Cientos y cientos de personas han querido sentarse metafóricamente en la mesa que desfilaba. La Última Cena del Señor Jesucristo en la Procesión del Cenáculo, un conjunto monumental del escultor aragonés Cristóbal Mendoza, ha recorrido la ruta desde Salesianos hasta Santo Domingo y San Martín, impulsado por la Cofradía Salesiana del Santo Cáliz y con su Grupo de Tambores Luis Esteban Felipe. Es admirable y admirado este paso construido en 1865 y reconstruido en 1943 por el tallista Larruy y policromaado en 1934 después del incendio que a punto estuvo de hacerlo desaparecer en 1934.
Le tienen gran fe los Antiguos Alumnos Salesianos, que lo restauraron en el último año del pasado milenio. Después de la homilía por los Cofrades Difuntos, a las 9 en punto arranca la Procesión. Hay sentimiento y hechos de hermandad en la Semana Santa Oscense. Antes que la titular del desfile, caminan solemnemente las compañeras cofradías que integran el movimiento hermoso y armónico coordinado por la Archicofradía de la Vera Cruz. El Coso Alto está impregnado de muchísimas personas en ambas aceras, que esperan con admiración la subida de la calle Moya, empinada, exigente, pero que no cambia el ritmo. Todo sea por la creencia, por la fe.
Los sones de percusión y de viento del grupo de tambores rasgan la noche. Así ha sido siempre desde los años 50, cuando la Asociación de Antiguos Alumnos Salesianos del Colegio de San Bernardo era conocida en Huesca por su dinamismo. Como ahora. Como en su origen en 1917. En 1955 fue su primer desfile procesional en el Santo Entierro, con la encomienda de acompañar El Cenáculo. Así nació la Cofradía del Santo Cáliz.
De aquellos primeros treinta alumnos se ha llegado al sumatorio actual, que no es una cifra sino un sentimiento. En torno a una mesa, la de Jesucristo y sus apóstoles, que es una hermosa manera de dar los primeros pasos en la Semana Santa de siempre, en la de este 2023.