La Enclavación, el gesto humano y divino del Cristo crucificado portado por la Cofradía de Santiago

El imponente paso de Felipe Coscolla ha surcado las calles de Huesca hasta desembarcar en Santo Domingo donde la sorpresa ha llegado con la saeta de María Pardo

16 de Abril de 2025
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Procesión de la Enclavación de la Cofradía de Santiago

Es el simbolismo puro del sufrimiento humano del Cristo, manifestación extrema de la renuncia en la redención de la humanidad. La Enclavación, obra cumbre del grausino Felipe Coscolla, aquella en la que la expresión se retuerce en medio de la tristeza en los ojos del Cristo, mientras los ejecutores se emplean al máximo para atravesar con los clavos los pies de Jesús, sujetos los brazos para impedir cualquier reacción, imposible en el exhausto cuerpo.

El conjunto contextualiza la Crucifixión de Jesús en el monte Gólgota, donde la madre implora y el romano proclama la superioridad impostada del poder civil alzando en orgullo estéril la leyenda SPQR (Senatus Populus Que Romanus, el Senado y el Pueblo Romano). La musculatura de las figuras y la faz del Cristo forzada por la violencia de los golpes dotan al paso de una significación implacable que es punto culminante de la Pascua, Muerte y el camino hacia la Resurrección.

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Al encuentro de la Cofradía con la Enclavación, sucede la oración por los cofrades difuntos en el atrio de la iglesia de Santiago Apóstol, pronunciada por el párroco, Luis Gurrucharri. Tras la fotografía de familia, los cofrades acuden al encuentro con el Cristo y con toda la simbología, incluidos el estandarte y los palos con la concha de la peregrinación que portan las mujeres, los hombres y los niños que, en filas, preceden al recorrido del paso y al ritmo de la banda de tambores al conjunto.

Lentamente, queda atrás la Parroquia y los cofrades ganan metros a la calle del Parque rodeados en las aceras por una multitud de feligreses o, simplemente, de curiosos, por el aspecto de procedencia internacional. Cámaras de fotos, móviles y, lo más hermoso, muestras de asombro por el hercúleo conjunto escultórico que provoca onomatopeyas de admiración. Con pericia y fuerza, la decena de costaleros a las órdenes del macero, el conductor y el responsable del freno desplazan los 2.800 kilos de la estructura, giran hacia Miguel Servet -otro represaliado por la incomprensión de la libertad de pensamiento- y encaran el Coso Alto.

Punto decisivo, significativo, el de la cuesta de Moya, en el que las piernas y los brazos rezuman voluntad, fuerza y fe para alcanzar, a duras penas, con supremo esfuerzo, la Plaza Luis López Allué, para encarar Cuatro Reyes, Goya y Coso Bajo.

LA SAETA DE MARÍA PARDO

Era la sorpresa de 2024, pero la lluvia se encargó de impedirla. En la Plaza de Santo Domingo y San Martín, con el son de la banda de Santiago Apóstol, ha brotado en su máxima fortaleza, emoción y belleza la voz de María Pardo, una saeta con pedigrí de Sangarrén y de Huesca, una postrera manifestación de fe y de esperanza eterna.

Un largo toque de varias de las bandas presentes (Cristo de la Esperanza y de la Cofradía de Almudévar junto a la titular de Santiago) precede a la cantante. "¿Quién me presta una escalera, para subir al madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno?", Machado y Serrat en voz de María Pardo.

Final feliz después de un lustro difícil para procesionar, entre la pandemia y las lluvias de 2024. Satisfacción en la Cofradía de Santiago. La que concibieron el 22 de febrero de 1956 aquellos ilusionados miembros de la sección deportiva de educación y descanso Peña Azul, representados por Ramón Manero y Mariano Calvo. Los que escogieron esa preciosa vestimenta, discreta, profunda y fuerte, ese marrón de Santiago y cierra España, como el cíngulo y el capirote, y en medio el escapulario blanco con la Cruz de Santiago en medio. El círculo, año tras año, se cierra y se abre, esencia de la Semana Santa.

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