Ochenta años después de su fundación, las túnicas moradas de la Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno han partido, han meditado y orado profundamente, porque cada año es distinto y tiene su afán.. La cruz amarilla es símbolo de fe, las bocamangas la manifestación del esfuerzo humano, el capirote morado de reflexión.
Contemplan al Cristo sobre el que cae inmensamente el peso de la Cruz, camino del Calvario. 75 años ha salido y llegado a destino desde que culminara la obra magistral el navarro Fructuoso Orduna, y que reposa sobre la peana de los oscenses Francisco y Agustín Arnal tallada por Antonio Guaras cinco años antes de su primer desfile.
Cada procesión, cada año, es una renovación de la eternidad. La apertura de la portada de la Catedral descubre el esplendor de la cofradía y del paso, pronto recibido al sonido del Himno Nacional con viento de dulzainas y fortaleza de percusión. Los costaleros lo portan con mimo y con ritmo. Baja cadenciosamente por la calle Santiago al son de la banda de tambores hasta Pedro IV, la Plaza Lizana y el recorrido histórico prosigue por Sancho Abarca hasta López Allué, la travesía de Cortés y el gran encuentro en San Pedro el Viejo. Bautismo procesional del paso propio de María Santísima de la Salud y de las Lágrimas que duerme desde su creación en la Iglesia de la Asunción.
Una talla de los escultores Ana Rey y Ángel Pantoja, rostro y manos de cedro, viste traje típico de hebrea del diseñador David Calleja. La peana, malagueña de Álora con la firma de Francisco Casermeiro Fernández, de 1953, con madera de centro y pino, medallones tallados y policromados al óleo.
Un momento histórico y único, el primer gran Encuentro con María de la Salud y de las Lágrimas, en la Iglesia de San Pedro, donde el párroco y vicario de Pastoral de la Diócesis, José Alegre, pronuncia palabras de verdad y de vida. Nuestra Señora contempla el paso, que otro año retornará a la vuelta del recorrido por el Coso Alto, donde siempre esperará al Nazareno la Inmaculada.
Un hito nuevo, populoso, bonito, profundo el de esta madrugada, antes de volver hacia la Catedral por San Salvador y Las Cortes. Desde el templo catedralicio, la espera hasta el Santo Entierro. Dios mediante.