Cuando Jesús atravesó la puerta de Jerusalén a lomos de la burra, no dejó atrás la humildad que le caracterizaba y que tanto enojaba a los poderosos, sino que fue una parte fundamental de sus atuendos de integridad moral y divina. Domingo de Ramos adquiere una singularidad y un sentido especial en pequeñas localidades como Biescas, que no renuncian a la máxima pulcritud porque con ella también se sirve al Santísimo.
En la villa biesquense, los tambores han irrumpido con un ritmo alegre junto al estandarte para recorrer las calles con el acompañamiento del párroco, Ricardo Mur, y de un buen número de ciudadanos de todas las edades con ramas de olivo y, en el caso de los niños, palmas con las que recibir alborozados al Cristo. Al tránsito del paso con Jesucristo, mucho respeto.
Una bonita mañana soleada que ha servido posteriormente para disfrutar de un buen vermú como siempre ha correspondido en la tradición para acompañar los oficios religiosos.