Ese joven obispo que es el de Barbastro-Monzón pastorea a 68 jóvenes de su diócesis y a muchos otros en las celebraciones en la Jornada Mundial de la Juventud que se celebra en Roma bajo el sello del Jubileo de los Jóvenes, en la que el Jubileo de Peregrinos de la Esperanza que instituyó el ya añorado Papa Francisco se hace presente con el espíritu de cientos de miles de jóvenes de todo el mundo que ratifican la personalidad viva de la Iglesia.
Ángel Pérez Pueyo es consciente de la fascinación que produce en los jóvenes de todas las edades el simbolismo que convierte cada viaje en una experiencia única. Es realmente hermoso comprobar cómo la delegación diocesana, en la que acompañan al prelado Paco Cabrero como vicario de Pastoral, y Pablo Sánchez, presidente del movimiento Rasal, ha vivido estas jornadas con fe y con el asombro que producen signos como atravesar la puerta santa de la Basílica de San Pablo.
Punto imprescindible de los 68 jóvenes de la diócesis, como de los miles de españoles y el casi millar de aragoneses, es la visita a la iglesia española de Santiago y Monserrat, donde el rector, José Jaime Brosel, ha ejercido de anfitrión con las explicaciones pertinentes para que cada uno de los participantes disfrutara en plenitud de vivencias singulares.

El himno oficial del Jubileo de la Esperanza resuena en las cabezas de los jóvenes, que aprecian su arraigado y trascendental contenido religioso:
Llama viva para mi esperanza,
que este canto llegue hasta ti,
seno eterno de infinita vida,
me encamino, yo confío en ti.
Toda lengua, pueblos y naciones
hallan luces siempre en tu Palabra.
Hijos, hijas, frágiles, dispersos,
acogidos en tu Hijo amado.
Dios nos cuida, tierno y paciente
nace el día, un futuro nuevo.
Cielos nuevos y una tierra nueva.
Caen muros gracias al Espíritu.
Una senda tienes por delante,
paso firme, Dios sale a tu encuentro.
Mira al Hijo que se ha hecho hombre
para todos, él es el camino.

El espíritu del Papa Francisco sobrevuela Roma, en este peregrinar hacia la luz de Jesucristo que ilumina, para que nadie se pierda, el nuevo pontífice, León XIV. Es como si resonaran sus palabras de la convocatoria del Jubileo de las Jóvenes. Su anhelo era que "pueda dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Oración, para agradecer a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra en la creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y responsable para salvaguardarla. Oración como voz “de un solo corazón y una sola alma” (cf. Hch 4,32) que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día. Oración que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para expresarle lo que tienen en el secreto del corazón. Oración como vía maestra hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción. En definitiva, un año intenso de oración, en el que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia, haciendo del “Padre Nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de vida de cada uno de sus discípulos"
El Jubileo de los Jóvenes, gran hito en el Año Santo 2025, encamina su fase final desde su alojamiento en Tácito Guareschi, escuela privada romana. Con certeza, en su memoria se clavarán como verdades apodícticas los momentos de la Vigilia de Oración y la Eucaristía de final del Jubileo, en la palabra clara y preclara del papa Prevost. Una experiencia inolvidable.