Pederastia en Sri Lanka 2

Un concierto de una popular estrella, una cena con Dhara y el caso del irlandés pederasta frente a la desesperación de la propietaria del hotel

Marco Pascual
Viajero
02 de Julio de 2023
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Marco Pascual con un elefante y dos esrilanqueses
Marco Pascual con un elefante y dos esrilanqueses

Esa mañana no me levanté tan temprano como acostumbraba. Después de tomar una ducha de agua fría salí al comedor para desayunar.  Dhara se encargaba de la cocina, ya había comprobado que cocinaba muy bien, preparando además comida al estilo occidental, con lo que me evitaba comer el típico curry que me destrozaba la garganta cada vez que iba a un restaurante local.

Era sábado y mi plan para empezar ese día era visitar el “orificio nasal de Maniya”, uno de los lugares ineludibles de Sri Lanka en un punto de la costa no muy lejos de allí. Se trataba de un lugar donde entre las rocas surgía una chimenea natural de veintitrés metros de altura, por cuyo orificio al golpear las fuertes olas del mar ascendía el agua a presión lanzándola hacia arriba como un gran surtidor, una fuente natural que alcanzaba más de veinte metros de altura por encima de las rocas, todo un espectáculo de la naturaleza que no podía perderme.

Al salir fuera me encontré al irlandés en el porche, nos saludamos y cruzamos algún comentario, pero esta vez me escabullí de él enseguida, entrando en el garaje para coger la moto y partir.

El último kilómetro hasta el “orificio nasal de Maniya” había que hacerlo a pie, el camino se encontraba lleno de puestos de comida, bebida, recuerdos y cosas destinadas a quienes llegaban a ver aquella maravilla natural, prueba evidente de que el sitio era muy visitado. Cuando llegué el lugar se encontraba bastante concurrido de gente local emplazados en lo alto de las rocas que servían de observatorio. Yo era el único extranjero, los demás llegaban de distintos lugares de país, todos preparados y emocionados para observar el espectáculo de los emergentes sifones de agua que surgían entre las rocas.  La costa en ese punto era una abrupta línea de rocas y pequeños acantilados, desde lo alto se podía ver la furia del mar rompiendo sus olas contra las rocas en continuas sacudidas, haciendo que esa fuerza hiciera ascender el agua por orificios y grietas convertidos en chorros a presión elevándose a lo alto, surtidores verticales de agua salvaje y espumosa, una visión fascinante.

"Yo era el único extranjero, los demás llegaban de distintos lugares de país, todos preparados y emocionados para observar el espectáculo de los emergentes sifones de agua que surgían entre las rocas"

Al tomar el camino de regreso junto con otros visitantes un individuo se pegó a mi y empezó a hablar conmigo, en principio creí que era uno de los turistas que había ido allí, pero no tardé en darme cuenta de que no, se trataba de uno de esos que se pegan a los turistas con algún interés, normalmente venderte o proponerte algo de lo que pueden sacar algún beneficio, en cualquier caso una presencia molesta.  Este no parecía de esos, no quería venderme nada, me hablaba de lo que acababa de ver, simplemente parecía un pesado, por lo que trataba de ignorarlo. Aun así se empeñaba en que fuera a su casa, que según decía estaba en el camino, para invitarme a un té y presentarme a su familia.  Una táctica bastante común, tipos pegajosos que sin pedirles nada se acercan al turista en actitud amistosa en aparente espontaneidad intentando ganarse la atención y confianza de uno a fin de aprovecharse de alguna manera de su ingenuidad. Rechacé la invitación, pero el tipo no aceptaba mi negativa y siguió insistiendo pegado a mí como si fuera mi sombra.  Empezaba a cargarme, si hay algo que no soporto cuando viajo es el acoso de tipos como ese.  Entonces, cuando con educación no se consigue nada, no queda más remedio que ser desagradable para echarlos. Firme, serio y desagradable, esa fue la forma de que me dejara en paz.

