Llum Quiñonero: "Lo que hacen todas las sociedades autoritarias es sujetar a las mujeres"

La activista, periodista y escritora expone en Huesca el papel que jugaron frente al franquismo

08 de Abril de 2025
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Llum Quiñonero habla de las mujeres en el franquismo

La activista, escritora y periodista Llum Quiñonero considera esencial seguir luchando por la igualdad de género, ya que, a pesar de los avances alcanzados, aún persisten muchas dificultades. Subraya que "la batalla por la igualdad continúa siendo una cuestión de primer orden", y destaca que las luchas feministas han logrado avances históricos, pero aunque aún queda mucho por hacer porque siempre surgen dificultades. También estima que el feminismo está profundamente vinculado a la memoria histórica, que es fundamental para continuar ampliando derechos.

La mesa estuvo compuesta por la profesora Sescún Marías, en un acto celebrado en el Salón Azul del Casino de Huesca bajo el título "Mujeres contra el franquismo. 50 años de memoria feminista". Este encuentro se enmarca en el proyecto Re-creándo-las, que, en su espacio "Encuentros con", trabaja desde hace tres años en la recuperación de figuras femeninas relevantes y, en muchos casos, "injustamente relegadas al olvido histórico". Estaba prevista la participación de Justa Montero, referente del movimiento feminista, quien finalmente no pudo acudir por motivos de salud.

Charo Ochoa, integrante del Colectivo de Mujeres Feministas, destacó el propósito del proyecto: rescatar del silencio a mujeres que desempeñaron un papel fundamental en sus respectivos contextos históricos. Subrayó que muchas de ellas, pese a haber gozado de reconocimiento en su momento, fueron posteriormente borradas del relato oficial o, incluso, ignoradas desde el principio. En este contexto, y coincidiendo con el 50 aniversario tanto del Año Internacional de la Mujer como del fallecimiento de Francisco Franco, se consideró esencial dedicar un espacio a la memoria de aquellas que protagonizaron las primeras luchas organizadas por los derechos de las mujeres en el ámbito del antifranquismo.

Durante su intervención, Ochoa recordó la trayectoria de Llum Quiñonero, quien ya visitó Huesca hace dos décadas con motivo de la proyección del documental Mujeres del 36, obra de gran relevancia en la recuperación de la memoria histórica femenina. La autora compartió ejemplares de dicha obra y también de su libro más reciente, Miquel Grau.

Ochoa destacó de Sescún Marías su aportación desde la investigación histórica vinculada a la memoria democrática, presentando además la labor de la asociación Nietas de Vigiladas, nacida en el entorno universitario aragonés, con la concurrencia de Irene Abad.

Por su parte, Sescún Marías, profesora de Secundaria, compartió una experiencia reciente vivida en el aula que motivó su implicación en el acto. Al trabajar con su alumnado de 4º de la ESO la situación de las mujeres durante la Segunda República, propuso una actividad colaborativa para reflexionar sobre los avances en derechos sexuales, políticos y laborales.

Sin embargo, al día siguiente, el cartel central de la actividad, que aludía directamente a la memoria de las mujeres republicanas, había desaparecido sin dejar rastro. Este acto deliberado de censura la llevó a replantearse la importancia de trasladar la memoria histórica femenina no solo al ámbito académico o militante, sino también a los espacios educativos donde se forma el pensamiento crítico de las nuevas generaciones.

Lejos de responder con sanciones, Marías aprovechó la ocasión para generar una reflexión en clase. A través de preguntas dirigidas a sus estudiantes —sobre si sus madres estudiaron, accedieron a la universidad, tienen empleo remunerado o cuentas bancarias propias y cuál fue antes la situación de sus abuelas— evidenció la reciente conquista de muchos derechos de las mujeres. Para ella, esta experiencia confirmó la necesidad de continuar abordando la memoria de las mujeres desde el respeto, con herramientas pedagógicas que hagan visible una historia silenciada.

Charo Ochoa, Llum Quiñonero y Sescún Marías. Foto Myriam Martínez
Charo Ochoa, Llum Quiñonero y Sescún Marías. Foto Myriam Martínez

UNA VIDA DE COMPROMISO POLÍTICO

Sescún Marías detalló el currículum de Llum Quiñonero, destacando su dilatada trayectoria de compromiso político, feminista y cultural. Licenciada en Historia por la Universidad de Alicante, Quiñonero se implicó desde muy joven en el movimiento estudiantil antifranquista, por el que fue expulsada de este centro educativo.

