Bien había venido la bendición de monseñor Ángel Pérez Pueyo, obispo de Barbastro-Monzón. Cuando hay aquiescencia del pastor de las esferas celestiales, lo más probable es que cuanto se aposente sobre la tierra sea benefactor. Al menos en predicción, que es lo que ancestralmente se ha buscado en San Beturián, o San Victorián, popularmente reconocida como "la ermita de los langostos".
El temor reverencial que, en forma de arropamiento, provoca la gelidez prevista ponía alguna duda sobre la confluencia de peregrinos, pero el prelado barbastrense se ha encontrado con cientos de ellos dispuestos a conocer cuál es el veredicto definitivo de los zancudos langostos, estos ortópteros cuya presencia determina al teñir el mantel níveo si la vendimia va a ser buena, regular o mala, y si la cosecha de aceite va a acompañar. En el caso de las cepas de los viñedos, la tonalidad negruzca de los animales indica que espera una recogida voluminosa. En el de los olivos, será menos pródiga, pero tampoco mala.
Mientras tanto, la Ronda de Boltaña ha acompañado la tradición religiosa de la misa, la bendición de las tortas y el vino y la fiesta posterior. De ahí la sempiterna sonrisa del obispo al que acompañaba el párroco de Abizanda, y también el alcalde, Javier Labat, satisfecho en su papel de anfitrión.
A partir de hoy, ya se pueden conjurar los cielos y la tierra porque han de cumplir con la predicción de los langostos, que, en materia de creencias, son pauta de fuerza mayor. Por la cuenta que nos trae en este caso.