Al mediodía fui al hotel para comer allí, Dhara me garantizaba una buena comida sin curry, algo difícil de soportar en los restaurantes locales.  Después de traerme la comida se sentó a la mesa conmigo y estuvimos charlando mientras yo comía. Como hablamos de los géiseres, aproveché para comentarle el encuentro que había tenido con el tipo que pretendía invitarme a su casa, le pregunté qué podía pretender.  Su respuesta fue clara: estafarte, dijo.  Al parecer, la artimaña que se utilizaba allí con los extranjeros era hacerse amigo de ellos, llevarlos a su casa, presentarles a su familia, invitarlos a tomar un té y quizá a comer algo típico, la cuestión era mostrar su hospitalidad y demostrar lo amables que eran con él.  Antes de despedirse les entregaban su dirección y a cambio pedían la de ellos, como símbolo de la nueva amistad. La segunda parte del plan llegaba quizá un par de meses más tarde, consistía en enviar una carta al extranjero que habían conocido en la que le decían que uno de los hijos se había puesto gravemente enfermo y no tenían dinero para pagar las medicinas.  Esta era la forma en que, gracias a la bondad de algunos extranjeros, conseguían su dinero.

Ese día era sábado y por la tarde en el estadio había una especie de fiesta con la actuación de una de las cantantes más populares del país, Dhara me recomendó que podía ir a verla y a mí me pareció buena idea, por lo que me preguntó si volvería para cenar en el hotel. Le dije que sí, entonces me propuso que si quería podía comprar un buen pescado para hacerlo asado, y si lo prefería, podía servirme la cena en la terraza, a ella le parecía un lugar más bonito y con más encanto, desde allí se divisaba el mar, se sentía la brisa y bajo el cielo de estrellas sería una cena más agradable. Estuve absolutamente de acuerdo en ambas cosas, sólo hice una sugerencia para que la cena resultara aún más agradable, ya que prácticamente yo era el único cliente: que ella cenara conmigo. Dhara respondió sin dudarlo: por mí, encantada.

"Podía servirme la cena en la terraza, a ella le parecía un lugar más bonito y con más encanto, desde allí se divisaba el mar, se sentía la brisa y bajo el cielo de estrellas sería una cena más agradable"

Después de comer estuve descansando en la playa hasta media tarde, era el único que estaba allí bañándose o tomando el sol en la arena, salvo un pequeño grupo de chicos en pantalón corto observándome sonrientes. Luego volví a ducharme y me vestí para ir al estadio, la fiesta empezaba a las seis de la tarde.  Al salir volví a encontrarme en el porche al irlandés, con los mismos bermudas y camisa estampada, tomándose un trago.  Le pregunté si no pensaba ir a la fiesta del estadio, a lo que respondió que él ya conocía ese tipo de fiestas y no estaba interesado, prefería quedarse en el hotel. En ese momento no entendí cómo siendo un turista no le interesaba un acontecimiento popular, un atractivo para cualquier extranjero en un país.

Al llegar al estadio encontré fuera de él mucha gente, con puestos de comida y varias atracciones de feria, donde en realidad era la fiesta, en una explanada exterior junto al estadio. Más tarde fue anunciada la actuación musical, en el escenario estaba todo listo. La gente se apresuró a tomar sitio cerca del escenario, la mayor parte del público eran familias y chicos jóvenes, chicas solas o en grupo no recuerdo  que hubiera.  Aparecieron los músicos, vestidos con pantalón negro y camisa granate, quienes empezaron a hacer sonar la música, tras una primera pieza de calentamiento entró la cantante, quien fue recibida con una lluvia de aplausos. La estrella musical salió al escenario vestida envuelta en un sari en tonos azafrán y mandarina, únicamente se le veía el rostro, aunque era fácil adivinar que estaría en una edad en torno a los cincuenta.

Estuve un rato escuchando la actuación musical de estilo tradicional, pero a la tercera canción empecé a aburrirme, mi curiosidad se había saciado ya.

