territorio. La cuenca del Ebro es rica, variada, y se podía abarcar mucho”, explica. Aunque intentó abrirse a Cantabria o La Rioja, reconoce que “el enfoque terminó siendo casi siempre aragonés”.

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El secreto de la longevidad de El Ebro fue su sencillez económica y su constancia. “Los gastos fijos estaban muy controlados: impresión, maquetación, correo postal, colaboradores, el mío propio... Nada más”, afirma.

La publicidad institucional fue el sostén del proyecto. “La gestionaba yo mismo, sin intermediarios, y nunca tuve problemas. Siempre me trataron bien”, señala. Sin embargo, no olvida un episodio con José Ángel Biel, entonces vicepresidente del Gobierno de Aragón: “Me vetó. No pasa nada, seguimos sin problema, pero ya se había roto algo. Fue la única instrucción directa que recuerdo. Quizá hubo otras, pero esa fue clara. Aunque en prensa siempre suele haber algún duendecillo que actúa de mostrenco cartero. No me explico, ni me importa, qué razón hubo para que Lambán fuese el único presidente que no me recibiera en el Pignatelli”.

Desde el principio, El Ebro Económico se planteó como un espacio de lectura amable, sin renunciar a la crítica cuando era necesaria. “Siempre quise que hablara en positivo -comenta Lascorz-. Aunque el editorial marcaba diferencias, buscaba personajes de actualidad, con una visión que yo consideraba correcta de la política y la economía. Al fin y al cabo, la política es economía”.

NOMBRES Y MEMORIA

En las páginas de El Ebro quedaron retratadas figuras de la política, cultura, sociedad y otros campos que hoy forman parte de la memoria reciente, gracias a los contactos que tenía Lascorz. Entre ellos destaca la figura de Rubalcaba. “Tenía un talante excepcional y una inteligencia prodigiosa, era de esa importancia que, cuando se te abre, sabes que es alguien distinto”, rememora.

"Rubalcaba tenía un talante excepcional y una inteligencia prodigiosa"

“También los amigos de siempre, desde la época de Andalan, Eloy Fernández y Labordeta, el director de cine Antonio Artero, Gonzalo Borrás, Emilio Gastón, todos han desaparecido ya. Y mucha gente que te daba ideas sobre cómo podía ser un periodista progresista y aragonés".

En el terreno más cercano, Lascorz recuerda con gratitud a quienes acompañaron su trayectoria: “Manuel Blasco, como alcalde de Teruel, siempre se comportó muy bien conmigo”, dice con firmeza.

"Podría mencionar a muchos responsables de instituciones de un partido u otro -continúa-, pero por mencionar a alguien debo recordar con gratitud a Victor Morlán o Miguel Gracia y no querría pasar por alto a Ana Alós. Creo que fue la alcaldesa que cambió Huesca: reconoció a los fusilados republicanos y, desde luego, la única edil que se creyó y apostó por la Ciudad de los niños. Los que le sucedieron no se lo creyeron ni creen. Solo hay que ver lo abandonada que ha estado, y está, la pintura hecha por los niños en la calle Valentín Carderera”.

"Ana Alós fue la alcaldesa que cambió Huesca"

Los años de trabajo dejaron también un archivo de entrevistas y crónicas con una amplitud difícil de imitar: política, cultura, economía, paisaje, patrimonio. Cada número se convertía en un mapa detallado de la cuenca, construido con precisión y paciencia.

“Cada mes me costaba más elegir el tema principal”, admite. “¿Qué pongo de cultura, qué pongo de economía, qué pongo de política?”. El desgaste no es solo físico, también creativo: el desafío constante de mirar a un territorio conocido y encontrar nuevas historias.

LIBROS, BANCA Y OFICIO

Además de la prensa -El Día, Siete de Aragón, Criterio, El Ebro...-, Lascorz se volcó en los libros. “He editado trece. En varios de ellos he participado en su contenido y diseño. El primero sobre Joaquín Costa, un encargo de la Diputación. Luego vinieron otros, y alguna novela policíaca. He tenido la suerte de ser un privilegiado, de hacer muchos amigos, de trabajar en lo que me ha gustado y contar con el apoyo de mi familia y de mucha gente”.

El título del último número, “Hasta aquí llegó la riada”, no es una casualidad. Es el reconocimiento de que el tiempo de la revista ha llegado a su desembocadura natural.
“Me habría gustado que alguien siguiera con la marca -admite-. No pedía nada. Pero es muy fácil encontrar gente que escriba; lo difícil es que alguien quiera gestionar. Y esto, sin gestión, no funciona. Y yo ya no estoy para eso”.

No hay tristeza en sus palabras, solo un sentido de cierre: “No lo voy a echar de menos. Me quedan cosas por hacer. Tengo varios libros pendientes de editar. No es falta de trabajo, es falta de tiempo”.

El cierre de El Ebro Económico no es únicamente el fin de una revista: es el final de una manera de entender el periodismo aragonés, paciente, territorial y de mirada amplia. Como el río que le da nombre, el curso de la cabecera fue constante y discreto, hasta desembocar en estas últimas páginas.

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