Militó en el Movimiento Comunista y fue una de las fundadoras del primer grupo feminista de Alicante en 1977. Tras un atentado de extrema derecha, encabezó una acusación particular contra uno de sus autores, y en 1980 fue detenida y puesta en libertad provisional bajo la acusación de agresión a la autoridad. También figuró en una lista de posibles represaliados tras el golpe de Estado de 1981.

A lo largo de las décadas siguientes, Quiñonero ha estado presente en diversas luchas sociales, desde las campañas feministas por la legalización del aborto hasta las movilizaciones contra la dictadura de Pinochet. En 2016 fundó la Asociación Ciudadana contra la Impunidad del Franquismo y ha sido candidata política por Podemos y Compromís.

En el ámbito periodístico, trabajó para medios como Diario 16, Liberación o Sobremesa, y ha desarrollado una sólida labor investigadora en torno a la memoria democrática, especialmente centrada en las mujeres represaliadas por el franquismo. Es autora del documental Mujeres del 36 y de varios libros, entre ellos Nosotras que perdimos la paz. Su labor ha contribuido decisivamente a visibilizar las historias silenciadas de mujeres republicanas, socialistas, anarquistas y comunistas.

Llum Quiñonero comenzó su intervención recordando que nos hallamos a una semana del 14 de abril, una fecha de gran significado histórico. “Una primavera que evoca nostalgia”, comentó, aludiendo a la memoria histórica de la República. Relató una experiencia personal relacionada con su tío, un campesino republicano que, a pesar de haber sido una persona sencilla y alejada de los debates políticos, le regaló una foto de Fermín Galán. “Nosotros siempre hemos sido republicanos”, le dijo.

A continuación, Llum Quiñonero se refirió a la conmemoración de los 50 años del fallecimiento de Franco, destacando una perspectiva crítica: “No estamos celebrando 50 años de su muerte, sino 50 años de impunidad del franquismo”. En su opinión, este medio siglo ha sido testigo de avances sociales, especialmente en el ámbito de los derechos de las mujeres.

Recordó cómo, en 2018, las mujeres lograron una movilización histórica: “Decenas de miles de mujeres se sumaron por toda la geografía española a la huelga del 8 de marzo” y también hizo referencia a las manifestaciones espontáneas que surgieron tras la sentencia de "La Manada", donde las mujeres jóvenes fueron protagonistas.

Llum continuó su intervención resaltando logros clave del movimiento feminista, como la legalización del matrimonio igualitario y la defensa del derecho al divorcio, avances que, en su opinión, representaron “un ataque frontal a la Iglesia católica”. Aunque reconoce su relevancia, considera que aún no son suficientes, si bien han constituido “conquistas históricas” en el camino hacia la igualdad.

Subrayó la importancia de recordar los procesos que hicieron posibles estos avances, y recalcó que la lucha por la igualdad no pertenece al pasado: “La batalla por la igualdad continúa siendo una cuestión de primer orden”. También hizo hincapié en la urgencia de proteger y reafirmar los derechos obtenidos, ya que, como afirmó, “las luchas no se pueden dar por terminadas”.

"La batalla por la igualdad sigue siendo una cuestión de primer orden"

También insistió en la estrecha relación entre feminismo y memoria histórica, señalando que reconocer estas luchas es fundamental para seguir ampliando derechos y construyendo justicia.

Llum Quiñonero destacó que las luchas feministas han generado avances sustanciales, aunque aún quedan numerosos retos pendientes. Resaltó la necesidad de visibilizar el trabajo de las mujeres, en especial en el ámbito de los cuidados, un sector históricamente excluido del concepto de empleo. Esta labor, ahora reconocida como "capital social", posee un "valor incalculable", ya que “la sociedad se mantiene y se sostiene porque hay millones de mujeres sosteniéndola”. Aun con estos logros, Quiñonero advirtió que "nuevas sombras" continúan emergiendo, impulsadas por los intereses del poder, incluida la Iglesia, que obstaculizan el progreso.

LOS ORÍGENES

Respecto a los orígenes del feminismo en España, recordó cómo en los años 70, cuando surgieron los primeros grupos organizados, apenas existían recursos o información sobre el tema. Las bibliotecas contenían muy poco material, pero fue entonces cuando comenzaron a difundirse los primeros textos relativos a este asunto y antropología feminista, como los de Margaret Mead. Aquellas lecturas permitieron a las mujeres cuestionar las desigualdades de género y sentar las bases de un movimiento que, sin referentes previos, luchaba por sus derechos.

