Seguramente porque la Resurrección suponga la sublimación del milagro de la vida, la Catedral de Barbastro se ha convertido en la casa en la que todos los cristianos hay decidido proclamar el momento culminante de una Semana Santa que se vive con la intensidad de quien cree, de quien tiene fe.
Había decido la Junta Coordinadora de Cofradías, con esa maravilla de conciliación permanente con la Diócesis de Barbastro-Monzón, que nada podría detener el simbolismo y la verdad de ese prodigio de la historia de la humanidad y la divinidad que es la Resurrección del Señor. Y, con esta intención, repentinamente el efecto de la lluvia queda minimizado por la fortaeza de la fe, del corazón, de la inteligencia y del libre albedrío.
La tradicional concurrencia desde la Iglesia de San Francisco hasta la Plaza del Mercado de Nuestra Señora de la Soledad y del Cristo Resucitado ha encontrado en la casa por excelencia del Señor, la Catedral, la solución a cualquier incursión de la inclemencia meteorológica. Y, de este modo, las calles han escuchado los sonidos de la Semana Santa y han admirado la pulcritud del desfile procesional, pero con la concurrencia en la seo barbastrense.
Allí, ufano y feliz, monseñor Ángel Pérez Pueyo ha dado el paso a la Palabra de Dios con la compañía de esa legión de colaboradores en la verdad y la luz que son los representantes de las cofradías, y de los cofrades, y de los feligreses en general, conscientes de la trascendencia de cuanto ha sido pronunciado en la Eucaristía: que Dios ha resucitado, que Dios ha resucitado, que Dios ha resucitado. La triple proclama que sucede a la triple negativa para confirmar que, efectivamente, Jesucristo ha redimido a la humanidad a través de su sacrificio y de su resurrección.
Y, después de una hermosa liturgia, Barbastro y los barbastrenses han constatado que, efectivamente, es Fiesta de Interés Turístico Nacional con vocación universal, que es lo que caracteriza a la Iglesia que tanto y tan bien se vive en Barbastro. Feliz Pascua. Misión cumplida, para servicio al Señor y al prójimo.