Regresé al hotel antes de la hora convenida. Al llegar Dhara escuchó el sonido de la moto y salió para abrirme la puerta del garaje, luego cerró y entramos los dos al hotel, cerrando tras de sí la puerta de entrada. En su tono de voz noté que algo no iba bien, pasamos al salón, nos sentamos y le pregunté.  Dhara me confesó que había pasado la tarde de mal humor, disgustada con su cliente irlandés. Al preguntarle por qué me respondió escuetamente que era un homosexual degenerado.

Hablamos de la homosexualidad de los hombres, la única que ella conocía.  Dhara no comprendía cómo los hombres podían tener relaciones sexuales con personas de su mismo género, para ella se apartaba de las leyes de la naturaleza y repudiaba esas prácticas.  Le pregunté entonces si el hecho de que su cliente fuera homosexual era la causa de su enfado.

-Si sólo fuera eso -dijo-, no me importaría, pero ese hombre es un pervertido y no me gusta que en mi casa tenga nadie actos de esa clase.

Le pregunté a qué actos se refería.

-Todas las noches se lleva a la habitación a algún chico para pasar la noche con él, y no sólo eso, también se ha llevado a varios chicos a la vez, y lo peor es lo que luego hace con ellos.

Entonces le pregunté cómo sabía ella lo que hacían, a lo que respondió que se lo había preguntado a los chicos y ellos se lo habían contado. Eso me recordó a los chicos que había visto en la playa frente al hotel, ¿se refería a esos?, le interpelé.  Dhara asintió. Ahora comprendía por qué estaban allí alineados en cuclillas en pantalón corto y me sonreían mirándome, sin duda pensaban que yo podía ser otro cliente como el irlandés y trataban de captar mi atención.  Lo terrible es que todos aparentaban tener una edad entre los catorce y dieciséis años.

No pude ocultar mi curiosidad y le pregunté qué era lo que le habían contado los chicos.

-Cosas desagradables y repugnantes -respondió.

Para darme una idea, Dhara me relató algunas de esas cosas que el irlandés practicaba con los chicos para su satisfacción sexual, como masturbaciones y felaciones,  juegos como el de las bolas que le introducían en el ano y luego le extraían tirando de un cordel, o el juego del “gusano”, cuando llevaba a la habitación a varios chicos y todos desnudos se colocaban unos detrás de otros ensartándose con el pene y practicando sexo todos a la vez.

Para Dhara estos actos suponían un descubrimiento que, de no haber sucedido en su propia casa y habérselo contado después los chicos, nunca lo hubiera imaginado. Los veía propios de una mente enferma y desviada.  Lo curioso es que lo que repudiaba no era que aquellos actos de su cliente irlandés tuvieran lugar con menores, sino el hecho de que fueran chicos, hombres como él.

"Para Dhara estos actos suponían un descubrimiento que, de no haber sucedido en su propia casa y habérselo contado después los chicos, nunca lo hubiera imaginado"

El origen de su enfado esa tarde se debía a que después de salir yo del hotel el irlandés se llevó a dos chicos a su habitación. Cuando los chicos se marcharon habló con él para decirle que era la última vez que le permitía llevarse a alguien a su cuarto, a partir de ese momento le prohibía tener visitas.  Él le había respondido que si esa era su actitud se marchaba del hotel, a lo que ella le respondió que eso sería lo mejor. Se habían retado mutuamente y el tono agrio de la discusión le había dejado a Dhara una rabia que solo en el momento de desahogarse conmigo empezó a diluirse.  Me confesó que había pasado todo el tiempo vigilando para evitar que a sus espaldas el irlandés se saliera con la suya abriéndole la puerta a algún chico para que pasara la noche con él a pesar de su prohibición.  Ahora estaba más tranquila, ningún chico había entrado al hotel ni el irlandés había salido de su habitación en busca de compañía, de hecho ni le había pedido que le hiciera algo para cenar.

Después de mantener esta charla Dhara dijo que se iba a la cocina para asar el pescado, cuando quisiera podía subir a la terraza.