Quiñonero relató cómo el sistema patriarcal y autoritario intentó, durante más de cuatro décadas, someter a las mujeres mediante leyes, costumbres y dogmas religiosos. "Lo que hacen todas las sociedades autoritarias es sujetar a las mujeres", remarcó.

Las primeras demandas feministas abordaron asuntos esenciales como la igualdad salarial, el derecho al aborto, la educación, la vivienda y la libertad sexual. Sin embargo, reconoció que en un inicio se desconocía la historia de las activistas que las precedieron: "Desconocíamos por completo quiénes eran nuestras antecesoras", señaló.

A lo largo de su intervención, Llum Quiñonero reflexionó sobre el hecho de que, aunque el feminismo es consciente de las victorias alcanzadas, los desafíos persisten y se transforman. La lucha está lejos de haber concluido: “No hemos llegado, no hemos ganado; se abren nuevas sombras, se abren nuevas dificultades”. En este marco, insistió en la importancia de recuperar no solo las vivencias individuales y familiares, sino también la memoria colectiva del movimiento, como herramienta imprescindible para seguir avanzando. "Lo que estamos haciendo es poner historias sobre la mesa", expresó.

Abordó, además, la compleja batalla por recuperar la memoria de las mujeres republicanas, señalando que hasta bien entrada la década de los 90, su historia permanecía relegada, especialmente en los medios y en la industria editorial. Durante años, el tema fue invisibilizado, pero en 1997 se consiguió que la televisión española produjera un documental que marcó un punto de inflexión.

Quiñonero rememoró a las mujeres que fueron víctimas del golpe militar de 1936 y a aquellas que padecieron prisión o el exilio. Citó casos como el de María Jabalina, una joven miliciana encarcelada cuando estaba embarazada y posteriormente fue fusilada.

Enfatizó que, pese a los avances logrados en torno a la memoria histórica, aún existen fuertes resistencias, especialmente por parte de la Iglesia, que tuvo un rol central en el régimen del "nacionalcatolicismo". Subrayó la necesidad de señalar su responsabilidad y advirtió que no se puede "consentir el blanqueamiento" de su papel en los crímenes del franquismo.

Llum Quiñonero
Llum Quiñonero y Sescún Marías reivindicaron la memoria histórica. Foto Myriam Martínez

PERSEGUIDAS POR SU SEXUALIDAD

Durante los primeros años del franquismo, más de 20.000 mujeres fueron encarceladas bajo acusaciones de "delitos políticos" o rebelión, representando alrededor del 17 % de la población reclusa. Sin embargo, no todas eran presas políticas; también había mujeres perseguidas por su sexualidad y autonomía.

Llum Quiñonero destacó el trabajo de la historiadora Carmen Guillén Lorente, quien en 2005 descubrió documentos del régimen sobre el "Patronato de Protección a la Mujer". Estos informes controlaban la moralidad femenina, etiquetando a las mujeres como "caídas" y despreciando las difíciles condiciones sociales que las empujaban a la vulnerabilidad.

Mencionó la difícil situación de muchas mujeres tras la derrota de la República, quienes, debido a la pobreza extrema, se vieron obligadas a la prostitución, convirtiéndose en el principal sostén económico de sus familias. Aunque el "Patronato" perseguía a las prostitutas de la calle, no intervenía en la explotación dentro de los burdeles, revelando la hipocresía del régimen.

La prostitución estuvo legalizada y regulada hasta 1956. Durante ese tiempo, muchas mujeres sin recursos recurrieron a esta actividad, lo que las expuso a severa persecución debido a la moralidad estricta del régimen. Quiñonero relató el caso de una sirvienta que, al quedar embarazada de un "señorcito", fue expulsada de su trabajo, enfrentando graves consecuencias.

Las mujeres solteras que mostraban independencia o disponían libremente de su cuerpo también eran perseguidas. Aunque la prostitución no era un crimen hasta 1956, las trabajadoras sexuales eran constantemente investigadas, multadas y arrestadas. Con la ilegalización, muchas pasaron a la clandestinidad, expuestas a nuevas persecuciones sin protección legal.

Quiñonero destacó que las prostitutas eran tratadas como presas temporales, sin ser consideradas delincuentes, pero vistas como "caídas", reflejando la moral impuesta por el régimen. La cantidad de prostitutas en prisión superaba a las presas políticas, lo que ilustraba el peso de la moral franquista en la represión de las mujeres.

Con el tiempo, las "prisioneras políticas" fueron clasificadas como "prisioneras comunes", aunque muchas de ellas no eran realmente comunes, sino perseguidas por su autonomía sexual y económica.

