El Terno de la noche del Viernes Santo resultó admirablemente abrumador. La Iglesia de Santo Domingo y San Martín estaba repleta de oscenses que esperaban al Cristo Yacente en la procesión presidida por el párroco, Fernando Altemir, prior a la sazón de la Archicofradía de la Santísima Vera Cruz. Junto al sacerdote, ataviado con su capa pluvial, las autoridades eclesiásticas, el pendón y representación de la Archicofradía, las autoridades civiles (con representación de ediles de PP, Cs y Vox) y militares y la Banda de Música de Huesca. Cristo erea despedido con los honores que corresponden a quien dio su vida por la redención de los pecados de los hombres.
Esta mañana de sábado, se ha establecido el turno de vela. Constantemente, feligreses, representantes eclesiásticos, miembros de cofradías y personas de la escuadra de romanos han acompañado al Jesús que reposa en su sepulcro. En su interior, rezan y ruegan que el mal sueño de la noche del viernes se convierta en gloria de resurrección.
Esperan, quizás con razón, que la fe se consuma en hechos y, si acaso el domingo, aparezca el Cristo Resucitado para reencontrarse con la Virgen de la Esperanza. Un buen final para una Semana Santa histórica