Con todas las entradas vendidas, 22 actores sobre el escenario y un músico, el festival Diversario estrenó este sábado su primera producción propia, Normal, una obra de teatro inclusivo en el que se reflexionó sobre este concepto y se reivindicó la diversidad como un valor intrínseco de la sociedad.
El variado y sugerente elenco de actores, elegidos en un casting, sacó de su interior lo mejor de cada uno, con la ayuda de un inmenso director, el también actor Alfonso Palomares, que al finalizar la obra pudo escuchar de labios de sus compañeros todo el cariño que se ha ganado.
“Alfonso, gracias. Para todos, este espectáculo ha sido un regalo de la vida y poderlo compartir contigo, también. Gracias por acompañarnos. Esta palabra cobra sentido con personas como tú. De ti, destacaríamos tu mirada única de igual hacia todos. Tu capacidad de escucha de creación de ese equipo que suena en una única voz. Eres el ejemplo de normal y no normal”.
“Por alusiones”, él contestó inmediatamente. “Una vez escuché lo que eran los grados de la felicidad. El último era el que te hacía más feliz y es en el que tú puedes hacer felices a otros. Y esta gente no lo sabe, pero en realidad a quienes están ayudando es a mí, porque me hacen más feliz”.
En el Teatro Olimpia se palpaban la emoción muchos minutos antes de que comenzara la función. La obra lo tiene todo. Sin una historia convencional, trenza una narración cargada de profundidad y reflexión, a través de los movimientos, el juego, de imágenes muy poéticas, de la música y la sensibilidad, y a base de unas cuantas píldoras de humor, uno de los mejores antídotos que se conocen contra todo tipo de males.
“Yo ya no sé qué es o no ser normal. Los seres humanos somos parecidos, compartimos un 99,99% de la ADN. Pero donde hay un ser humano hay una intimidad. Y cada intimidad, por definición, es singular y diferente. Luego, lo normal es que los seres humanos mantengamos diferencias entre nosotros. Ser un ser humano significa ser diferente. Ser diferente es lo normal. Lo normal es ser diferente y parecido al mismo tiempo. ¿Pero cuánto de diferente y cuánto de parecido tengo que ser para ser normal?
A partir de este planteamiento se desarrolla todo el espectáculo, que culmina con la reivindicación de la identidad individual, de la diferencia como un síntoma de normalidad. “Yo no sé si soy o no soy normal, pero sé que soy valiente”, finaliza el texto, antes de que cada uno de los actores y actrices pronuncien sus propios nombres y proclamen invariablemente: “Yo soy normal”, “Yo no soy normal”