A estas alturas, ¿quién en Huesca no conoce a la pareja de patos que deambula por la ciudad llamando la atención de los viandantes? Convertidos en auténticos personajes públicos, seguidos con más devoción que algunos influencers locales, estos singulares palmípedos continúan escribiendo su propia crónica urbana.
Les vimos descansar en plena plaza López Allué, en una estampa inédita, y desfilar por las Cuatro Esquinas y el Coso Alto. Días después, un testigó aseguró haberlos visto "piscinear" en la zona de Los Olivos.

Este sábado, han hecho acto de presencia a las 13:00, hora de vermú, en pleno centro de la capital oscense. Se habían encaramado sobre la tapia de la Casa Ponz, en la calle del Parque, donde han hecho gala de una serenidad de mármol. Allí, como si posaran para la portada de alguna revista, han contemplado la ciudad desde su atalaya improvisada. Su presencia ya no sorprende, pero sí fascina. Como sucede con los grandes personajes, cuanto más los ves, más te intrigan.

Y así, con una mezcla de estoicismo, gracia y carisma animal, estos dos ilustres sin nombre —aunque todo apunta a que no por mucho tiempo— siguen despertando la simpatía de los oscenses. Alguien ha sugerido que el Ayuntamiento podría iniciar un proceso participativo para bautizarlos oficialmente. La propuesta está lanzada. Mientras tanto, ellos siguen a lo suyo: protagonizando una fábula contemporánea. Porque en Huesca, desde hace unas semanas, no se mira al cielo esperando milagros. Se mira al suelo... buscando patos.