Pasé por mi habitación primero y después subí a la terraza, tomando antes una cerveza de la nevera y anotándola en un cuaderno junto a mi número de habitación. En la terraza estaba todo preparado, la mesa puesta y un farol encendido. La luz se encontraba en una esquina al principio de la terraza y la mesa situada en la parte central,  Me acerqué al borde de la terraza para mirar al mar, hubiera estado mejor colocar allí la mesa con la vista de la orilla del mar, pero supuse que por discreción la colocó en un lugar donde pasaba desapercibida desde la calle, es decir, donde nadie podía vernos.

Al cabo de un rato Dhara subió a la terraza para decirme que ya faltaba poco, ahora me sorprendió al verla.  Se había cambiado de ropa poniéndose un bonito vestido, se había suelto el cabello luciendo su melena y hasta se había pintado los labios de un rojo intenso. Estaba guapa y elegante, hasta sus gestos y forma de hablar parecían más refinados.  Sobre el vestido llevaba puesto un delantal, entonces me fijé en un detalle cuando mi vista descendió hasta sus piernas: se las había depilado, lo cual le daba un toque más femenino.  Antes de regresar a la cocina estuvimos hablando un poco, su mal humor había desaparecido y la sonrisa volvía a estar presente en su rostro.

La cena era un pescado asado para cada uno, acompañado de arroz, patatas asadas y ensalada.  Nos sentamos a la mesa y nos dispusimos a cenar, uno frente al otro.  Dhara se había quitado el delantal y parecía una turista más sentada conmigo, quien por si no era suficiente con la transformación de su retoque general, podía verla frente a mí con la parte superior de su vestido desabrochado luciendo un hermoso escote donde asomaba el inicio de sus senos, añadiéndole más leña al fuego que me provocaba su sensualidad. 

Después de terminar la cena recogimos la mesa y bajamos al salón, donde continuamos charlando en la penumbra durante bastante tiempo. Dhara estaba completamente relajada, con su vigilancia en la tarde y la puerta de entrada al hotel cerrada después de llegar yo podía estar tranquila de que el irlandés esa noche no había metido ni podría ya meter a nadie a su habitación.

A la mañana siguiente tampoco madrugué, tomé una ducha después de levantarme y luego me dirigí al comedor para desayunar. Sobre la mesa había un folio de papel plastificado con las cosas que se podía tomar para desayuno, mientras lo ojeaba llegó Dhara.  Me dio los buenos días y me preguntó qué iba a desayunar. Por su tono de voz vi que algo iba mal.

-¿Se ha marchado el irlandés? -le pregunté.

-Si -respondió sin más.

Pero sus ojos no podían ocultar la ira que sentía por dentro, por un momento pensé que no deseaba hablar conmigo, aunque no sabía por qué.

-Te veo muy seria, ¿ha ocurrido algo?  -pregunté.

Ella asintió con la cabeza y las mandíbulas apretadas

-El maldito irlandés… -dijo sin acabar la frase. Saqué una silla fuera de la mesa y le pedí que se sentara para contarme lo que había ocurrido.

-¿Sabes lo que hizo anoche?

No tenía ni idea, simplemente me quedé mirándola con gesto de interrogación.

-Pues llevarse a la habitación al chico que trabaja aquí. Han pasado la noche juntos, y yo sin darme cuenta.

El irlandés se había salido con la suya llevándose a la cama a alguien pese a la prohibición, haciéndolo además con su propio empleado.  No había tenido que molestarse mucho para conseguir su propósito. La rabia de Dhara era doble, no sólo se sentía traicionada por el irlandés, sino también por el chico que trabajaba para ella.

-El chico lleva un año trabajando para nosotros y no tenía ni idea de que fuera así, como ese irlandés. Estoy segura que ha sido él quien lo ha seducido y lo ha convertido en homosexual.  O simplemente el chico ha aceptado por dinero -dijo asintiendo para sí misma.

-Quizá ese malnacido -continuó-, como le prohibí llevarse a nadie más a la habitación, se ha vengado llevándose al chico que trabaja aquí. Estuve toda la tarde vigilando para que no entrara a nadie y ya lo tenía metido en la habitación.

