Pulcritud máxima, precisión milimétrica, un aluvión de fe ha invadido Barbastro en la Procesión del Santo Entierro organizada por la Junta Coordinadora de Cofradías que ha arrancado a las 20 horas con la presencia de más de 1.500 cofrades de las siete organizaciones que se han confabulado para ser referente dentro de las de Interés Turístico Nacional.
En Barbastro, todo tiene un sentido -Jesucristo- y un porqué, que no es otro que reconocer el papel redentor de quien fue capaz de asumir el sufrimiento humano para salvar a la humanidad. En ese empeño, convierten todo el año en Semana Santa, y la Semana Santa tiene una concepción holística, un relato inconcluso.
Más de quinientas personas, de hecho, han pasado a besar el Santo Cristo en la hora de su muerte, en la hora de nona, a los pies del Santo Cristo de los Milagros. Momento inolvidable, singular, intenso.

De la Santa Iglesia Catedral, aglutinadora y brote de todo, han ido desfilando fluida y solemnemente, los pasos de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén, el Prendimiento, Nuestro Padre Jesús Cautivo, el Jesús Atado a la Columna, la Virgen de la Esperanza, Nuestro Padre Jesús Nazareno, La Verónica, la Virgen de la Amargura, el Jesús de la Caída, el Santo Cristo de la Agonía, la Virgen de los Dolores, el Descendimiento, el Santo Sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de la Soledad.
Las siete cofradías han recorrido San José de Calazanz, Plaza de Aragón, Paseo del Coso, General Ricardos, Plaza de la Diputación, Argensona y Plaza del Mercado. Los 700 años de experiencia les han enseñado que no hay mayor adversidad que la que padeció, en vano para sus ejecutores, Jesucristo. De ahí que hayan remontado el desastre de la destrucción de sus conjuntos escultóricos en la Guerra Civil, incluso las iglesias que les albergaban que fueron devastadas y tardaron años en erigirse.
Quizás de aquí proceda, y sobre todo de la fe, la actual pujanza de la Semana Santa Barbastrense, cuya declaración distintiva nacional no es sino la consecuencia del buen hacer, de la autenticidad de esas cofradías que comenzaron a brotar en tiempos del obispo Tabera, protagonista también de la Junta Coordinadora.

Como el Cristo, toda la Semana Santa barbastrense murió y resurgió. La Cofradía de San José, la de Nuestra Señora de la Merced, la del Jesús Atado a la Columna, la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, la del Santo Cristo de la Agonía y Nuestra Señora de los Dolores, la del Descendimiento y la del Santo Sepulcro y Nuestra Señora de la Soledad.
Todas, en su unicidad y la pluralidad de sus representaciones escultóricas, han conformado una narración religiosa e histórica en la que el Cristo ha partido del júbilo de Jerusalén y ha ido, etapa a etapa, dibujando su destino para redimir al ser humano, con la exigencia del dolor y el sufrimiento extremo. El Santo Entierro ha sido una expresión sublime, suprema, de trascendencia divina, de entrega al prójimo y de espera a lo que, en las próximas horas, está llamado a acontecer, dirigido por el obispo Ángel Pérez Pueyo.