A la crueldad hay que mirarle a la cara para identificarla. Las fotografías que reproducimos no son agradables, pero son el reflejo de una realidad acaecida en la ciudad de Huesca, en concreto en el Barrio del Perpetuo Socorro. Se puede elegir mirar hacia otro lado o entrar en otra noticia de EL DIARIO DE HUESCA, pero la verdad no admite edulcorantes.
A Aila, que es el nombre con el que después de ser puesta al borde de la muerte han bautizado desde la asociación Salvando Huellas Huesca, le sometieron a tal sucesión de torturas que, cuando las rescatadoras de su vida acudieron a su auxilio, se lanzó al Isuela. ¡Un gato lanzándose al caudal de un río! Y esa circunstancia hace pensar en la magnitud de los maltratos sucesivos que hubo de padecer, uno propio del reino animal y el resto del homo pretendidamente sapiens. La naturaleza de estas últimas fechorías llevan a otras consideraciones inquietantes.
Sonia, de Salvando Huellas Huesca, recuerda la historia de Aila, una gatita callejera que durante un par de meses merodeó por el barrio. Era tan cariñosa que no faltaban quienes le procuraban alimento, además de la labor de la colonia gatuna en la que estaba integrada. Un buen día, desapareció. Ahí debió empezar su peripecia fatal.
Ha sido encontrada con un cambio trascendental en su existencia: del carácter mimoso de antaño ha pasado a la desconfianza total. En la radiografía se aprecia que su cuerpo aloja dos perdigones, uno junto al ojo y otro en el omóplato de la patita izquierda. Tiene el fémur roto y, presumiblemente por una patada en la cara, un colmillo asoma fuera de la boca. Además, su anca trasera derecha revela un mordisco, muy probablemente de perro.
Salvando Huellas Huesca está pendiente de su evolución en el veterinario y del coste de las intervenciones que pueden salvar su vida. Pide donaciones mediante transferencia a ES88 0081 0380 4200 0177 8788 (Banco Sabadell) o con el método PayPal salvandohuellashuesca@gmail.com
PRESENTAR DENUNCIAS
Paralelamente, invitan a algún particular para que la acojan en su casa. Les costará, seguramente, recuperar el carácter cariñoso de Aila, pero al final el animal recuperará su ser.
Y a la vez van a presentar denuncias en los cuerpos policiales por estimar que la brutalidad ha acompañado este maltrato. Como dice Sonia, "hay alguien por ahí con una escopeta de perdigones disparando a seres indefensos".
El dinero es básico para este tipo de asociaciones. "Las aportaciones del Ayuntamiento se reducen al programa de esterilización que ni siquiera abarca a todos los gatos callejeros, que además tienen un efecto posible en el control de ratones", y la ausencia de un centro de recogida motiva que las voluntarias se estén "arruinando".
Mientras siguen la situación de Aila ("no quiere comer", éste es uno de los riesgos de hoy), reclaman una política de apoyo a las organizaciones protectoras de animales, además, naturalmente, del castigo para el animal de dos patas -que no piernas- que ha podido demostrar tamaña deshumanización. Si alguien ha sido testigo, ahí tiene la vara de demostrar su humanismo. A denunciar.