La Juventud Obrera Cristiana (JOC) es una institución que está a punto de cumplir su centenario. Fue fundada por el belga Joseph Cardijn en 1925, con la finalidad de evangelizar a los jóvenes y construir un mundo más justo. La representante de la JOC España, Esther Barba, visitó recientemente Huesca y se reunió con la responsable de la JOC en Aragón, la oscense Ana María García Salvatierra. Ambas coincidieron en destacar que la relación de los jóvenes con la Iglesia puede mejorar, aunque confían en la gestión del papa Francisco: "Yo creo que la mayor virtud es que es un buen pastor, que huele a oveja", aseguró Esther Barba.
PREGUNTA: Está reciente el Sínodo de la Iglesia Española: comunión, participación y misión. ¿Cuál ha sido el papel y la visión de la JOC en la búsqueda del camino que Dios espera de la Iglesia del Tercer Milenio, como lo definió el papa Francisco?
ESTHER BARBA: Sobre todo representa esa voz de los Jóvenes Obreros Cristrianos en el Sínodo y ver cómo nosotros podemos aportar a la Iglesia y como podemos hacer que se escuchen esos cambios que queremos.
P: En un minuto de 59 segundos, ¿qué es la JOC, sus orígenes y su estado actual?
E. B.: Es un movimiento educativo y evangelizador dirigido a jóvenes del mundo obrero. Es un movimiento de, por y para jóvenes. Surge en Béligca en 1925 con nuestro cardenal Joseph Cardijn. Dentro de nada tenemos el centenario y ahora mismo estamos en diferentes países del mundo, Europa, África, Asia, Latinoamérica. En España hay 17 diócesis.
P: Del pasado y el presente al futuro, ¿cuáles son los horizontes?A.G.: Al final son la propia misión de la JOC, que es educar y evangelizar a los jóvenes del mundo obrero para que salgan a sus ambientes y puedan transformar su realidad. Así de sencillo.
P: Malévola o bienintencionadamente podemos preguntar: ¿qué tienen ustedes de jóvenes, qué de obreros y qué de católicos?
E. B.: De jóvenes, yo cada vez menos, pero sigo siendo joven. De jóvenes tenemos la circunstancia que está viviendo la juventud de precariedad, de incertidumbre; de obreros, que venimos de barrios humildes y que nuestros padres son personas que necesitan el trabajo para la vida; y de cristianos que tenemos como referencia a la figura a Jesús de Nazaret y los valores del Evangelio.
P: Respondan con la letra, la relación con la jerarquía eclesial es: Mejorable, Difícil 3, Adecuada, Imposible.
E. B.: En algunos momentos adecuada, pero muchas veces puede mejorar, puede haber más comunicación entre la JOC y la jerarquía eclesial y que eso nos puede ayudar a ambas.
P: Y la conexión de los jóvenes con la Iglesia es: Una utopía, Una distopía, Cero, La luz de una oportunidad.
A. G.: La luz de una oportunidad para que los jóvenes puedan ir a sus realidades, transformarlas y poder hacer algo. Los jóvenes, dentro de la Iglesia y fuera de ella, tenemos mucho que decir.
P: ¿Ustedes son como el viejo pollo Calimero, unos incomprendidos porque nadie quiere entrar a conocer la JOC? ¿Cómo es su flujo, su funcionamiento, sus reuniones?
E.B.: Más que no querer entrar, es que se conoce poco. Cuando sí que se conoce, la gente se acerca, produce esa curiosidad y las ganas de implicarse de esa forma en la Iglesia. Tenemos equipos de vida donde vamos aterrizando el día a día, la vida de cada joven y la vamos contrastando con el Evangelio. Así llevamos la vida al Evengelio y el Evangelio a la vida.
P: Con el paro juvenil desbocado, con la inaccesibilidad a la vivienda, con los sueldos mileuristas, con el empleo precario y con todos los sistemas de valores por los aires, supongo que ser joven hoy es un chollo (ironía modo on).
E. B.: Sí, un tres por dos (risas). Sí, es complicado vivir en esta inestabilidad, en esta precariedad, parece que tienes que aceptar todo tipo de trabajos, tener un trabajo que simplemente te da para sobrevivir ya hay que dar gracias por tenerlo... Son condiciones que no nos dejan desarrollarnos completamente como personas y como jóvenes.
P: Violencia de género, drogas, alcohol, depresiones, inestabilidad… ¿Qué se puede hacer para desactivar las minas antipersona que son para los jóvenes las barreras de hoy?