-Al menos ya se ha marchado, no tienes que preocuparte  más -dije yo.

-No creas que engañarme con el chico ha sido lo peor.  Después de levantarme esta mañana he visto al chico metiendo su ropa en una bolsa de viaje.  Le he preguntado qué hacía y me ha dicho que se iba a Colombo.  ¿Tú, a Colombo?, le he preguntado incrédula. Me ha confesado que se iba con el irlandés.  ¿Puedes creerlo?, primero se lo lleva a su habitación y después se lo lleva a Colombo con él. Le he prohibido que se fuera a ninguna parte, mi marido no está y no podía dejarme sola con el trabajo, pero ni me ha escuchado.  Le he dicho que si se marchaba no volviera más aquí, y él ha seguido sin escucharme.  Me han hecho una buena jugada entre los dos.

-Entonces se han marchado juntos -dije sorprendido.

-Sí, se han ido a Colombo en el tren de las nueve.

Dhara estaba herida por la traición de ambos, veía al irlandés como el culpable de todo, no podía disimular la cólera que sentía.

-Si quería irritarme lo ha conseguido -dijo refiriéndose a él-, lo que no sabe es que aún falta jugar la última baza de la partida.

Le pregunté qué baza era esa.

-El chico sólo tiene dieciséis años, es menor.  Aquí la ley, aunque se cumple pocas veces, prohíbe el abuso a los menores, así que el asunto no está terminado.

-¿Vas a avisar a la policía?

-Ya les he llamado después de marcharse del hotel, tengo un amigo que es policía y le he contado lo que ha pasado, que el irlandés ha estado abusando del chico y ahora se lo llevaba a Colombo con él.

-¿Y qué va a hacer la policía, lo van a detener?

-No lo sé, mi amigo me ha dicho que iba a enviar a dos policías de paisano a la estación para seguirlos.  Ahora es cosa de ellos, no sé lo que van a hacer, pero espero que lo echen de aquí y no pueda volver más a este país.

Me había quedado como único cliente y Dhara como la única persona al frente del hotel.  Aún había unas cuantas cosas por conocer tanto en Matara como en sus alrededores, y yo me encontraba realmente a gusto allí, por lo que decidí alargar mi estancia unos días más.

Cuando viajo tengo la costumbre de, en el caso de que se edite, comprar un periódico local en inglés para estar al tanto de las noticias del país. En Sri Lanka estaba el Daily News, de modo que cada mañana me hacía con un ejemplar, lo echaba a la mochila y lo leía en los momentos de descanso. Al día siguiente cuando fui a Matara volví a comprar otro ejemplar.  Más tarde, cuando me puse a leerlo, al ver lo que salía en la tercera página presentí de inmediato de qué se trataba. El titular decía: “Turista extranjero detenido por abusos a un menor”. 

La noticia relataba que el día anterior, después de investigaciones llevadas a cabo por la policía, en un hotel de Colombo se había detenido a un turista de mediana edad y origen irlandés justo cuando estaba cometiendo abuso a un menor. Explicaba con algunos detalles cómo la policía, cuando tuvo la certeza de sus sospechas, había sorprendido in fraganti al pederasta en la habitación de su hotel en el momento de sodomizar a un muchacho. No aclaraba cuál era la situación del extranjero, simplemente decían que lo habían detenido y lo habían llevado a dependencias policiales para tomarle declaración y después quedaría a disposición del juez. Por último elogiaban a la policía por su labor de investigación y permanecer vigilantes para intentar detener a quienes se dedicaban a estas prácticas y evitar que Sri Lanka se convirtiera en un destino para el turismo sexual de los sodomitas.

Nada más llegar al hotel al mediodía busqué a Dhara y le mostré el periódico directamente por la tercera página para que leyera la noticia. Después de ver el titular levantó la vista por encima del periódico, me miró y sonrió.

Sri Lanka, mayo de 1998

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