Si una corriente de pensamiento identifica la amabilidad con un arte, Mercedes Moliní ha sido una gran artista. No es sencillo conjugar la exigencia y la autoexigencia con la afabilidad, con una manera de pedir que parece que da, con una sonrisa en la adversidad, con una respuesta serena en instantes críticos, que, en la danza y en el circo, sus dos grandes pasiones, haberlos, haylos y a mansalva.
Ha fallecido con 66 años en Madrid Mercedes Moliní, que ha protagonizado, sin pretenderlo, cientos de fotos en Huesca, una tierra de ella, como lo fue también Albacete con su gran evento mundial del circo, o tantas ciudades en las que ha dejado su impronta. Siempre con José Espinosa y Espacio Danza, ora con Antonio Canales, otro día con Juan Carlos Santamaría o cualquiera de las figuras de la danza española.
Se ha ido demasiado pronto pero legando sus lecciones familiares a sus hijos Luis, Marina y Jorge, y su ejemplo a cientos de compañeros y de amigos en su larga ejecutoria. Conoció al bailarín oscense -de adopción y por derecho- José Espinosa Cabello en 1996. Circunstancias de la vida y de los caprichos administrativos, hubo de cerrar la Escuela el Ratón, donde estaba radicado el famoso Ballet Zoom de Bob Nico, Giorgio Aresu y Charlie Hussey, imprescindibles bailarines en la televisión de aquellos tiempos.
El cambio de ciclo le llevó hasta la vicepresidenta de la Asociación de Centros Autónomos de Enseñanza Privada (Acade) y en tal concepto contactó con Espinosa, aunque en aquel momento su escuela estaba configurada por alumnos cuyo objetivo no era la titulación. Desde entonces, surgió una relación profesional y personal irrompible. Mercedes, relaciones públicas de formación, se ofreció como jefa de prensa -y mucho más- de los eventos que organizaba Jose. "No ha faltado nunca". Nueve galas del Día Internacional de la Danza en grandes escenarios como el Palacio de los Deportes o el Palacio de Congresos, cuatro ferias solidarias y un gran encuentro solidario en las Cuatro Esquinas de Huesca han recibido los magníficos servicios de la madrileña, que ha ido siempre mucho más allá del sentido del deber.
Con una voluntad a prueba de todo, abrió puertas a Huesca en el exterior, y fue embajadora de la ciudad para atraer multitud de artistas fruto de su rica cartera de contactos. Todavía recuerda Espinosa aquel Festival Mundial del Circo en Albacete en la que, a falta de presupuesto, Mercedes compró en un comercio chino chubasqueros blancos y los metamorfoseó para Espacio Danza en un vestuario ingenioso, muy vistoso.
Mercedes era, dentro de su dechado de serenidad, una mujer briosa y entregada. En los últimos tiempos, apuraba su carrera laboral como técnica de Carrera contra el Hambre dentro de la ONG Acción contra el Hambre. Es la coherente confluencia de quien supo convertir el arte en una herramienta de solidaridad y la solidaridad en un fin ejercido con el arte de dar el corazón a los demás, la misericordia. Su amigo Jose Espinosa no encuentra calificativos suficientes para expresar la dimensión de Mercedes Moliní, encantadora, solidaria, trabajadora, dinámica, empática, agradable y visionaria.
El maldito cáncer se la ha llevado y ha obligado a su multitud de amigos y allegados a adelantar sus planes, porque nadie quería despedirla. El Tanatorio San Isidro de Madrid se convirtió en una ebullición de amigas, de amigos, de conocidos, de tanta y tanta gente que entra en el universo de "los suyos". Y Huesca, aunque antes de escribir esto pueda ser inconsciente, se queda sin una embajadora y sin su talento organizativo. La danza, invadida por la tristeza, enlentece su ritmo en señal de duelo y espera, pesarosa, convertir en luto en jubiloso revoloteo por haber conocido a una mujer tan formidable, tan maravillosa. En los predios en los que se halle, hoy programan circo y danza. Descanse en paz Mercedes Moliní.