E. B.: Todas estas cosas han existido siempre, lo que pasa es que puede ser que ahora tengan más visibilidad. Desde muchas asociaciones y colectivos se hace mucho trabajo, pero pensamos que es necesario que las administraciones y las instituciones pongan medios preventivos y medidas para personas que lo sufren y no generar una sociedad de descarte, sino una sociedad que acoja también todas estas realidades e intente transformarlas a una realidad que sea mejor para todos.
P: ¿Cómo explican ustedes a sus amigos jovenzanos que hay que tener fe sin temor a la carcajada de rigor?
A.G.: Lo primero, no tener temor a la carcajada de rigor. Si hay temor, está claro que los jóvenes no nos lanzamos a hablar de este tema que a veces nos puede costar. Y más que hablar es ser testimonio. Nuestra fe cristiana va agarrada a un estilo de vida, pues hay que ser testimonio de ese estilo de vida que promovía Jesús de Nazaret.
P: La espiritualidad, que no la religión necesariamente, ¿es una especie en peligro de extinción?
A.G.: Todo lo contrario y, sobre todo, desde la pandemia los jóvenes están en búsqueda de una espiritualidad. Al final la espiritualidad es la búsqueda de un sentido. En nuestro caso podemos ofrecer la espiritualidad cristiana. Yo creo que no está en extinción, que está en auge.
P: ¿Cuáles serían los pilares que preconizaría la JOC para una legislación educativa y eficiente?
A.G.: Pensamos que la educación tendría que dar oportunidades a todos los niños y jóvenes, independientemente de cualquier condición: de dónde vengas, de la renta que tenga la familia... Y entender la educación como un desarrollo integral de la persona y no sólo como un producto para la búsqueda de empleo. Y, sobre todo, que ponga a la persona en el centro de la vida.
P: El núcleo de la sociedad es la familia. ¿El núcleo de la sociedad es la familia?
E. B.: Es un núcleo muy importante, pero no es el único. La escuela es otro núcleo importante en el que te desarrollas y la sociedad configura a las personas.
P: Volvamos al Sínodo. La apuesta por la conversión personal, comunitaria y pastoral a través de parroquias vivas. ¿Es un camino, es el camino?
E. B.: Es un camino y también es un camino si hacemos las parroquias abiertas, una Iglesia que esté insertada en la sociedad y que intente transformarla. No una Iglesia que se encierre en la parroquia, sino que salga y ofrezca el mensaje del Evengelio.
P: El papel de la mujer en la Iglesia como inquietud, necesidad y oportunidad. ¿La transformación pasa por voltear los viejos conceptos machistas?
E. B.: Completamente, sí. Y además estamos contentos porque en las conclusiones del Sínodo también se ha hablado de la importancia de repensar el papel de la mujer en la Iglesia como una necesidad urgente. El papa Francisco ya ha hecho muchos cambios en este sentido y creemos que aunque queda mucho por hacer, estamos yendo por el buen camino.
P: ¿Qué les parece la idea de superar el clericalismo, que tendrá sus resistencias?
E. B.: También se habló de eso en el Sínodo, de un clericalismo bilateral: no sólo de parte de los sacerdotes hacia los laicos, sino que a veces también ocurre desde los laicos a los propios sacerdotes. Tenemos que romper con ese clericalismo y hacer una Iglesia más cercana, una Iglesia en salida, una Iglesia en la que todos aportemos nuestro granito de arena, en la que todos tengamos nuestro protagonismo.
P: ¿En las manos de los laicos está el futuro de la Iglesia?
E. B.: En las manos de los laicos hay un papel importante dentro de la Iglesia, ahora y en un futuro, porque al final somos los que estamos insertos en la sociedad y hay que actualizar la Iglesia con lo que se está viviendo en la sociedad y llevar a la sociedad el mensaje de la Iglesia.
P: En todo caso, ¿todos estos pasos habrán de ser objeto de una revolución o de una re-evolución, más que nada para no hacernos daño?
A. G.: Nosotros pensamos que es más de una re-evolución: la revolución es algo muy puntual, pero la re-evolución es un proceso. La Iglesia está en un continuo proceso de cambio y transformación, que también implica volver a la raíz, al sentido del Evangelio, pero no es algo puntual, no tiene que parar, no tiene que quedarse estancada, sino que rehacerse.
P: ¿Cuál es la mayor virtud que atribuís al actual pontífice, Francisco?
E.B.: La mayor virtud es que es un buen pastor, que huele a oveja. Es muy cercano, también habla muchas veces de los jóvenes, que nos comprometamos con la transformación de la Iglesia. El papa Francisco es un ejemplo de cambio, de cercanía, de sencillez.