ROJAS O PROSTITUTAS

Acusadas de ser "rojas" o "prostitutas", fueron tratadas como víctimas de un sistema que no las reconocía ni comprendía. Tanto las presas comunes, estigmatizadas por su actividad sexual, como las políticas, acusadas de ser "rojas", compartían una realidad paralela, pero ambas sufrían el mismo tipo de represión. El régimen las veía como enemigas a erradicar.

Quiñonero también menciona el decreto de 1941 que estableció prisiones especiales para mujeres catalogadas como "extraviadas", es decir, prostitutas reincidentes. Estas acusaciones morales hacia las presas políticas eran un intento de descalificación, y el franquismo las deslegitimaba acusándolas de inmorales, de tener relaciones con milicianos, y de comportarse de manera impropia.

La autora señala la dificultad para identificar las distintas categorías de mujeres encarceladas. Las prostitutas salían de prisión tras cumplir penas cortas, mientras que las presas políticas quedaban olvidadas. Las primeras se consideraban víctimas de una injusticia sistemática, aunque rara vez se unían al colectivo de las "rojas". A su vez, las mujeres acusadas de ser "rojas" pasaban por un proceso de estigmatización que las marginaba ante la sociedad.

PATRONATO DE PROTECCIÓN DE LA MUJER

El régimen franquista, a través de instituciones como el Patronato de Protección a la Mujer, intentó controlar las vidas de las mujeres, sometiéndolas a un sistema de "redención" que en realidad funcionaba como una pena. Las que trabajaban en la prostitución o eran tildadas de inmorales, eran recluidas en centros destinados a "rehabilitarlas", bajo el pretexto de protegerlas del desenlace moral.

Tanto la represión política como la moral fueron los métodos principales de control ejercidos por el franquismo sobre las mujeres. No solo se trataba de silenciar voces disidentes, sino de controlar los cuerpos y sexualidades de las mujeres, forzándolas a seguir un modelo de conducta tradicional que las mantenía alejadas de cualquier tipo de emancipación.

Quiñonero también menciona cómo, a pesar de la represión, muchas mujeres comenzaron a desafiar este sistema, luchando por sus derechos, aunque de forma clandestina, sin la visibilidad ni el apoyo que otros movimientos políticos pudieron obtener.

MIQUEL GRAU

En la última parte de su intervención, la activista se centró en su libro Miquel Grau, una narración de la transición política en España, pero contada desde el lugar donde el joven fue asesinado, en Alicante.

Miquel era el compañero de una de sus hermanas pequeñas. El 6 de octubre de 1977, él volvía tras un permiso de la mili para presentarse al examen de la escuela de Comercio. Ese día, cuando Llum se dirigía a pegar carteles, se encontró con la pareja, y el chico decidió acompañarla. El póster decía: "Día Nacional del País Valenciano".

Al principio no ocurrió nada, pero luego comenzaron a llover piedras. En un momento dado, un joven militante de extrema derecha arrojó un ladrillo que fue a caer sobre la cabeza de Miquel. Tras este ataque, la situación se volvió tensa. Tuvieron que proteger el lugar y las pruebas, además de avisar a la prensa y a las fuerzas políticas. En ese contexto, la Asamblea Parlamentaria convocó esa misma noche una manifestación.

Llum y sus compañeros llevaron a Miquel malherido hasta un hospital donde lo atendieron, pero lamentablemente quedó en coma durante unos días hasta que falleció. Cuando fueron a la comisaría, ya habían detenido a algunas personas, pero ellos mismos fueron considerados como sospechosos. Fue una experiencia impresionante para ella, un paso hacia la madurez, hacia la comprensión de lo que implicaba realmente la lucha por la democracia.

Tras la muerte de Miquel, decidieron poner en marcha una acción popular para perseguir al joven de extrema derecha responsable de su agresión, que finalmente se entregó con la intención de reducir su pena. El gobierno de Suárez indultó al agresor, quien había sido condenado a 11 años de prisión.

En ese contexto, ocurrió una de las primeras manifestaciones de la ciudad. Era 1977, y la multitud rodeaba el ataúd de Miquel, pero la policía no le permitió que avanzara. Hubo un forcejeo, pero el cuerpo de seguridad terminó por quitarles el ataúd y llevárselo.

El proceso de escribir el libro fue largo y complicado, ya que le llevó casi ocho años. No solo era un homenaje a Miquel, sino también a todos los implicados en aquellos momentos. Su hermana ya estaba enferma de cáncer y, cuando falleció, decidió continuar con la tarea de recuperar la memoria histórica.

 

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