La vida de Francisco Teringuer Matas ha sido un viaje largo y lleno de experiencias, como un río que fluye desde su nacimiento. Este sábado, 7 de octubre, cumple la simbólica cifra de cien años, pero ya la víspera ha sido el protagonista de una fiesta sorpresa, en la que ha contado, una vez más, con el amor incondicional de sus cuatro hijos y el afecto de los trabajadores y compañeros de la Residencia de Personas Mayores Sagrada Familia de Huesca.
Todos ellos se han volcado para que pasara una emocionante mañana, en la que se ha servido un almuerzo especial, ha soplado las velas de una tarta, ha recibido regalos y ha escuchado de las voces de sus amigos el Cumpleaños feliz. De vez en cuando, ha tenido que sacar el pañuelo para enjugarse alguna lágrima.
Francisco Teringuer Matas nació en Fonz en 1923. Fue el segundo de siete hermanos, que Francisco y Joaquina cuidaron con absoluta entrega. Eso sí, le tocó trabajar desde muy jovencito. Con ocho años, realizaba ya tareas agrícolas. "No había ningún crío que ganara tanto como yo, 8.000 pesetas al año. A las mulas las hacía yo hablar", recuerda.
Llevaba remolacha con la galera a la Azucarera de Monzón y recogía judías, panizo y todo lo que se sembraba. Más adelante, trabajó para el Canal de Aragón y Cataluña.
Asegura que tuvo muchas pretendientes, porque no había nadie que bailase como él, pero conoció en el campo a su mujer, Antonia, procedente de Apiés, e hicieron amistad. Más tarde, se casaron y tuvieron cuatro hijos, que le visitan regularmente en la residencia: María Jesús, Francisco, Rosa y Susana.
Para sacarles adelante, no les quedó otra que "trabajar a manta", pero asegura que "nunca les faltó la comida".
En Fonz abrió una cantina, donde él mismo hacía caracoles y de todo. "Venían de Monzón y subían también de Cofita a comer bocadillos, callos, poncho y melocotón con vino", observa.
Después pusieron una tienda de ultramarinos, en la que vendían jamones traídos de Barbastro y un montón de cosas más.
Francisco sufrió las penalidades de la Guerra Civil, por eso asegura que ahora "se vive como ricos" y considera que nadie se puede quejar, "porque se come a base de bien".
En 1923, como le ha recordado Lourdes Mairal, se colocó el famoso letrero Hollywood, la inflación arrasó Alemania, se puso de moda el charleston, llegó la vacuna de la difteria, arrestaron a Hitler y ocurrieron infinidad de acontecimientos, aunque ninguno tan importante como el nacimiento de Francisco Teringuer.
Ahora, en su centenario, su existencia es un tesoro invaluable, en un mundo que sigue deparándole momentos de felicidad como el de este viernes.