El obispo de Barbastro-Monzón Angel Javier Pérez Pueyo ha presidido en la Catedral de Barbastro la ceremonia de apertura de la fase diocesana de la Causa de Beatificación de 252 siervos de Dios: 210 sacerdotes, cinco seminaristas, tres clarisas y 34 laicos. En su homilía, ha explicado que su testimonio de fe, entrega y perdón se suma al de los 79 beatos mártires de la Guerra Civil, con su obispo, Florentino Asensio a la cabeza: 51 claretianos, 18 benedictinos, cinco escolapios, los dos curetas de Monzón -José Jordán y José Nadal-, el sacerdote Vicente Montserrat -beatificado en Almería-, y el laico Ceferino Giménez Malla, 'el Pelé'. La ceremonia ha sido retransmitida por La 2 de Televisión Española.
En una abarrotada seo barbastrense, monseñor Pérez ha arrancado su alocución con el nexo entre el espíritu del pequeño pueblo de Nazaret y el de Barbastro y todo el Alto Aragón Oriental, el de todas las comarcas de la Diócesis. Entre los feligreses presentes, más de 150 pesonas que representan a las familias de los mártires. "Se lo debíamos, y queremos decir gracias Señor porque el testimonio de su vida es para nosotros un acicate, un estímulo". El prelado ha manifestado que "los mártires no han caído del cielo con los bolsillos repletos de estrellas. Han nacido en una familia como la tuya, han crecido y madurado humana y cristianamente... Han llegado a descubrir que la verdad más profunda es responder con autenticidad a una pregunta que el papa emérito Benedicto XVI lanzara a los jvóenes: ¿desde dónde quieres señor que te ame, que te sirva, que te siga?".

Ángel Pérez Pueyo ha agregado que "el martirio no es una estrategia, es un regalo de Dios, que entra en la vida fascinándola con la belleza del amor, de la entrega y de la felicidad. Estav erdad paradójicamente les hizo sentirse realmente libres Por eso no nos sorprende el ansia de martirio ni tampoco la prisa de eternidad que tenían la mayoría de ellos... Sólo la fidelidad al Padre, la entrega en obediencia martirial que vivió el propio Jesús te ayudan a descubrir que se puede perder y sin embargo gannar. Así lo hicieron saber nuestros mártires uno a uno. Cuando se escuchan los testimonios de los mártires se ponen la piel de galina".
Ha leído dos de ellos. Aurelio Boix, monje benedictino del Pueyo en una carta dirigida a su hermano: "En poco tiempo, ¡qué dos gracias tan señaladas me concede mi buen Dios. La profesión y el martirio". Ramón aseguraba que "no cambiaría el martirio por el apostolado, que era la ilusion de toda mi vida".
"Hoy nos referimos a los mártires de esta porción de la iglesia, pero tú puedes desde casa pensar en aquellos a los que sin duda ponemos nombre. De aquellos 331 hijos del Alto Aragón Oriental se marcharan a la ciudad de la luz, donde viven hombres y mujeres transparentes, hemos aprendido que nada se pierde para siempre", para a continuación citar a aquellos 79 ya beatificados. "Que nos esperen en el cielo para cuando tú y yo cambiemos de estado".
"De aquellos 331 hijos del Alto Aragón Oriental se marcharan a la ciudad de la luz, donde viven hombres y mujeres transparentes, hemos aprendido que nada se pierde para siempre"
"Los 252 mártires cuyo proceso diocesano iniciaremos al terminar esta eucaristía nos llenan de esperanza, de compromiso y fidelidad", ha agregado el obispo. Ha caminado apenas una veintena de kilómetros con sus palabras. "Los 5 seminaristas, los 34 seglares y las 3 religiosas contemplativas del monasterio de Santa Clara en Monzón, que no han podido estar aquí pero están bien presentes siguiéndonos a través de los medios, fueron a visitar el lugar del martirio, pero fueron a esa paz que da el saber que uno ha hecho lo que debía. Son para nosotros, testigo, la joya de la corona, aquellos que fecundarán nuestra diócesis de vocaciones".
Una diócesis martirial y un seminario martirial, como le gusta nombrar a don Ángel, encuentra testigos como el actual Cardenal Aquilino Bocos que encontraba en esta tierra "el valor de la fidelidad y la constancia". Barbastro, "regado con la sangre inocente de sus mártires, pasará a la historia, su nombre será paseado por los cinco continentes como atalaya del espíritu y emblema de reciedumbre", ha añadido Ángel Pérez. Y ha concluido que la "beatificación hace de Barbastro y el Alto Aragón oriental que no sea ya recordado como altar del sacrificio, sino como cátedra elocuente que enseña a sus hijos a morir" con dignidad.
Ha mostrado un manojo de tomillo "al que nos hubiera gustado prender fuego, pero entendéis que cuando se extrae de la tierra deja el perfume y alguien de aquí, de nuestra diócesis, supo dejar constancia como un sacramental de que el tomillo se ha convertido en el signo emblemático de lo que significa el martirio. Esto es lo diferente, no solo morir sino dejar el perfume en aquellos que les arrancaron de la tierra". El mártir Faustino deseaba "que viva inmortal, diocesis santa. Tú eres vida y perdón, sangre hermana".
Y una jaculatoria como colofón: "Beatos mártires del siglo XX en España, rogad por nosotros. Mártires del siglo XX en España, rogad por nosotros. Mártires del Alto Aragón, rogad por nosotros".
Antes del turno de la convivencia en la paz, ha parafraseado a Vargas Llosa: "Estamos en la civilización del espectáculo que hemos distorsionado la realidad, y la superficialidad y banalidad con que tratamos los valores sagrados hace que no esté presente el respeto hacia el otro y se tergiversen las apreciaciones". "A nosotros nos toca ser constructores de coherencia, unidad y fraternidad universal, donde los ideales de cada cual puedan ser expresados y compartidos, enriqueciéndonos los unos a los otros. Para que los cristianos, que somos constructores de una humanidad nueva en medio de este mundo de incongruencia, podamos poner esa coherencia, unidad y fraternidad".
El acto de apertura del proceso de beatificación arranca con el tomillo que representa la vida que se deshace de los márrtires pero ese perfume es el que sirve de testimonio de fidelidad y de perdón para impregnar a los prójimos. Han sido citados los 252 siervos de Dios, nombre a nombre.